El origen de las esencias.
Publicado: Mar Sep 15, 2009 4:24 am
1. Contingencia y esencia del ser en potencia
“El ser ES contingente”, es una declaración verdadera, fuera de toda duda. (Antes de seguir quiero aclarar que nunca en este mensaje utilizarè la palabra SER como verbo y sustantivo al mismo tiempo. Cuando necesite expresar sustantividad utilizarè la palabra "ente" a fin de evitar ambigüedades).
Si la existencia del ente es contingente querría decir, siguiendo rigurosamente el texto de la declaración, que el ente que aún no ES, es contingente, es decir, que es algo aún antes de existir, lo cual sería absurdo. Pero entonces ¿cómo debemos interpretar ese ES?. ¿Quién o qué “ES”?. Lo que es contingente es el propio ente específico, pero en potencia. Cuando un hombre y una mujer se unen, emerge la posibilidad contingente de que un nuevo ente llegue a existir. Esa posibilidad es el ente en potencia. Desde luego hay casos en que la posibilidad de que el ente llegue a existir es más inminente, por ejemplo, la posibilidad de que llegue a existir el ente árbol, pues en la semilla ya se apretuja la información requerida para construirlo, requiriendo solo que en su entorno se den las condiciones apropiadas.
Ahora bien, ¿cuál es la consistencia del ente en potencia?. Solo puede ser un conjunto de características básicas inteligibles, con lo cual nos introducimos en el tema de este primer mensaje de la serie. ¿Y qué es ese conjunto inteligible de características básicas?. Dado que el futuro ente no ha sido concebido siquiera, en el primer ejemplo, no podrían ser perceptibles sus características físicas, peor sus no físicas. Pero en cambio sí es inteligible su esencia humana. Si se sabe que la semilla es de pino, en el segundo ejemplo, también se podrá avizorar sus características básicas, es decir, su esencia, aunque no se sepa su altura exacta o el diámetro de su tronco. Y si existe la esencia del ente en potencia, es lógico pensar que también exista la esencia del ente existente.
Todo esto nos lleva a la necesidad de definir qué se entiende por esencia del ente, aclarando previamente que la esencia también es un ente, un ente no físico pero sí inteligible, puesto que también existe, es decir, también está en la realidad.
2. Caracterizaciòn y existencia de la esencia
Concibo a la esencia de una forma que no concuerda con la “idea” de Platón, con la que, sin embargo, tiene cierta similitud. La idea platónica también es un arquetipo, un paradigma, que existe independientemente del ente, pero además es productor de éste. En cambio, la esencia, como yo la concibo, no tiene, por sí sola, capacidad productora de entes. La idea platónica es el producto del esfuerzo que hace su autor por encontrar lo absoluto, lo primordial, lo que en último término genera todos los entes, por eso tuvo que asignarle capacidad creadora. En todo caso, el concepto de esencia que utilizo en este mensaje, es la misma idea platónica, pero sin capacidad de producir los entes por sí misma. Por eso mismo no concibo a la esencia como ente primordial, como lo absoluto. Es simplemente un conjunto de características que definen cada género o subgénero de entes. Por lo tanto, existen tantas esencias cuantos géneros o subgéneros de entes existen. Y si existe una esencia para cada género o subgénero de ente, mal puede la esencia ser el ente primordial, lo absoluto.
Quizás el asunto de las esencias pueda verse con más claridad si consideramos por separado las dos categorías en que podemos clasificar las esencias y sus entes atendiendo a su origen: las culturales y las naturales. Tomemos el caso de las esencias culturales, la de una mesa, por ejemplo. Es evidente que el carpintero que la construye tiene en su mente el arquetipo de lo que va a construir, es decir, la esencia. En este caso la mesa se ajusta a ese modelo; el modelo queda incorporado en la mesa; está en la mesa, como también en la mente del carpintero. Por lo tanto la esencia de mesa existe como ente inteligible en la mente del carpintero, y también en la mesa concreta. Supongamos que sin tener registrada en nuestra mente la esencia de mesa, nos viéramos ante un centenar de ellas, de diferentes diseños, tamaños y colores, fabricadas por otros seres inteligentes, diferentes a nosotros. Aún sin tener en nuestra mente la representación de mesa, podríamos en ese momento hacer una singularización, un arquetipo de todas ellas, y empezar a representárnoslo en nuestra mente. ¿Por qué habríamos podido hacerlo?. Porque el arquetipo existía, y estaba incorporado en todas y cada una de las cien mesas, así como en la mente de sus fabricantes, y lo que hicimos nosotros fue percibirlo, asimilarlo.
