cesarmilton escribió:Yo estuve en colegios católicos casi toda mi enseñanza básica (hasta 8º básico) y media (hasta 3º medio, el 4º año lo cursé en un liceo laico) y la verdad, nunca tuve un mal trato por parte de los curas. Razón que considero legitima mi ateismo, al protegerme de comentarios del tipo "eres ateo porque tuviste una mala experiencia con algún cura, no porque no creas en Dios". Mis conversaciones con curas (las poquísimas que he tenido) han sido bastante amigables. Pero mis ataques a la ICAR son porque a la luz de la razón y una mínima decencia, no se puede sino criticarles y descalificarlos.
Don Fulgencio dijo en su día; "Otra pregunta más: ¿ Como llega el ateo a su ateísmo? ¿ Es una frustración, una mala experiencia religiosa, un conflicto personal entre una fe que vivió y la "realidad"? Todo esto es muy complejo.
Cesar, no va por ti, coloco la frase y la pregunta retórica del “cura cachondo” (Don Fulgencio), aquel que marchó sin despedirse, ¡qué poca educación! Y qué cara más dura, decir que “todo esto es muy complejo”. Me consta que si lo es, pero para ser explicado por un cura.
Solamente aprovecho esta ocasión para desahogarme y soltar mis razones por el desprecio que sostengo hacia estos profesionales del engaño, el clero. El desahogo es producto de la rabia contenida por el ATAQUE que ayer padecimos por parte de los abanderados de "libertad de expresión". Están crecidos y, como siempre, utilizan el anonimato, la denuncia y la tergiversación como arma ideológica. Creen que tenemos que plegarnos a sus mandamientos, cerrar los cines, apagar la televisión, la radio y obligarnos a ir a las procesiones, etc. El más puro estilo fascista vuelve por sus foros y ataca todo lo que se mueve.
Siempre que oigo estas afirmaciones se me “hacen los dedos huéspedes”. Esta es la pregunta que siempre utilizaban los típicos curas “cachondos”. Aquellos que “reconvertidos” a la democracia pretendían disculpar todas las barbaridades cometidas por el clero durante los años del franquismo, mediante la adopción de la nueva “hoja de ruta” que la Institución se había esmerado en redactar para uso de las parroquias diseminadas a lo largo y ancho de España. Cuando antaño (hablo en primera persona siendo entonces un mozalbete), los curas sospechaban que eras ateo, no te preguntaban nada, simplemente te hacían la vida imposible (al menos en el colegio), los malos tratos físicos y psicológicos estaban a la orden del día, era una práctica habitual.
La pederastia, la pedofilia y el estupro, unido a la homosexualidad reprimida en el colectivo clerical conducen inexorablemente a manifestaciones violentas, sobre todo, porque estos ven en el objeto de su deseo, al enemigo de su presunta Fe, al margen de estar prohibido y ser mal visto por la sociedad.
Como ya sabéis he estudiado en un colegio religioso (hasta que me echaron tras 7 años de instancia), los Salesianos. Particularmente me libré de la acción directa, no así de las pretensiones (acoso) más o menos amable que sibilinamente un “cierto” clérigo solía dirigirme, pero nunca paso del verbo a la carne. Si que tenía compañeros que físicamente eran “sobados” y que aunque a regañadientes aceptaban (por miedo a las represalias), ya que ni siquiera podían contárselo a sus padres, puesto que no les creerían. Yo nunca estuve en esta situación, mis padres eran conocedores de los peligros que adolecía el colectivo, aunque había (también los padres) que andarse con tiento, no sea que te denunciaran por falsedad y terminaras en la cárcel. Estos “señores” gozaron durante muchos años de las mieles de la impunidad, eran intocables. Todo esto lo comento para terminar diciendo; no soporto que me venga el listo de turno (el cura) haciéndose el gracioso con sus prédicas cachondas y menos, intentando justificar que los curas son de carne y hueso (eso ya lo sé) y que una mala experiencia no es motivo para que uno pierda la Fe (aunque no sea mi caso).
Mientras el cura cachondo no me admita solemnemente que el clero, apoyó, confraternizó, alienó, consintió los excesos de todo tipo (y descritos, uno por uno) y un largo etcétera, mientras esto no ocurra, me darán asco, recibirán mi total y absoluto desprecio. Una vez que la “confesión” sea realizada, le solicitaré al “cura cachondo” que lo diga alto y claro, en el púlpito y en misa mayor del domingo, donde sin duda acudiré de testigo. Mientras esto no se realice tal y como lo exijo, seguiré opinando que sólo son palabras huecas para convencer a amnésicos ingenuos, por lo tanto, de no ser así, seguiré con mi desprecio.
Nunca perdí la fe, porque nunca la tuve. Mi ateismo, no proviene de ninguna negación, ni de pérdidas inexistentes, ni tan siquiera de las malas experiencias con el clero. Mi ateismo fue, es y será, al menos mientras me aguante la sesera (tocaré madera).
Mi desprecio hacia la ICAR, proviene del mismo sitio de donde me viene mi negación hacia el Sistema capitalista, hay está concentrado, los dos son parte del Sistema, los dos se retroalimentan y esto nada tiene que ver con mi condición de ateo (sin Dios), aunque si lo ali-mente, mi negación va en la dirección apuntada. Saludos.