Con la venia de los ateos ¡DIOS EXISTE!
Publicado: Sab Mar 07, 2009 1:12 am
Gregorio Tena | Con la venia de los ateos: ¡DIOS EXISTE!
Redacción | Publicado el 4 Marzo, 2009 |
“…”el desarrollo moderno de la ciencia trae innumerables efectos positivos, que deben ser reconocidos. Sin embargo, al mismo tiempo, es necesario admitir que la tendencia a considerar verdadero sólo aquello que es experimentable constituye una limitación de la razón humana y produce una terrible esquizofrenia, por la cual conviven racionalismo y materialismo, hipertecnología e instintividad desenfrenada”. (Del Papa Benedicto XVI al recordar la fiesta litúrgica de Santo Tomás de Aquino, el 28 Ene. 07.-)
“Caminante no hay camino, se hace camino al andar,” decía A. Machado en su poético cantar, pero si lo andado se desdibuja durante la marcha, no hay camino, sino sólo pasos que no saben a dónde van, arrastrando a algunos caminantes científicos a recorrer los bosques del escepticismo y agnosticismo, que les empujan a una vida sin esperanza, y les deja cerradas todas las vías de acceso hacia un horizonte trascendental. Su cientificismo y metodología les ha dejado tirados en el asfalto empirológico, que les impide despegar. Se han quedado encerrados en el binomio hombre-mundo, y no pueden alzar el vuelo hacia el cielo abierto del Ser Necesario y Trascendental, causa de todo ser y realidad. Así, sus pasos solamente los llevan a la nada sin más.
De este modo, por ejemplo, mientras que la gran mayoría de los norteamericanos se reconoce creyente, en el ambiente científico domina el escepticismo. Así, el trabajo de Larson y Witham vendría a comprobar una vez más el hecho de que muchos científicos tienen ya prejuicios acerca de algunas verdades que enseña la fe tales como la creación, la vida después de la vida o la existencia de Dios, sobre las cuales la ciencia no tiene competencia. ¿Por qué? Porque le sobrepasa en lo estrictamente empirológico reducido sumisamente al campo espacio-temporal de lo comprobable y verificable, que, a su vez, queda sumergido en la tremenda angustia de la indeterminación haciendo imposible eliminar el error, no sólo en la incertidumbre matemática, sino, también, en la propia realidad subatómica indeterminada, porque cuanta mayor certeza se busca en determinar la posición de una partícula, menos se conoce su cantidad de movimiento lineal, es decir, la indeterminación no es solo algo relacionado con la medición, sino que intrínsecamente las partículas tienen cierto nivel de indeterminación, o sea, nos damos de bruces ante la indeterminación óntico-estructural de la realidad microscómica y la limitación del conocimiento racional, o de la razón frente a la observación experimental de un partícula durante su proceso de medición con precisión infinita en cuanto a su posición y velocidad simultánea.
En definitiva, sin quererlo señores ateos, la misma verificabilidad de lo experimentable de la que VV. alardean, como exactitud científica, ha quedado tirada por los suelos y totalmente desgarrada frustrándoles el acotamiento de lo estrictamente empírico y material, para arrojarles al gran océano de esa gran “Metarrealidad meta-empírica llamada la necesariedad del Ser.”
Y desde el campo del conocimiento lógico matemático acerca de la “matriz mecánica” de Heisenberg, a los más que se puede llegar es a una probabilidad estadística, que de ningún modo puede eludir el error por muy pequeñísimo que sea su coeficiente, o sea, en el campo del conocimiento, es imposible salirse de las arenas movedizas del error probabilístico, carente de todo asentimiento de certeza que conduce a la mente humana a las fosas de la equivocación, dejando al científico ante su propia limitación y contingencia en el orden del ser y del conocer.
