ElFo escribió:JohnyFK escribió:Para que haya voluntad popular el pueblo tiene que saber lo que quiere y para eso hace falta madurez. España es cualquier cosa menos una sociedad madura.
¿Y con qué parámetros se puede juzgar si una sociedad -la española o cualquier otra- es madura?
La respuesta clásica, sobre todo cuando la da alguien de derecha, es que una sociedad es madura cuando acepta sacrificarse en pos de una economía "sana", es decir la contracción del salario y el consumo, la reducción del gasto público en sanidad, educación, jubilaciones, con la promesa de un estado de felicidad futuro que nunca llega ni puede llegar porque un sistema así sólo beneficia a los ricos.
Saludos
Una sociedad madura está compuesta por individuos que poseen la capacidad de saber qué es lo que quieren y qué es lo que les conviene, tienen conocimientos suficientes para tomar decisiones y por lo tanto pueden tomarlas de forma consecuente.
Una sociedad que está compuesta por personas ignorantes, que basan sus decisiones en prejuicios, en el miedo a lo desconocido, que sólo ven la forma y no el fondo, es una sociedad de marionetas que por falta de criterio elegirán las opciones que les induzca el manipulador de turno que les pille más cerca. Es una democracia inefectiva. Y da igual que sean de derechas o de izquierdas.
Alguien de derechas tiene que ser capaz de saber que reducir presupuesto público no significa aprovechar mejor el dinero, y uno de izquierdas tiene que saber que por mucho que se quiera no se puede gastar el dinero que no se tiene cuando ya estás endeudado hasta las cejas (sea de quien sea la culpa).
Una sociedad inmadura, como por falta de criterio no es capaz de ver cuando se puede estar equivocando, aplica los principios del fanatismo a cualquier interacción social, ya sea la religión, la política, la economía, el deporte o incluso la cocina*.
Por poner un ejemplo, tengo amigos de derechas y de izquierdas. Puedo discutir de política y economía con cualquiera de ellos de forma distendida, pero si lo intentan entre ellos aquello parece la segunda guerra mundial. Se polariza la discusión y se convierte en algo imposible en la que nadie escucha a nadie.
Hay ser capaces de admitir que todavía no se ha inventado una fórmula maestra, que ninguna política funciona del todo en la práctica, que todas tienen pros y contras, y que el éxito de las mismas termina dependiendo más de otros muchos factores que del tipo de política en sí, y la historia así lo confirma.
Con la religión puede pasar igual que con la política. Podemos creyentes de las distintas y variopintas religiones existentes, agnósticos o ateos. Depende de la persona, ser una u otra cosa le puede acarrear mayor o menor bienestar, estén equivocados o no. Quizás nosotros preferimos admitir la realidad tal y como es porque vivimos más a gusto con nosotros mismos. También hay gente que en un mundo sin fantasías sobrenaturales y amigos imaginarios no son capaces de vivir a gusto. Y cada uno puede creer las tonterías que quiera, pero como en la política, no puedes imponer tus creencias a los demás. Aunque creas en algo muy apasionadamente tienes que admitir que te puedes estar equivocando. Nadie es un iluminado tal que pueda tener en cuenta todos los factores para poder asegurar que una política va a ser un éxito. Es que hasta en hechos pasados y bien documentados, el poder decir que han funcionado o no está sujeto a una interpretación subjetiva.
* Y no lo digo de broma. En España la discusión de si la tortilla de patatas va o no con cebolla es un clásico, y hay gente que hasta se enfada por esa tontería.