Quisiera salir al paso de la tan frecuente y manipuladora acusación por parte de muchos creyentes que imputan la falta de valores al alejamiento de la religión por parte de la sociedad.
La educación es un tema de muy difícil tratamiento. No en vano, en la actualidad, se dan unos factores inéditos en la historia de la civilización occidental. Una vez aparecida y consolidada la democracia que eliminó –o casi eliminó- la enseñanza religiosa de la educación escolar y a cuya eliminación se achaca la falta de valores –algo completamente falso- hay que plantearse el origen de la decadencia educacional desde perspectivas muy complejas que abarcan muchos factores desconocidos hasta el momento.
La desaparición de la represión religiosa –antaño amparada por gobiernos confesionales- ha dado lugar a una nueva libertad tanto de conciencia como de hechos y obras antiguamente prohibidos. Esa nueva libertad, junto con la aparición de los nuevos medios de comunicación –televisión, radio, internet, telefonía móvil- y un neocapitalismo salvaje que aprovecha esa misma libertad para adocenar a la juventud, dan como resultado un “cóctel Molotov” de incalculables consecuencias.
La democracia, como sistema político menos malo, ha provocado unos efectos colaterales impensables por la falta de experiencia combinada con esos nuevos factores, a saber. La libertad tan aclamada por una sociedad cansada de irracionalismos religiosos ha desembocado en un cántico al “todo vale”, a una anarquía controlada –de momento- y a un hedonismo insaciable que se coloca como objetivo único y final de la existencia olvidando cuestiones tan fundamentales como la prudencia y la templanza a la hora de conseguir tal hedonismo. El afán en convertir la represión en un hecho del pasado ha dado alas al libertinaje casi incontrolado haciendo de la disciplina y de la censura un objeto tabú. Cualquier intento de prohibir o censurar evoca, de forma paranoide, un pasado dictatorial impidiendo llevar a cabo una democracia racional en lugar de evitar que el exceso de libertad se convierta –no en una falta de educación- sino en una mala educación.
La total falta de control de los medios, la influencia salvaje de la publicidad manipulada por el marketing y la –cada vez más pujante- ansia de enriquecimiento de las multinacionales y grandes empresas desembocan en un adoctrinamiento de la juventud que sustituye a aquella catequesis parroquial y escolar dejando las cosas en igualdad de condiciones a la espera de saber cuál de las dos alienaciones es peor.
Así las cosas, no es de extrañar que la juventud adolezca de falta de valores si éstos están ausentes en los medios influyentes que conforman el mundo mediático, a quien le importa más su enriquecimiento -a costa de la alienación de la masa- que procurar un futuro sano a sus posibles clientes del mañana. No es el cometido de esos medios, por supuesto, el educar a la masa, pero, teniendo en cuenta la enorme influencia que ejerce en la misma, deberían estar sujetos a una estrecha vigilancia por parte de los gobiernos impidiendo que los mensajes publicitarios y los programas que emiten las cadenas –tanto de televisión como de radio- tengan como objetivo el ser un medio sin control para conseguir unos fines lucrativos. La falta de vigilancia y la ausencia de unos códigos éticos o deontológicos autoimpuestos en los medios de comunicación y de publicidad hacen casi inútil la labor gubernamental en pro de una buena educación. De nada vale esforzarse en conseguir un buen plan educativo si éste no se ve respaldado por todos los componentes de la sociedad, sobre todo, de aquellos que influyen en tan gran medida anulando la buena labor del personal docente y de los padres en los casos en que éstos realmente ejerzan como tales, ya que la calidad de los progenitores es otro tema espinoso que acarrea enormes consecuencias negativas al ya tan deteriorado panorama educacional y cultural.
Evidentemente, es fundamental una buena educación ya desde la sus bases, pero, creo que tan importante como esa misma educación es eliminar los factores “deseducantes”.
Llamo “el mundo de la calle” a todos los factores sociales que no son ni el colegio, ni la escuela, ni la familia. Queda, por tanto, la calle misma, con todos sus bares, discotecas, pubs, barrios, parques, plazas y todo lo que está formado por el mundo mediático: televisión, publicidad, internet, radio, prensa, etc. En definitiva, el mundo de la “calle” es cualquier momento en que el adolescente está fuera del alcance y de la vigilancia de los educadores, sean, éstos, los maestros, profesores o los propios padres.
Situados los elementos que intervienen en la educación -y tal como están las cosas en muchos países como el nuestro- se produce un enfrentamiento entre fuerzas “educacionales” y fuerzas contrapuestas que intervienen como opositoras y destructivas de los buenos intentos educativos por parte de los maestros, profesores y de los padres (cuando éstos son, realmente, un factor educativo positivo, teniendo en cuenta que muchos padres no educan, sino que educan mal o –peor aún- son una base directa de una desastrosa y mala educación).Así, pues, tristemente, en países como el nuestro, y en demasiadas ocasiones, todo el trabajo efectuado por los educadores es destruido o, al menos, contrarrestado por el mundo de la calle a través de sus elementos. Dichas fuerzas son demasiado poderosas como para poder ser compensadas por una buena educación escolar y familiar.