Por otro lado, la esencia no es el mero conjunto de elementos que la conforman, sino también la manera cómo ellos se articulan, es decir, la manera cómo funcionan en conjunto. La esencia de árbol no es el mero conjunto estructural formado por la raíz, el tronco, las ramas y las hojas, sino también la manera cómo esos elementos se articulan entre sí, y la manera cómo funcionan. Si el tronco, las ramas y las hojas estuvieran bajo tierra y fueran más bien las raíces las que se mecieran movidas por el viento, eso sería cualquier cosa menos lo que conocemos como árbol, a pesar de que tendría las mismas partes estructurales de cualquier árbol. La esencia, por tanto, no es solo el conjunto de elementos estructurales del ente, sino también su funcionalidad, el accionar del conjunto. Y dado que en la esencia hay elementos, articulación y funcionamiento, debe haber algo que hace que así sea la consistencia de la esencia. Además, las esencias naturales son iguales en todo el planeta. La esencia de árbol en la Conchinchina es igual a la del árbol del patio de mi casa. ¿Cómo así se produce esta homogeneidad?. ¿Qué hilo conductor es el responsable de que así ocurra en todas partes?.
La existencia de la esencia natural es algo de lo cual no cabe dudar. Basta pensar en la “patroneidad” con la que una y otra vez se producen los entes naturales, para convencernos de que existe. La patroneidad existe, por lo tanto la esencia también existe, de la misma manera como existen las esencias de las cosas culturales. Si los entes de cada género no se produjeran conforme a un determinado patrón de características estructurales y funcionales, sino que éstas fuesen cambiantes, no habría esencia referencial alguna. Habrían árboles permanentemente enraizados a la tierra, claro, pero por ahí surgirían otros con capacidad para elevarse por los aires e ir a plantarse en el lugar de su preferencia. Pero como las cosas no ocurren así, sino que la producción de entes se sujeta a cierta patroneidad fija, significa que las esencias existen. La patroneidad es la prueba de la existencia de las esencias.
3. La representación de la esencia.
Así pues, entendida como arquetipo, la esencia es una especie de síntesis organizada de cosas, una singularización en la que se resume una pluralidad de entes, singularización en la que encajan todos los entes a los que la respectiva esencia se refiere. Constato la existencia de una gran cantidad y variedad de ciertos entes que tienen raíces, tronco, ramas y hojas; luego hago un resumen, una singularización de todos ellos en mi mente y la denomino “árbol”. Pero el “árbol” en sí es una esencia, en tanto que el concepto “árbol” que está en mi mente, es su representación. Una diferenciación sutil pero real y necesaria. Compruebo que hay mucha heterogeneidad entre los entes contenidos en la esencia “árbol”; que los hay altos y bajos, frondosos y ralos, de tronco grueso y de tronco delgado, todos esos son los árboles específicos, los árboles objetivizados, pero la esencia "árbol", que comprende todas las características comunes a todos los árboles, los contiene a todos ellos. Por otro lado, nuestras representaciones de las esencias las identificamos con palabras: una palabra o grupo de palabras por cada esencia. Arbol, pez, posibilidad, vehículo espacial: cuando pronunciamos una de estas palabras o grupo de palabras, lo que viene a nuestra mente no necesariamente es un algarrobo, un atún, un juego de bingo o un shuttle, sino singularizaciones, en cada una de las cuales queda comprendido cualquier árbol, cualquier pez, cualquier posibilidad, cualquier vehículo espacial.
4. Las esencias primordiales
¿Son las esencias anteriores a los entes?. Al considerar los entes actuales necesariamente tenemos que concluir que sí lo son, pues si fueran coetáneas o posteriores a los entes, no habría forma de entender cómo así los entes se producen conforme a esos patrones predeterminados que son las esencias. Un pez que se produjese en momentos que la esencia pez no existiese aún, sería irreconocible como pez. La única forma de entender que los entes actuales se producen conforme a sus respectivas esencias, es reconociendo que las esencias son anteriores a los entes. Solo siendo anteriores a los entes, pueden constituirse en patrones de la realidad. Así, la formación previa de las esencias resulta ser el punto de partida de la realidad óntica.
