La mujer que se negó a cambiarse de puesto en el autobus
Existe una norma no escrita en Israel que hace que las mujeres se sienten en los asientos del fondo del autobús. Así no interfieren con las creencias de los judíos ultra-ortodoxos que suelen utilizar la línea Ashod-Jerusalén (Israel), que les impiden estar detrás de una mujer.
No es una ley, pero sí una tradición bastante arcaica que, aunque pertenece a otra época, se respeta hoy en día. Ella fue la primera pasajera en subirse al autobús, y decidió sentarse justo detrás del conductor.
Según fueron llegando más personas, un judío ultra-ortodoxo le pidió que se sentara al fondo. Y aquí es donde empezó el debate que ha sacudido Israel desde entonces: Ella se negó. Es judía, pero laica, y decidió que no tenía por qué acatar las normas de un grupo religioso.
Una vez en su casa, lo contó así en su Facebook: "Escuché cómo me llama shikse", que es un término yiddish para hablar de una mujer que no es judía. "Me exigió que me sentara al fondo del autobús porque los judíos no pueden sentarse detrás de las mujeres (!!!). Me negué. Ashod es mi ciudad. Vivo en una democracia israelí, la gente no puede decirme dónde tengo que sentarme en el autobús".
El conductor del autobús, sin duda un testigo habitual de cómo las mujeres cumplían con esta norma, terminó por llamar a la policía. Se había formado un tumulto de judíos ortodoxos vestidos de negro fuera del autobús. (Ver la imagen que acompaña esta entrada).
Pero la ley estaba del lado de Tanya. "Empecé a tener miedo. La mayoría de esa gente solo tenía curiosidad por ver qué pasaba, pero estaba definitivamente del lado de los ortodoxos". Efectivamente, la Corte Suprema israelí ya ha decretado con anterioridad que la segregación de sexos, si es involuntaria, es ilegal.
Por eso la policía solo pudo intentar persuadirla de que se sentara donde le pedían. Se negó. Tras un retraso de 30 minutos, el autobús arrancó con ella sentada al frente.
Esta historia es tan representativa del poder de facto que tienen los ultra-ortodoxos en Jerusalén que pronto apareció en los medios locales. A Tanya se le ha llamado la Rosa Parks de Israel, en honor a la mujer negra estadounidense que en 1955 desafió las leyes racistas de la época y se sentó en un asiento para blancos de un autobús de Alabama. Terminó por convertirse en una heroína por la causa de los Derechos Civiles.
Aunque Tanya no desafió ninguna ley, el paralelismo entre ambas mujeres es notorio. Solo que esta vez la humanidad ya ha aprendido de la legendaria historia de Rosa Parks, y la reacción ha sido mucho más inmediata.
Ya el domingo, el primer ministro Benjamin Netanyahu habló de ella: "Hasta ahora hemos permitido vivir en paz, con respeto mutuo entre todos los sectores de la sociedad israelí. Estamos viendo cómo esa convivencia se está rompiendo. Me opongo inequívocamente a la presión que sufrió esta mujer. No debemos permitir que haya grupos marginales que rompan nuestro común denominador y debemos mantener los espacios públicos abiertos para todos los ciudadanos".
También la líder de la oposición israelí, Tzipi Livni, llamó a Tanya para mostrarle todo su apoyo. Pero lo más importante, recuerda Tanya, es que no la veamos como un símbolo político, sino como un ser humano actuando dentro del espectro de lo razonable. "Cuando conté mi historia no era para demonizar a los judíos ortodoxos y llamarlos los opresores de los derechos y libertades humanas. Hay cosas muy bellas en cada religión, pero forzar a la gente a acatarlas está mal. Está mal usar la religión como excusa para eliminar los derechos básicos de las personas: el derecho a la libertad y a la dignidad".