Bienvenido a la comunidad de ateísmo más grande (más de 3000 miembros) y antigua (desde 1998) de la Internet en lengua española. Bienvenido al club de los que han decidido ser libres y tomarse la vida (y la muerte) con decisión y racionalidad.
Ésta es la Sección General, un lugar público en donde los ateos, agnósticos y creyentes nos reunimos, hablamos sobre ateísmo, religiones, dioses y temas directamente relacionados, en plena libertad de opinión. Para tratar otros temas distintos, por favor acude a El Café Ateo.
Igual que con los cátaros, el aparato de la ICAR no soporta la competencia y que se le afee con éxito su fausto y boato.
Munilla no va a conseguir, con estos procedimientos, avanzar contra la "desafección" de la juventud que no se acerca a hacer la confirmación, desde luego. Sólo echar más carnaza a los creyentes que se construyen su religión al margen del Vaticano, siguiendo, dicen, las enseñanzas de Jesús.
“A quien tienen miedo es a Jesús, no a Pagola” El sacerdote vasco es investigado por hereje a petición de los obispos
JUAN G. BEDOYA Madrid 19 OCT 2012 - 00:00 CET91
José Antonio Pagola habla tres lenguas muertas y seis vivas. / ÁLVARO GARCÍA
El teólogo José Antonio Pagola, llevado por la Conferencia Episcopal ante la Inquisición romana, se alegra cuando le digo que también a Jesucristo lo harían preso si osara volver. “Claro, el peligro no soy yo, sino Jesús. A quien tienen miedo es a Jesús, no a Pagola”. Le cito a Dostoievski y se entusiasma, como si acabase de leer en Los hermanos Karamázov, la historia del Gran Inquisidor. Ahí está la esencia de la inquina del poder imperial del Vaticano contra la Ilustración, la libertad y la ciencia moderna.
Dostoievski sitúa la acción en Sevilla, en los tiempos más pavorosos de la Inquisición. Un día, el cardenal inquisidor, vestido como un emperador romano, hace quemar a 100 herejes “a mayor gloria de Dios”. Los sevillanos asisten en silencio, hasta que reconocen a Jesús entre ellos. Lo rodean, entusiasmados. El viejo inquisidor no resiste la escena. Ordena arrestar a Jesús y que se lo lleven al caserón del Santo Oficio. “¿Por qué has venido a estorbarnos?”, le dice cuando lo visita de noche. Pagola: “Claro. Jesús estorba. La crítica más dura a la Iglesia no llega de fuera. Llega desde las palabras de su fundador. Hoy estaría con los que se están quedando sin nada. Un libro sobre el auténtico Jesús es peligroso, sobre todo si se vende”.
Almorzamos cerca de la sede de Comisiones Obreras en Madrid, donde Pagola ha hablado al congreso de la Asociación de Teólogos Juan XXIII. “Busca un sitio sencillo. Voy a comer poco”, dice, como si diera por sentado que a un vasco de su tamaño, de aspecto tan sano a sus 75 años, lo querría llevar a restaurantes de abundancia.
"El detonante es que 'Jesús. Aproximación histórica' se vendía como rosquillas” Nos hemos quedado colgados de la historia del Gran Inquisidor porque resume lo que ha pasado “con nuestra Iglesia”, reflexiona Pagola, con ese posesivo. “Nuestra Iglesia. Adoramos al crucificado ignorando a los crucificados de hoy”. Jesús predica la libertad. El Inquisidor se lo reprocha. “Los hombres se alegran de verse otra vez conducidos como un rebaño”, le dice. El Preso le da un beso en los labios. El viejo se estremece. Se dirige a la puerta, la abre y dice: “¡Vete y no vuelvas nunca, nunca!”.
Pagola publicó Jesús. Aproximación histórica en 2007 y todo iba bien hasta que el libro empezó a venderse. “Se está vendiendo como rosquillas”, advirtió un obispo a la Inquisición española. “Ese fue el detonante: ‘Que se vendía como rosquillas”.
Nacido en un muy humilde caserío guipuzcoano, el sexto de ocho hermanos, Pagola fue discípulo del cardenal Martini en Roma. También estudió en Jerusalén. Una cabeza privilegiada, que habla tres lenguas muertas y cuatro lenguas vivas, además de las suyas de origen (español y vasco). Fue vicario del obispo de San Sebastián (21 años con José María Setién y uno con Juan María Uriarte). Lleva vendidos 140.000 ejemplares de su Jesús en media docena de lenguas. En España es un libro clandestino, agotada la novena edición. En Navidad sale en Francia y están en marcha traducciones al ruso, japonés y croata.
“¡Estoy almorzando con un hereje!”. “No creo que lleguen a decir tanto, cuando se pronuncie la Inquisición romana, que ya lleva tomándose tiempo”. Se ha escrito que el cardenal Rouco y el obispo de San Sebastián, Munilla, dicen no haber leído su Jesús. “Si es verdad, malo; si mienten, peor”, le consuelo. “Déjelo estar”, replica. La atracción del hereje también está en su resistente paciencia.