El asunto se complica cuando consideramos la o las esencias de entes naturales que aún no existen, es decir, cuando se considera la o las primeras esencias. Imaginémonos a las primeras moléculas carbonadas, allá en la sopa primordial, agrupándose para formar la primera célula. ¡La flauta!, ¿cómo diablos “sabían” lo que tenían que hacer para dar comienzo a la vida?. ¡Y no era nada sencillo lo que estaban construyendo, era algo estructural y funcionalmente maravilloso, algo cuya esencia era espectacular!. Solo dos posibilidades: tenían la información para hacerlo, o no la tenían. Podemos suponer que si lo “sabían” era porque en lo más recóndito de si mismas contaban con las “instrucciones del fabricante”. Pero si no la tenían, y sin embargo lo hicieron, y con tan grande suceso, entonces el proceso fue espontáneo, totalmente espontáneo, a pesar de no contar con una previa esencia de célula que guíe su actividad. Una espontaneidad así, absoluta, tendría sorprendentes implicaciones, difíciles de entender. Tratemos pues de desmenuzar las implicaciones de tal espontaneidad, de esa espontaneidad absoluta en la que los no creyentes basan su visión de la vida.
Los no creyentes dirían que, precisamente por ser espontáneo, el proceso que dio lugar a la emergencia de la vida no requirió de diseño inteligente. Pero la verdad es que sí hubo diseño inteligente. No es posible negar el diseño inteligente intrínseco que existe en la célula creada por las moléculas carbonadas. Imposible negar que en la estructura y funcionamiento de los componentes de la célula no hay diseño inteligente. Imposible negar que, por ejemplo, en la estructura y funcionamiento del ADN y ARN no hay diseño inteligente. Que si tal diseño fue de origen divino o no, eso es harina de otro costal, pero el diseño inteligente existió y existe. Y como de hecho sí hubo diseño inteligente, la espontaneidad absoluta implicaría, en la visión de los no creyentes, que el diseño surgió sin esencia previa, es decir, sin referentes. Y eso es otra piedra en el zapato, pues por el contrario, la construcción de la célula claramente siguió un patrón, un patrón que la naturaleza siguió en todas las latitudes del planeta.
Y no solo eso. La espontaneidad absoluta también implicaría que fue un diseño sin conciencia, es decir, sin aquella conciencia capacitada para diseñar y construir, pues no cabe atribuirle conciencia a las moléculas que se juntaron para crear la célula. Es mucho menos creíble que por sí solas tales moléculas ya hayan tenido conciencia, que la idea de los propios evolucionistas de que la conciencia emergió mucho después, luego de un larguísimo proceso evolutivo. Karl Sagan subtituló así a su libro “Cosmos”: “Una evolución cósmica de quince mil millones de años que ha transformado la materia en vida y conciencia”, que sugiere que la conciencia que conocemos emergió miles de millones de años después del agrupamiento de las moléculas carbonadas para formar las primeras células.
En suma, se trataría de una espontaneidad absoluta que creó la célula sin patrón previo, sin esencia ni conciencia, y sin embargo con diseño inteligente. El no creyente diría que eso no tiene importancia pues alguna pues la esencia se fue formando de a poco, junto con la célula en proceso de formación, es decir, sin orden, sin disciplina, incluso sin que sus constructoras tuviesen conciencia de lo que hacían, y en lugar de que todo eso produjese un frankenstein, produjo una estructura maravillosamente ordenada, y replicada en todas partes del planeta. ¡Pero qué jodida espontaneidad eh!. ¡Qué difícil entenderla!. En todo caso, yo no afirmo ni niego que la vida haya empezado de la manera como las teorías científicas dicen que empezó. Ese no es el punto materia de este mensaje. El punto en debate es determinar si la espontaneidad absoluta en la que creen los no creyentes es plausible, o por el contrario, es necesario intentar columbrar qué hay detrás de la supuesta espontaneidad absoluta.
Ahora bien, si es tan difícil para los creyentes aceptar que la espontaneidad absoluta sea la explicación del surgimiento de la vida, pero, por otro lado, para los no creyentes también les es difícil aceptar actos ad-hoc de creación de cada ente, la célula en este caso, surge esta pregunta: ¿habría alguna explicación intermedia más plausible?. En este punto otra vez me remito a Sagan, quien hace una reflexión inquietante al respecto. Luego de señalar que el registro fósil sugiere un proceso evolutivo de tanteo, y por lo tanto una cierta incapacidad de anticipar el futuro, y que todo eso no concuerda con la idea de un Gran Diseñador eficiente, admite que, sin embargo, sí concuerda con la idea de “un Diseñador de un temperamento más distante e indirecto” (énfasis agregado)
“El ser ES contingente”, es una declaración verdadera, fuera de toda duda. (Antes de seguir quiero aclarar que nunca en este mensaje utilizarè la palabra SER como verbo y sustantivo al mismo tiempo. Cuando necesite expresar sustantividad utilizarè la palabra "ente" a fin de evitar ambigüedades).