También sucede esto, de diversa manera, en el ámbito óntico de la realidad microscópica, por lo que la comprobación y la verificación desaparecen como tales en el mundo subatómico; lo que hace a muchos científicos, no a la mayoría, quedarse al borde del precipicio de la insensatez a causa de sus prejuicios, negando la “metarrealidad” colindante al otro lado de la frontera de la constante” de Planck, que manifiesta que la “ciencia es incapaz de explicar los comportamientos de los átomos cuando la fuerza de la gravedad llega a ser extrema,” “porque la gravedad del minúsculo universo no está aún en los planetas, en ninguna estrella o galaxia sobre los que ejerce su poder; pero, sin embargo, esa fuerza ya está ahí, interfiriendo con las partículas elementales que dependen de las fuerzas electromagnética y nuclear. Así pues, la gravedad levanta una barrera infranqueable ante cualquier investigación: Más allá del Muro de Planck es el misterio total.”(Grichka Bodganov.-Dios y la Ciencia). Aquí la sabiduría mundana choca frontalmente con su propia finitud, pero la gran falla de estos científicos estriba en no reconocer las propias fronteras de la condición humana.
Entre ambas posiciones, la constante de Planck y la indeterminación-incertidumbre heisenbergiana, se da una convergencia sobre esa “metarrealidad existente,” situada al otro lado de la realidad microscómica, que, también, subyace en la tesis del combinado ondulatorio-corpuscular de Louis de Broglie. Por eso, dejarse arrastrar por la ensoberbecida vanidad de creerse como dioses (Gn: 3,5;) no reconociendo la Causa Incausada, que Sto. Tomás demostró, muy bien, en sus vías 2ª y 3ª; haciendo caso omiso a los procedimientos demostrativos, científicamente, empirológicos y filosóficos sobre la existencia de Dios, antes relatadas, proponiendo como única salida viable el azar, me parece de una torpeza supina.
Porque el azar conduce a un callejón sin salida, ya que éste tiene como fundamento lo casual o aleatorio que nunca fue una explicación científica, pero ahora lo es menos que nunca debido a que ha quedado como la única salida a la desesperada para los que no pueden creer en Dios. Y la prueba está en los trabajos realizados a través de ordenadores, que han llegado a establecer que el cálculo de posibilidades concedida a la casualidad para que sufriera una ínfima alteración algunas de las constantes esenciales como la gravitación, la velocidad de la luz o la constante de Planck, con repercusiones nefastas para los seres vivos e inteligentes e incluso el mismo universo, tendría las mismas posibilidades que el arrojar 50.000 veces un dado y obtener en todas estas veces el mismo resultado, es decir , prácticamente imposible.
Por ello, la ciencia quántica del micro-universo nos ha dado un giro copernicano en el conocimiento, pensamiento e investigación de la realidad misma en su mismidad energético-corpuscular. Nos han puesto frente a las puertas fronterizas de la “metarrealidad” y de su “metapensamiento lógico.” Lo que ha destrozado la predicción determinativa de la ciencia clásica. Y dejado a los ateos científicos y sus seguidores ideológicos en el infierno de un probabilismo, situado en la vía muerta del ser y del conocer.
Después de lo acontecido, científicamente, no sé cómo los ateos pueden ser tan atrevidos a tirarse, sin el doble paracaídas del “metarrealismo y metapensamiento- lógico-lingüístico,” desde la gran altura del probabilismo proponiendo unas frases publicistas, impresas en los autobuses, como “Dios, probablemente, no existe, pásatelo bien,” a pesar de que la realidad del mundo científico actual, de alto nivel, ya no justifica el racionalismo tradicional y fanático, ni sus engendros como el materialismo y otras filosofías derivadas, y, sin embargo, entornan sus ojos ante el significado del principio de incertidumbre, constante de Planck etc., que manifiestan que el Universo y el microcosmos son más complejos de lo que se suponía, pero no irracionales haciéndoles caer de narices ante una racionalidad de significativa inteligibilidad que “está ahí y ahí está, como la Puerta de Alcalá, mírala, mírala.