El marketing publicitario es un pulpo gigantesco con demasiados tentáculos sin escrúpulos que intentan convertir a la gran masa –no sólo de adolescentes, sino de adultos- en potenciales consumidores de sus productos. Las televisiones y medios de información y radiodifusión –al no tener ninguna responsabilidad educativa (sí en teoría, pero no “de facto”)- utilizan todos los medios a su alcance para conseguir el máximo de audiencia a través de espectáculos morbosos, vulgares, chabacanos, completamente faltos de interés cultural o educativo, ya que eso último “no vende”. La publicidad que patrocina o acompaña esos mismos programas –como la gran mayoría de toda la televisión y radio-, a su vez, utiliza medios psicológicamente destructivos para conseguir sus fines comerciales.
Vistas así las cosas, no tenemos que extrañarnos de los bajos niveles de educación. No es tanto una “mala educación” sino una descomunal influencia del “mundo de la calle” en la que los adolescentes quedan totalmente fuera del control de la sana educación y en donde –lo que es peor- entran en juego los elementos desestabilizadores y “deseducantes” que hacen casi inútil todo el esfuerzo de los educadores.
El origen de dichas fuerzas corrosivas está en una mal entendida democracia, en la que se han eliminado los métodos de censura a cualquier nivel por entender –inadecuadamente- que en democracia no puede haber censura. Craso error. Muchos son los que evocan fantasmas del pasado cuando se habla de censura. El franquismo surge como espectro resucitado cuando alguien pretende una mayor vigilancia sobre los medios de información, televisión, cine o espectáculos. La violencia, el sexo fuera de contexto, la vulgaridad y la chabacanería en dibujos animados o programas infantiles, convierten en banalidad la misma violencia, las palabras malsonantes, los gestos groseros etc. convirtiéndolos en moneda de uso corriente, no sólo en el ámbito privado, sino en los propios medios de información. Es frecuente ver presentadores de programas utilizando palabras malsonantes, utilizando vocablos incorrectos pervirtiendo el lenguaje o gesticulando de forma grosera o esperpéntica siendo copiados por los jóvenes telespectadores, quienes –en un afán imitador- se convierten en espabilados alumnos de tan desafortunados presentadores.
Informes muy serios (recuerdo algo de Noam Chomsky y otros autores) denuncian la cantidad de violaciones, asesinatos, palizas o malos tratos que pueden llegar a presenciar los niños y adolescentes al cabo de un año a través del cine y la televisión, a lo que hay que añadir los juegos virtuales de ordenador que, como ya es sabido, utilizan demasiadas veces la violencia gratuita como base de tales juegos.
En definitiva, no habrá un plan educativo lo suficiente bueno y eficaz mientras existan todos esos elementos que conformen “el mundo de la calle”, un mundo perverso, implacable y despiadado contra el que ni los padres ni los profesores apenas pueden enfrentarse . Estamos en manos de los intereses económicos sin escrúpulos, los cuales utilizan todos los métodos a su alcance para conseguir sus fines y, uno de ellos, es conseguir una juventud alienada y fácilmente manipulable aprovechándose de su inherente debilidad psicológica e inmadurez. Es la sustitución de una alienación –la religiosa- por otra.
La falta de valores y la religión
La falta de valores y la religión
La dignidad humana está por encima de cualquier dios
Re: La falta de valores y la religión
Planes educativos estatales? Control de los medios de comunicacion por parte de gobiernos democraticos? Limitar el modelo de beneficios a corto plazo lcuando este afecte negativamente a la sociedad? Un mejor sistema educaticvo laico y democratico y adaptado a las necesidades especiales de los alumnos? Beneficios empresariales a larg0 plazo y que tengan en cuenta el futuro de la humanidad? Un sistema social, economico y politico mas humano? Control democratico y estatal de los grandes medios de produccion? Una filosofia de vida mas solidaria y logica y menos individualista y destructiva? Te has leido a Erich Fromm, a John Kenneth Galbratih, a Jeremy Rifkin? O es que acaso leistes a Marx? Amigo, con tus ideas te van a fichar por rojo-ateo. Ten cuidado, que en algunos paises te pueden encerrar en un psiquiatrico solo por lo que has escrito. Pero alegrate, aqui solo te hacen el vacio social o te despiden de tu trabajo (o ambas cosas a la vez, segun este "la mano invisible del mercado").
Tranquilo, que un segundo antes de la catastrofe se preguntaran si no tenias razon. Los Romanov podrian contar algo aceca de eso.
Tranquilo, que un segundo antes de la catastrofe se preguntaran si no tenias razon. Los Romanov podrian contar algo aceca de eso.
CONOCE A TU ENEMIGO, CONOCETE A TI MISMO Y LA MITAD DE LA BATALLA ES TUYA. SUN TZU