Si la existencia del ente es contingente querría decir, siguiendo rigurosamente el texto de la declaración, que el ente que aún no ES, es contingente, es decir, que es algo aún antes de existir, lo cual sería absurdo. Pero entonces ¿cómo debemos interpretar ese ES?. ¿Quién o qué “ES”?. Lo que es contingente es el propio ente específico, pero en potencia. Cuando un hombre y una mujer se unen, emerge la posibilidad contingente de que un nuevo ente llegue a existir. Esa posibilidad es el ente en potencia. Desde luego hay casos en que la posibilidad de que el ente llegue a existir es más inminente, por ejemplo, la posibilidad de que llegue a existir el ente árbol, pues en la semilla ya se apretuja la información requerida para construirlo, requiriendo solo que en su entorno se den las condiciones apropiadas.
Ahora bien, ¿cuál es la consistencia del ente en potencia?. Solo puede ser un conjunto de características básicas inteligibles, con lo cual nos introducimos en el tema de este primer mensaje de la serie. ¿Y qué es ese conjunto inteligible de características básicas?. Dado que el futuro ente no ha sido concebido siquiera, en el primer ejemplo, no podrían ser perceptibles sus características físicas, peor sus no físicas. Pero en cambio sí es inteligible su esencia humana. Si se sabe que la semilla es de pino, en el segundo ejemplo, también se podrá avizorar sus características básicas, es decir, su esencia, aunque no se sepa su altura exacta o el diámetro de su tronco. Y si existe la esencia del ente en potencia, es lógico pensar que también exista la esencia del ente existente.
Todo esto nos lleva a la necesidad de definir qué se entiende por esencia del ente, aclarando previamente que la esencia también es un ente, un ente no físico pero sí inteligible, puesto que también existe, es decir, también está en la realidad.
2. Caracterizaciòn y existencia de la esencia
Concibo a la esencia de una forma que no concuerda con la “idea” de Platón, con la que, sin embargo, tiene cierta similitud. La idea platónica también es un arquetipo, un paradigma, que existe independientemente del ente, pero además es productor de éste. En cambio, la esencia, como yo la concibo, no tiene, por sí sola, capacidad productora de entes. La idea platónica es el producto del esfuerzo que hace su autor por encontrar lo absoluto, lo primordial, lo que en último término genera todos los entes, por eso tuvo que asignarle capacidad creadora. En todo caso, el concepto de esencia que utilizo en este mensaje, es la misma idea platónica, pero sin capacidad de producir los entes por sí misma. Por eso mismo no concibo a la esencia como ente primordial, como lo absoluto. Es simplemente un conjunto de características que definen cada género o subgénero de entes. Por lo tanto, existen tantas esencias cuantos géneros o subgéneros de entes existen. Y si existe una esencia para cada género o subgénero de ente, mal puede la esencia ser el ente primordial, lo absoluto.
Quizás el asunto de las esencias pueda verse con más claridad si consideramos por separado las dos categorías en que podemos clasificar las esencias y sus entes atendiendo a su origen: las culturales y las naturales. Tomemos el caso de las esencias culturales, la de una mesa, por ejemplo. Es evidente que el carpintero que la construye tiene en su mente el arquetipo de lo que va a construir, es decir, la esencia. En este caso la mesa se ajusta a ese modelo; el modelo queda incorporado en la mesa; está en la mesa, como también en la mente del carpintero. Por lo tanto la esencia de mesa existe como ente inteligible en la mente del carpintero, y también en la mesa concreta. Supongamos que sin tener registrada en nuestra mente la esencia de mesa, nos viéramos ante un centenar de ellas, de diferentes diseños, tamaños y colores, fabricadas por otros seres inteligentes, diferentes a nosotros. Aún sin tener en nuestra mente la representación de mesa, podríamos en ese momento hacer una singularización, un arquetipo de todas ellas, y empezar a representárnoslo en nuestra mente. ¿Por qué habríamos podido hacerlo?. Porque el arquetipo existía, y estaba incorporado en todas y cada una de las cien mesas, así como en la mente de sus fabricantes, y lo que hicimos nosotros fue percibirlo, asimilarlo.
