Asqueroso esto. Todo para que un puñado de católicos hipócritas suspire con las manos en el corazón diciendo: ¡Ay!.... qué bueno es el Papa.....
Aprovecho esta noticia para hacerle un poco de publicidad a Terry Pratchett, autor de la novela "Papá Puerco" de la saga Mundodisco, ya que contiene una escena que le viene al pelo a este acto de caridad del Papa.
Para quien no lo conozca, Terry Pratchett es un escritor inglés, ateo, famoso por sus novelas sobre el Mundodisco, un mundo imaginario que consiste en una tierra plana sostenida por cuatro elefantes gigantes, apoyados a su vez en el caparazón de una gran tortuga que navega por el universo. Así pues, sus novelas tocan el género de fantasía, pero tratado con sarcasmo y mucho humor.
En esta historia, Papá Noel se llama Papá Puerco, su trineo está tirado por cuatro cerdos grandes, y no se celebra la Nochebuena sino la noche de la Vigilia de los Puercos. Por desgracia Papá Puerco desaparece misteriosamente, y para evitar la catástrofe, la Muerte (la de toda la vida, con su túnica y guadaña) con la ayuda de su mayordomo Albert, es la encargada de sustituirle provisionalmente. La Muerte, acostumbrada a su impopular oficio, se ve así en una serie de situaciones hilarantes y divertidas. Además, durante su trabajo de repartir regalos y alegría, se da cuenta de la hipocresía que reina en esta festividad, y decide poner las cosas en su sitio a su manera.
En esta escena en particular, un campesino pobre y humilde decide cocinarse unas judías que había reservado para la noche de la Vigilia de los Puercos. Un rey y su paje irrumpen en su casa y despliegan sobre su mesa todo un festín de alimentos deliciosos. El rey se sienta frente al campesino y le obliga a comérse esa ofrenda de caridad en su presencia. El campesino, intimidado y avergonzado, no se atreve a probar bocado, lo que enfurece al rey.
-Déjeme que me explique con absoluta claridad -decía el rey, cortante-. Esto es caridad de la Vigilia de los Puercos en su estado puro, ¿lo entiende? Y vamos a sentarnos aquí y supervisar la sonrisa de su cara mugrienta pero honrada, ¿ha quedado claro?
-Y supongo que estará usted patéticamente agradecido -decía el paje a su vez-. Supongo que le habremos traído un rayo de luz al túnel oscuro que es su vida, ¿mmm?
La Muerte y su mayordomo Albert irrumpen en el hogar y detienen al rey, furiosos.
-¿Cómo? ¿Cómo se atreve...? -decía el rey, ofendido.
-¿Estabais aquí el mes pasado? -le responde la Muerte-. ¿estaréis aquí la semana que viene? No. Pero esta noche queríais sentiros reconfortado. Esta noche queréis que digan: Qué buen rey es.
En fin, al final, la Muerte echa al rey y a su paje de la casa. De su saco de regalos saca unas cuantas cosas para el campesino: ristras de salchicas, morcillas, tarros de productos relacionados con el cerdo y demás cosas para que pueda ir tirando los siguientes meses, y se despide.
-Es la Vigilia de los Puercos, y la gente se muere en las calles -discutía más tarde la Muerte con su mayordomo, indignada-. Unos se atiborran de comida tras las ventanas iluminadas y otros no tienen casa. ¿Es eso justo?
-Bueno, claro, esa es la gran cuestión... -empezó a decir Albert.
-El campesino tenía un puñado de judías y el rey tenía tantas cosas que ni siquiera iba a notar la ausencia de lo que estaba regalando. ¿Es eso justo?