Con la venia señores ateos, aunque embriagados, muchos de VV., con el perfume doctrinal gnóstico de los acacias, les tengo que decir con rotundidad que: ¡DIOS, SÍ EXISTE! Abalado por muchísimos científicos, premios Nobel. Pero para no hacerme tan cansino, sólo citaré a un ilustre poeta español de la generación del 98, agnóstico, que en su melancólica inquietud vital llegó a soñar: “Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.”
http://www.minutodigital.com/actualidad ... os-existe/
Redacción | Publicado el 4 Marzo, 2009 |
“…”el desarrollo moderno de la ciencia trae innumerables efectos positivos, que deben ser reconocidos. Sin embargo, al mismo tiempo, es necesario admitir que la tendencia a considerar verdadero sólo aquello que es experimentable constituye una limitación de la razón humana y produce una terrible esquizofrenia, por la cual conviven racionalismo y materialismo, hipertecnología e instintividad desenfrenada”. (Del Papa Benedicto XVI al recordar la fiesta litúrgica de Santo Tomás de Aquino, el 28 Ene. 07.-)
“Caminante no hay camino, se hace camino al andar,” decía A. Machado en su poético cantar, pero si lo andado se desdibuja durante la marcha, no hay camino, sino sólo pasos que no saben a dónde van, arrastrando a algunos caminantes científicos a recorrer los bosques del escepticismo y agnosticismo, que les empujan a una vida sin esperanza, y les deja cerradas todas las vías de acceso hacia un horizonte trascendental. Su cientificismo y metodología les ha dejado tirados en el asfalto empirológico, que les impide despegar. Se han quedado encerrados en el binomio hombre-mundo, y no pueden alzar el vuelo hacia el cielo abierto del Ser Necesario y Trascendental, causa de todo ser y realidad. Así, sus pasos solamente los llevan a la nada sin más.
De este modo, por ejemplo, mientras que la gran mayoría de los norteamericanos se reconoce creyente, en el ambiente científico domina el escepticismo. Así, el trabajo de Larson y Witham vendría a comprobar una vez más el hecho de que muchos científicos tienen ya prejuicios acerca de algunas verdades que enseña la fe tales como la creación, la vida después de la vida o la existencia de Dios, sobre las cuales la ciencia no tiene competencia. ¿Por qué? Porque le sobrepasa en lo estrictamente empirológico reducido sumisamente al campo espacio-temporal de lo comprobable y verificable, que, a su vez, queda sumergido en la tremenda angustia de la indeterminación haciendo imposible eliminar el error, no sólo en la incertidumbre matemática, sino, también, en la propia realidad subatómica indeterminada, porque cuanta mayor certeza se busca en determinar la posición de una partícula, menos se conoce su cantidad de movimiento lineal, es decir, la indeterminación no es solo algo relacionado con la medición, sino que intrínsecamente las partículas tienen cierto nivel de indeterminación, o sea, nos damos de bruces ante la indeterminación óntico-estructural de la realidad microscómica y la limitación del conocimiento racional, o de la razón frente a la observación experimental de un partícula durante su proceso de medición con precisión infinita en cuanto a su posición y velocidad simultánea.
En definitiva, sin quererlo señores ateos, la misma verificabilidad de lo experimentable de la que VV. alardean, como exactitud científica, ha quedado tirada por los suelos y totalmente desgarrada frustrándoles el acotamiento de lo estrictamente empírico y material, para arrojarles al gran océano de esa gran “Metarrealidad meta-empírica llamada la necesariedad del Ser.”
Y desde el campo del conocimiento lógico matemático acerca de la “matriz mecánica” de Heisenberg, a los más que se puede llegar es a una probabilidad estadística, que de ningún modo puede eludir el error por muy pequeñísimo que sea su coeficiente, o sea, en el campo del conocimiento, es imposible salirse de las arenas movedizas del error probabilístico, carente de todo asentimiento de certeza que conduce a la mente humana a las fosas de la equivocación, dejando al científico ante su propia limitación y contingencia en el orden del ser y del conocer.