Por otro lado, la esencia no es el mero conjunto de elementos que la conforman, sino también la manera cómo ellos se articulan, es decir, la manera cómo funcionan en conjunto. La esencia de árbol no es el mero conjunto estructural formado por la raíz, el tronco, las ramas y las hojas, sino también la manera cómo esos elementos se articulan entre sí, y la manera cómo funcionan. Si el tronco, las ramas y las hojas estuvieran bajo tierra y fueran más bien las raíces las que se mecieran movidas por el viento, eso sería cualquier cosa menos lo que conocemos como árbol, a pesar de que tendría las mismas partes estructurales de cualquier árbol. La esencia, por tanto, no es solo el conjunto de elementos estructurales del ente, sino también su funcionalidad, el accionar del conjunto. Y dado que en la esencia hay elementos, articulación y funcionamiento, debe haber algo que hace que así sea la consistencia de la esencia. Además, las esencias naturales son iguales en todo el planeta. La esencia de árbol en la Conchinchina es igual a la del árbol del patio de mi casa. ¿Cómo así se produce esta homogeneidad?. ¿Qué hilo conductor es el responsable de que así ocurra en todas partes?.
La existencia de la esencia natural es algo de lo cual no cabe dudar. Basta pensar en la “patroneidad” con la que una y otra vez se producen los entes naturales, para convencernos de que existe. La patroneidad existe, por lo tanto la esencia también existe, de la misma manera como existen las esencias de las cosas culturales. Si los entes de cada género no se produjeran conforme a un determinado patrón de características estructurales y funcionales, sino que éstas fuesen cambiantes, no habría esencia referencial alguna. Habrían árboles permanentemente enraizados a la tierra, claro, pero por ahí surgirían otros con capacidad para elevarse por los aires e ir a plantarse en el lugar de su preferencia. Pero como las cosas no ocurren así, sino que la producción de entes se sujeta a cierta patroneidad fija, significa que las esencias existen. La patroneidad es la prueba de la existencia de las esencias.
3. La representación de la esencia.
Así pues, entendida como arquetipo, la esencia es una especie de síntesis organizada de cosas, una singularización en la que se resume una pluralidad de entes, singularización en la que encajan todos los entes a los que la respectiva esencia se refiere. Constato la existencia de una gran cantidad y variedad de ciertos entes que tienen raíces, tronco, ramas y hojas; luego hago un resumen, una singularización de todos ellos en mi mente y la denomino “árbol”. Pero el “árbol” en sí es una esencia, en tanto que el concepto “árbol” que está en mi mente, es su representación. Una diferenciación sutil pero real y necesaria. Compruebo que hay mucha heterogeneidad entre los entes contenidos en la esencia “árbol”; que los hay altos y bajos, frondosos y ralos, de tronco grueso y de tronco delgado, todos esos son los árboles específicos, los árboles objetivizados, pero la esencia "árbol", que comprende todas las características comunes a todos los árboles, los contiene a todos ellos. Por otro lado, nuestras representaciones de las esencias las identificamos con palabras: una palabra o grupo de palabras por cada esencia. Arbol, pez, posibilidad, vehículo espacial: cuando pronunciamos una de estas palabras o grupo de palabras, lo que viene a nuestra mente no necesariamente es un algarrobo, un atún, un juego de bingo o un shuttle, sino singularizaciones, en cada una de las cuales queda comprendido cualquier árbol, cualquier pez, cualquier posibilidad, cualquier vehículo espacial.
4. Las esencias primordiales
¿Son las esencias anteriores a los entes?. Al considerar los entes actuales necesariamente tenemos que concluir que sí lo son, pues si fueran coetáneas o posteriores a los entes, no habría forma de entender cómo así los entes se producen conforme a esos patrones predeterminados que son las esencias. Un pez que se produjese en momentos que la esencia pez no existiese aún, sería irreconocible como pez. La única forma de entender que los entes actuales se producen conforme a sus respectivas esencias, es reconociendo que las esencias son anteriores a los entes. Solo siendo anteriores a los entes, pueden constituirse en patrones de la realidad. Así, la formación previa de las esencias resulta ser el punto de partida de la realidad óntica.