El Santo Oficio de la Inquisición, actualmente denominado Congregación para la Doctrina de la Fe, está estudiando desde hace cuatro años si condenar por herejía al sacerdote vasco José Antonio Pagola. La decisión está ahora en manos de la Inquisición romana. El delito de este cura es haber publicado un libro, Jesús, una aproximación histórica, que llevaba vendidos más de 140.000 ejemplares antes de que la editorial marianista PPC lo retirase del mercado por orden de la Conferencia Episcopal. Al parecer, el libro no contaba los suficientes milagros.
Yo creo que lo van a excomulgar un día de estos. Porque Pagola, a pesar de la censura en España (en otros países menos contemporáneos el libro sigue circulando con enorme éxito), continúa soltando blasfemias como esta: “El gobierno es despótico, antisocial y anticristiano, y la jerarquía de la Iglesia no dice nada, o habla sin audacia evangélica. La voz de los sin voz no se está oyendo. Adoramos al crucificado, pero olvidamos a los crucificados de hoy. Jesús se atrevió a insultar a los ricos de su tiempo. Los llamó necios y ridículos, y denunció su iniquidad e injusticia”.
Ojalá la aparición, excomunión o crucifixión de Pagola sea síntoma del regreso de los curas rojos a la orilla informativa. Los curas rojos tienen gran tradición en España. He leído por ahí que este movimiento empezó en los años 60, con el auge del pop y los Beatles y la primera pipa de kif desde Valle-Inclán. La jerarquía eclesiástica veía que la juventud se le escapaba de las sotanas, crearon la figura del curita progre, con guitarra y cheli, y lo mandaron a evangelizar los barrios pobres de las ciudades. El problema es que el curita progre no logró evangelizar, sino que fue evangelizado por una realidad de miseria, injusticia, marginación, explotación, chabolas y grietas en el alma que contaminó para siempre su beatitud quietista. Y regresó de Vallecas al seminario con las obras completas de Karl Marx, dándose cuenta de que comunismo y cristianismo son en parte la misma cosa, hostias y confesionarios aparte.
Aquellos curitas progres fueron inmediatamente exiliados a Sudamérica y África, y allí siguieron trabajando desde esa otra iglesia marginal, impulsando la después perseguida Doctrina de la Liberación y dejándose matar por los dictadores ultracatólicos y por los revolucionarios ateos, dado que ninguno de los dos los reconocía suyos.
Una tarde en Sierra Leona, hace ya unos años, le pregunté a Chema Caballero, redentor de niños-soldado:
– ¿Pero cómo es posible que tú, viviendo aquí y siendo más rojo que yo, sigas perteneciendo a la Iglesia de Roma, la que no le permite a los negros con sida usar condones?
– Mis monjitas deben de ser las mayores distribuidoras de condones del planeta, Malvar -me contestó con beatífica sorna-. No te confundas.
Aquel día me di cuenta de que la iglesia católica está dividida entre dos grupos de hipócritas: los jerarcas, que renuncian a dios por dinero y poder, y los curas progres y misioneros, que cometen pecados mortales a escondidas con el honorable fin de salvar a la humanidad. Y que me perdone mi querido Chema lo de hipócrita, pues no he conocido a ningún otro ser humano tan hermoso como él. Pero una institución en la que se miente para hacer el bien tanto como para hacer el mal tiene los siglos contados.
Ahora este cura Pagola anda desmelenado dando más mítines que sermones, y aventando sabias y bellas palabras, preñadas de revolución y fuego, que lo conducirán inexorablemente a la excomunión, dado que la hoguera ya no está muy bien vista. Pero ya a nadie le interesan las palabras de un cura. Aunque sean justas. Ni los cismas de una iglesia que es falaz desde las dos orillas. Y hasta creo que este artículo no lo va a leer ni dios.
Aquel día me di cuenta de que la iglesia católica está dividida entre dos grupos de hipócritas: los jerarcas, que renuncian a dios por dinero y poder, y los curas progres y misioneros, que cometen pecados mortales a escondidas con el honorable fin de salvar a la humanidad. Y que me perdone mi querido Chema lo de hipócrita, pues no he conocido a ningún otro ser humano tan hermoso como él. Pero una institución en la que se miente para hacer el bien tanto como para hacer el mal tiene los siglos contados.
Pues eso. Lo de los siglos contados, veremos. De momento la institución ha sobrevivido a prácticamente todo: manipulación de las sagradas escrituras, intrigas, asesinatos, alianzas políticas y traiciones, prole papal y cardenalicia exigiendo derechos, cismas...
La situación hoy, en cambio, parecería más delicada: gente más culta y crítica que nunca antes -aunque aún dé vergüenza el nivel-, y no será el veneno vaticano el que provoque su suicidio, sino el hecho de que sus mentiras ya no cuelan tanto y la indiferencia creciente de la gente, sobre todo de los jóvenes. Como no se alíen con los evangelistas y esas otras sectas americanas, expertos en captar gente ignorante y crédula...