También sucede esto, de diversa manera, en el ámbito óntico de la realidad microscópica, por lo que la comprobación y la verificación desaparecen como tales en el mundo subatómico; lo que hace a muchos científicos, no a la mayoría, quedarse al borde del precipicio de la insensatez a causa de sus prejuicios, negando la “metarrealidad” colindante al otro lado de la frontera de la constante” de Planck, que manifiesta que la “ciencia es incapaz de explicar los comportamientos de los átomos cuando la fuerza de la gravedad llega a ser extrema,” “porque la gravedad del minúsculo universo no está aún en los planetas, en ninguna estrella o galaxia sobre los que ejerce su poder; pero, sin embargo, esa fuerza ya está ahí, interfiriendo con las partículas elementales que dependen de las fuerzas electromagnética y nuclear. Así pues, la gravedad levanta una barrera infranqueable ante cualquier investigación: Más allá del Muro de Planck es el misterio total.”(Grichka Bodganov.-Dios y la Ciencia). Aquí la sabiduría mundana choca frontalmente con su propia finitud, pero la gran falla de estos científicos estriba en no reconocer las propias fronteras de la condición humana.
Entre ambas posiciones, la constante de Planck y la indeterminación-incertidumbre heisenbergiana, se da una convergencia sobre esa “metarrealidad existente,” situada al otro lado de la realidad microscómica, que, también, subyace en la tesis del combinado ondulatorio-corpuscular de Louis de Broglie. Por eso, dejarse arrastrar por la ensoberbecida vanidad de creerse como dioses (Gn: 3,5;) no reconociendo la Causa Incausada, que Sto. Tomás demostró, muy bien, en sus vías 2ª y 3ª; haciendo caso omiso a los procedimientos demostrativos, científicamente, empirológicos y filosóficos sobre la existencia de Dios, antes relatadas, proponiendo como única salida viable el azar, me parece de una torpeza supina.
Porque el azar conduce a un callejón sin salida, ya que éste tiene como fundamento lo casual o aleatorio que nunca fue una explicación científica, pero ahora lo es menos que nunca debido a que ha quedado como la única salida a la desesperada para los que no pueden creer en Dios. Y la prueba está en los trabajos realizados a través de ordenadores, que han llegado a establecer que el cálculo de posibilidades concedida a la casualidad para que sufriera una ínfima alteración algunas de las constantes esenciales como la gravitación, la velocidad de la luz o la constante de Planck, con repercusiones nefastas para los seres vivos e inteligentes e incluso el mismo universo, tendría las mismas posibilidades que el arrojar 50.000 veces un dado y obtener en todas estas veces el mismo resultado, es decir , prácticamente imposible.
Por ello, la ciencia quántica del micro-universo nos ha dado un giro copernicano en el conocimiento, pensamiento e investigación de la realidad misma en su mismidad energético-corpuscular. Nos han puesto frente a las puertas fronterizas de la “metarrealidad” y de su “metapensamiento lógico.” Lo que ha destrozado la predicción determinativa de la ciencia clásica. Y dejado a los ateos científicos y sus seguidores ideológicos en el infierno de un probabilismo, situado en la vía muerta del ser y del conocer.
Después de lo acontecido, científicamente, no sé cómo los ateos pueden ser tan atrevidos a tirarse, sin el doble paracaídas del “metarrealismo y metapensamiento- lógico-lingüístico,” desde la gran altura del probabilismo proponiendo unas frases publicistas, impresas en los autobuses, como “Dios, probablemente, no existe, pásatelo bien,” a pesar de que la realidad del mundo científico actual, de alto nivel, ya no justifica el racionalismo tradicional y fanático, ni sus engendros como el materialismo y otras filosofías derivadas, y, sin embargo, entornan sus ojos ante el significado del principio de incertidumbre, constante de Planck etc., que manifiestan que el Universo y el microcosmos son más complejos de lo que se suponía, pero no irracionales haciéndoles caer de narices ante una racionalidad de significativa inteligibilidad que “está ahí y ahí está, como la Puerta de Alcalá, mírala, mírala.
Con la venia señores ateos, aunque embriagados, muchos de VV., con el perfume doctrinal gnóstico de los acacias, les tengo que decir con rotundidad que: ¡DIOS, SÍ EXISTE! Abalado por muchísimos científicos, premios Nobel. Pero para no hacerme tan cansino, sólo citaré a un ilustre poeta español de la generación del 98, agnóstico, que en su melancólica inquietud vital llegó a soñar: “Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.”
http://www.minutodigital.com/actualidad ... os-existe/