Dios 2.0
Publicado: Mié Jun 25, 2008 3:37 am
Sacred Science: Using Faith to Explain Anomalies in Physics por Michael Shermer
A principios del siglo XVII un demonio fue liberado cuando el matemático Italiano Galileo Galilei empezó a mover péndulos, rodar esferas por rampas y observando las lunas de Júpiter – todo con la meta de descubrir regularidades que estuviesen codificadas en las leyes naturales.
Tanto éxito tuvo su visión mecanicista que a principios del siglo XIX el matemático Francés Pierre-Simon Laplace fue capaz de “imaginar una Inteligencia que podría saber en un momento dado del tiempo todas aquellas fuerzas que actuaban sobre la naturaleza y la posición de todas las cosas de que consiste el mundo…. De ahí derivaría como resultado que en una sola fórmula comprendería el movimiento de los cuerpos más grandes del universo y de los átomos más ligeros. Para esta inteligencia nada sería incierto."
A principios del siglo XX la ciencia decidió transformarse en el demonio de Laplace. Trazó una amplia red relacionando los efectos a las causas a través del pasado y hacia el futuro y buscó explicar todos los fenómenos complejos reduciéndolos hasta sus componentes más simples. El laureado premio Nobel de física Steven Weinberg captó agudamente esta filosofía reduccionista: “Todas las flechas explicatorias apuntan hacia abajo, de las sociedades a la gente, a los órganos, a las células, a la bioquímica, a la química y finalmente a la física.” ¿En un cosmos que todo lo abarca y explica, que lugar hay para Dios?
Stuart Kauffman tiene una respuesta: naturalizar a la deidad. En su último libro, Reinventing the Sacred Kauffman – director cofundador del Institute for Biocomplexity and Informatic de la Universidad de Calgary en Alberta y uno de los pioneros de las teorías de la complejidad – revierte la flecha causal reduccionista con la teoría del Emergentismo y auto-organización que afirma “no violar las leyes de la física” y sin embargo que no pueden ser explicadas por ellas. Dios “ es el nombre que elegimos a la incesante creatividad del universo natural, biósfera y culturas humanas, afirma Kauffman.
En el universo emergentista de Kauffmann el reduccionismo más que erróneo es incompleto. Ha llevado a cabo mucho del trabajo pesado de la historia de la ciencia, pero el reduccionismo no puede explicar una serie de misterios no resueltos, tales como el origen de la vida, la biosfera, la consciencia, evolución, la ética y la economía. ¿Por ejemplo como podría un reduccionista explicar la biosfera? “ Un enfoque sería, siguiendo a Newton, el desarrollar las ecuaciones para la evolución de la biosfera y resolverlas." Esto no se puede llevar a cabo – afirma Kauffman. “No podemos predecir que funcionalidades emergerán en la biosfera. Por lo tanto no podemos saber que variables – pulmones, alas, etc. – colocar en nuestras ecuaciones. El marco científico Newtoniano donde podemos predeterminar las variables, las leyes de esas variables, las condiciones iniciales y delimitantes, y luego computarlas para conocer el comportamiento del sistema, no pueden ayudarnos a solucionar los estados futuros de la biosfera."
El problema no es solo un asunto epistemológico de cierto poder computativo, advierte Kauffman; es un problema ontológico con causas diferentes a niveles distintos. Algo completamente nuevo emerge a estos niveles superiores de complejidad.
Problemas similares existen en la emergencia de la consciencia, la moralidad o la economía. En mi libro reciente, The Mind of the Market, muestro como la economía y la evolución son sistemas adaptativos complejos que aprenden y crecen de lo simple a lo complejo y que son autocatalíticos, o que contienen dispositivos que se retroalimentan. Fue por lo tanto gratificante encontrar la corroboración en la explicación detallada de Kauffman de porqué tales fenómenos “no pueden ser deducidos de la física, tienen poder causal propio, y son por lo tanto entidades emergentes reales en el universo”. El poder creativo del emergentismo, de acuerdo a Kauffman, “ es tan impresionante y sobrecogedor, tan digno de reverencia, gratitud y respeto, que es Dios suficiente para muchos de nosotros. Dios, un Dios totalmente natural, la creatividad misma del universo."
He pasado tiempo con Stu Kauffman en dos de los lugares más sagrados de la tierra: Cortona, Italia y Esalen, California, en conferencias en la intersección de la ciencia y la religión. Es uno de los científicos más espirituales que conozco, un hombre de inestimable calor y tolerancia ecuménica, y su Dios 2.0 es una deidad digna de reverencia. Sin embargo me muestro escéptico que desplace a el Dios 1.0 Yahweh, cuyo programa de la era de Bronce ha estado corriendo por 6000 años en el software de nuestro cerebro y cultura.
