Así comienza el himno de Oriamendi que hoy ya no se canta, pero que sigue impulsando los destinos de España. En unidad de acción, estos tres elementos constituyen viejos anhelos trogloditas para construir el presente y el futuro de nuestro país. Nazinguer los tiene muy interiorizados y dejó muy claro que comparte esa trinidad de principios para él irrenunciable. Es por eso que hizo una referencia al laicismo agresivo y anticlerical que según él invade España, provocando sofocos inmerecidos en el gobierno que tan exquisitamente le trata.
Contrariamente a lo manifestado machaconamente por el Ministro José Blanco, la visita papal no tuvo carácter de Estado sino pastoral, en su condición de líder religioso. En ese contexto sectario, el mensaje del relevante huésped es coherente aunque parezca poco cortés o inoportuno, y muy apropiado para quien aún considera este país martillo de herejes.
Pero como persona alojada en casa ajena en su vertiente civil de Jefe de Estado, sus palabras semejan un despropósito y son claramente impertinentes. Si algo parecido se le hubiese ocurrido a otro dignatario, Hugo Chávez pongo por caso, numerosas voces estarían pidiendo una protesta contundente de nuestro gobierno y la retirada del embajador en Caracas.
Así pues, el jefe de la iglesia católica tiene derecho a expresar libremente su postura como guía de almas, al igual que otros a contradecirle, lo que me propongo en estas breves líneas.
Para empezar, mezcla laicismo con anticlericalismo. Lo uno no sigue a lo otro necesariamente. Laicismo es una doctrina que persigue la independencia del Estado frente a la injerencia de la iglesia en los asuntos civiles, en tanto el anticlericalismo es un estado de ánimo consecuente con la actitud del clero desmandado. La existencia de clericalismo es lo que provoca lo opuesto o contrario, por pura defensa ante el ataque a la sociedad civil.
Comparar la España de 2010 con la existente en la 2ª República, no solo resulta impropio por la distinta realidad social de cada época, sino que conlleva un significado de tipo peyorativo no explicitado pero que se deja entrever.
Y puesto que mentó la soga en casa del ahorcado, me permito recordar al pontífice la desaforada posición del clero durante la vigencia de la 2ª República y el golpe militar franquista. Los obispos protestaron contra la Constitución de 1931, por medio de la pastoral colectiva de 1 de enero de 1932: “Sea, por tanto, pública y notoria, la firme protesta y la reprobación colectiva del episcopado por el atentado jurídico que contra la iglesia supone la constitución promulgada, y quede proclamado su derecho imprescriptible a una reparación legislativa ”. El 6 de agosto de 1936, los obispos Mújica y Olaechea pedían al pueblo que apoyaran el alzamiento militar y el 30 de septiembre el Cardenal Gomá apoyó resueltamente la sublevación. El cardenal Pla y Deniel interpretaba la contienda como “un conflicto entre el bien y el mal entre los hijos de Caín y los que luchaban por dios y por la patria, en realidad, una cruzada por la religión, por la patria y por la civilización”. Y así muchas otras declaraciones que, desde los púlpitos, animaron la hoguera de la guerra civil.
Carlos Etcheverría, martes 9-11-10