El asunto se complica cuando consideramos la o las esencias de entes naturales que aún no existen, es decir, cuando se considera la o las primeras esencias. Imaginémonos a las primeras moléculas carbonadas, allá en la sopa primordial, agrupándose para formar la primera célula. ¡La flauta!, ¿cómo diablos “sabían” lo que tenían que hacer para dar comienzo a la vida?. ¡Y no era nada sencillo lo que estaban construyendo, era algo estructural y funcionalmente maravilloso, algo cuya esencia era espectacular!. Solo dos posibilidades: tenían la información para hacerlo, o no la tenían. Podemos suponer que si lo “sabían” era porque en lo más recóndito de si mismas contaban con las “instrucciones del fabricante”. Pero si no la tenían, y sin embargo lo hicieron, y con tan grande suceso, entonces el proceso fue espontáneo, totalmente espontáneo, a pesar de no contar con una previa esencia de célula que guíe su actividad. Una espontaneidad así, absoluta, tendría sorprendentes implicaciones, difíciles de entender. Tratemos pues de desmenuzar las implicaciones de tal espontaneidad, de esa espontaneidad absoluta en la que los no creyentes basan su visión de la vida.
Los no creyentes dirían que, precisamente por ser espontáneo, el proceso que dio lugar a la emergencia de la vida no requirió de diseño inteligente. Pero la verdad es que sí hubo diseño inteligente. No es posible negar el diseño inteligente intrínseco que existe en la célula creada por las moléculas carbonadas. Imposible negar que en la estructura y funcionamiento de los componentes de la célula no hay diseño inteligente. Imposible negar que, por ejemplo, en la estructura y funcionamiento del ADN y ARN no hay diseño inteligente. Que si tal diseño fue de origen divino o no, eso es harina de otro costal, pero el diseño inteligente existió y existe. Y como de hecho sí hubo diseño inteligente, la espontaneidad absoluta implicaría, en la visión de los no creyentes, que el diseño surgió sin esencia previa, es decir, sin referentes. Y eso es otra piedra en el zapato, pues por el contrario, la construcción de la célula claramente siguió un patrón, un patrón que la naturaleza siguió en todas las latitudes del planeta.
Y no solo eso. La espontaneidad absoluta también implicaría que fue un diseño sin conciencia, es decir, sin aquella conciencia capacitada para diseñar y construir, pues no cabe atribuirle conciencia a las moléculas que se juntaron para crear la célula. Es mucho menos creíble que por sí solas tales moléculas ya hayan tenido conciencia, que la idea de los propios evolucionistas de que la conciencia emergió mucho después, luego de un larguísimo proceso evolutivo. Karl Sagan subtituló así a su libro “Cosmos”: “Una evolución cósmica de quince mil millones de años que ha transformado la materia en vida y conciencia”, que sugiere que la conciencia que conocemos emergió miles de millones de años después del agrupamiento de las moléculas carbonadas para formar las primeras células.
En suma, se trataría de una espontaneidad absoluta que creó la célula sin patrón previo, sin esencia ni conciencia, y sin embargo con diseño inteligente. El no creyente diría que eso no tiene importancia pues alguna pues la esencia se fue formando de a poco, junto con la célula en proceso de formación, es decir, sin orden, sin disciplina, incluso sin que sus constructoras tuviesen conciencia de lo que hacían, y en lugar de que todo eso produjese un frankenstein, produjo una estructura maravillosamente ordenada, y replicada en todas partes del planeta. ¡Pero qué jodida espontaneidad eh!. ¡Qué difícil entenderla!. En todo caso, yo no afirmo ni niego que la vida haya empezado de la manera como las teorías científicas dicen que empezó. Ese no es el punto materia de este mensaje. El punto en debate es determinar si la espontaneidad absoluta en la que creen los no creyentes es plausible, o por el contrario, es necesario intentar columbrar qué hay detrás de la supuesta espontaneidad absoluta.
Ahora bien, si es tan difícil para los creyentes aceptar que la espontaneidad absoluta sea la explicación del surgimiento de la vida, pero, por otro lado, para los no creyentes también les es difícil aceptar actos ad-hoc de creación de cada ente, la célula en este caso, surge esta pregunta: ¿habría alguna explicación intermedia más plausible?. En este punto otra vez me remito a Sagan, quien hace una reflexión inquietante al respecto. Luego de señalar que el registro fósil sugiere un proceso evolutivo de tanteo, y por lo tanto una cierta incapacidad de anticipar el futuro, y que todo eso no concuerda con la idea de un Gran Diseñador eficiente, admite que, sin embargo, sí concuerda con la idea de “un Diseñador de un temperamento más distante e indirecto” (énfasis agregado)