A principios del siglo XVII un demonio fue liberado cuando el matemático Italiano Galileo Galilei empezó a mover péndulos, rodar esferas por rampas y observando las lunas de Júpiter – todo con la meta de descubrir regularidades que estuviesen codificadas en las leyes naturales.
Tanto éxito tuvo su visión mecanicista que a principios del siglo XIX el matemático Francés Pierre-Simon Laplace fue capaz de “imaginar una Inteligencia que podría saber en un momento dado del tiempo todas aquellas fuerzas que actuaban sobre la naturaleza y la posición de todas las cosas de que consiste el mundo…. De ahí derivaría como resultado que en una sola fórmula comprendería el movimiento de los cuerpos más grandes del universo y de los átomos más ligeros. Para esta inteligencia nada sería incierto."
A principios del siglo XX la ciencia decidió transformarse en el demonio de Laplace. Trazó una amplia red relacionando los efectos a las causas a través del pasado y hacia el futuro y buscó explicar todos los fenómenos complejos reduciéndolos hasta sus componentes más simples. El laureado premio Nobel de física Steven Weinberg captó agudamente esta filosofía reduccionista: “Todas las flechas explicatorias apuntan hacia abajo, de las sociedades a la gente, a los órganos, a las células, a la bioquímica, a la química y finalmente a la física.” ¿En un cosmos que todo lo abarca y explica, que lugar hay para Dios?
Stuart Kauffman tiene una respuesta: naturalizar a la deidad. En su último libro, Reinventing the Sacred Kauffman – director cofundador del Institute for Biocomplexity and Informatic de la Universidad de Calgary en Alberta y uno de los pioneros de las teorías de la complejidad – revierte la flecha causal reduccionista con la teoría del Emergentismo y auto-organización que afirma “no violar las leyes de la física” y sin embargo que no pueden ser explicadas por ellas. Dios “ es el nombre que elegimos a la incesante creatividad del universo natural, biósfera y culturas humanas, afirma Kauffman.
En el universo emergentista de Kauffmann el reduccionismo más que erróneo es incompleto. Ha llevado a cabo mucho del trabajo pesado de la historia de la ciencia, pero el reduccionismo no puede explicar una serie de misterios no resueltos, tales como el origen de la vida, la biosfera, la consciencia, evolución, la ética y la economía. ¿Por ejemplo como podría un reduccionista explicar la biosfera? “ Un enfoque sería, siguiendo a Newton, el desarrollar las ecuaciones para la evolución de la biosfera y resolverlas." Esto no se puede llevar a cabo – afirma Kauffman. “No podemos predecir que funcionalidades emergerán en la biosfera. Por lo tanto no podemos saber que variables – pulmones, alas, etc. – colocar en nuestras ecuaciones. El marco científico Newtoniano donde podemos predeterminar las variables, las leyes de esas variables, las condiciones iniciales y delimitantes, y luego computarlas para conocer el comportamiento del sistema, no pueden ayudarnos a solucionar los estados futuros de la biosfera."
El problema no es solo un asunto epistemológico de cierto poder computativo, advierte Kauffman; es un problema ontológico con causas diferentes a niveles distintos. Algo completamente nuevo emerge a estos niveles superiores de complejidad.
Problemas similares existen en la emergencia de la consciencia, la moralidad o la economía. En mi libro reciente, The Mind of the Market, muestro como la economía y la evolución son sistemas adaptativos complejos que aprenden y crecen de lo simple a lo complejo y que son autocatalíticos, o que contienen dispositivos que se retroalimentan. Fue por lo tanto gratificante encontrar la corroboración en la explicación detallada de Kauffman de porqué tales fenómenos “no pueden ser deducidos de la física, tienen poder causal propio, y son por lo tanto entidades emergentes reales en el universo”. El poder creativo del emergentismo, de acuerdo a Kauffman, “ es tan impresionante y sobrecogedor, tan digno de reverencia, gratitud y respeto, que es Dios suficiente para muchos de nosotros. Dios, un Dios totalmente natural, la creatividad misma del universo."
He pasado tiempo con Stu Kauffman en dos de los lugares más sagrados de la tierra: Cortona, Italia y Esalen, California, en conferencias en la intersección de la ciencia y la religión. Es uno de los científicos más espirituales que conozco, un hombre de inestimable calor y tolerancia ecuménica, y su Dios 2.0 es una deidad digna de reverencia. Sin embargo me muestro escéptico que desplace a el Dios 1.0 Yahweh, cuyo programa de la era de Bronce ha estado corriendo por 6000 años en el software de nuestro cerebro y cultura.