estintobasico escribió:
Si tuvieramos la paciencia, y el estómago de estudiar con un ojo los textos de estos Doctores de la Iglesia (hay 33) y el otro puesto en la constitución y otras leyes fundamentales, habría, creo yo, muchos, muchísimos motivos para llevar a la ICAR y a otras religiones ante el tribunal constitucional. Otra cosa es el enorme pastón que haría falta invertir en abogados. Aunque no se llegase a una condenación efectiva por lo menos se expondría ante la opinión pública la incompatibilidad manifiesta de los dogmas y postulados religiosos con los valores y derechos democráticos de una sociedad civil avanzada. Solo esto ya valdría la pena.
Ahora bien... ¿Quién le pone el cascabel al gato? ¿Quién empieza a currar primero? ¿Quién es el primero en rascarse el bolsillo?
Vale, pues eso...
Salut
Modestamente opino que llevar en este contexto algo a los tribunales debe ser un fin cuando se trata de dar un paso hacia el laicismo real, que, parece evidente, no se conseguirá de golpe en una sola sentencia.
Es decir: Los tribunales han de ser un fin cuando el objetivo es claro y posible de alcanzar, como, me parece, es claramente el caso en la petición para la derogación de la ley 525 del código penal y otros casos similares.
En el resto de los casos, como sería éste, llevarlo a los tribunales debe ser un medio, y el fin sería abrir y
mantener vivo un permanente debate social.
Bastaría con presentar la demanda y aprovechar el ruido que esto provocaría para amplificarlo al máximo con alguna manifestación de apoyo, intervención de algunos medios que se podrían prestar al debate, y difusión masiva de todo lo que ocurra o se diga al respecto en Internet. Claro, que esto tampoco es barato, entre otras cosas porque no está en absoluto garantizado que ningún tribunal vaya a aceptar semejante demanda a la primera.
A la religión no se le vencerá nunca en los tribunales. Prohíbe el libro sagrado (no ya la religión), y tendremos a un montón de iluminados protomártires a los que estaremos
persiguiendo y acosando. Algo que, bien utilizado, provocaría que se reavivase la fe.
A la religión se le vencerá desprestigiándola: demostrando que el librepensamiento no es una maldición ni una doctrina, poniendo el la palestra todas sus debilidades morales, y la rapiña de sus popes y papas. Desencantando, desinteresando en suma, a sus seguidores. Y eso es algo que lleva tiempo, y hace ya tiempo que se emprendió esta marcha.
A cada uno de nosotros, en la medida de nuestras posibilidades de tiempo, dinero, ganas, etc. nos puede corresponder empujar en la dirección correcta si queremos. Empezando por abordar libremente conversaciones con personas receptivas de las que vemos constantemente cómo enfocan las cosas de manera diferente en cuanto abordan la tarea de empezar a
pensar sobre algo a lo que no concedían mayor importancia. Y siguiendo por acciones más masivas de todo tipo.
Aquí no va a haber "profetas" del librepensamiento, ni héroes que ganen grandes batallas. Solo gente normal, algunos con más renombre que amplifican lo que ya existe: esa libertad de pensamiento que no se puede predicar ni recomendar, que solo se puede
despertar. De la que podemos intentar demostrar constantemente que, lejos de hacer daño, supone una liberación individual y la clave para que la humanidad avance, de una vez, hacia algo positivo para todos.
Para todos: absolutamente
todos los humanos. Ningún sistema, modelo, estilo social ni predicamento alguno cuyo fin no sea la libertad y el bienestar de todos será nunca viable, como no hacemos más que demostrar, fracaso tras fracaso. Y ninguna religión, por su inherente sectarismo, ha sido nunca ni será capaz de aceptar una forma de vida en la que todos tengamos los mismos derechos ante una Ley universal efectiva.
En el momento actual, el librepensamiento, de hecho, es lo único que nos puede salvar del atolladero ecológico y económico en el que nos encontramos, pues es lo que mejor puede combatir el aborregamiento del tipo que sea que mantiene estructuras y modelos nocivos y que pueden significar nuestro final como especie.
Lo siento, esta mañana me he despertado pelín trascendental.