"Dios" en la literatura atea.
Publicado: Mar Mar 01, 2011 2:37 pm
El concepto de Dios, siempre impreciso y tuneado a gusto del autor, es asiduamente utilizado en las obras literarias de todos los tiempos. Esto no debería sorprender cuando esa referencia proviene de quienes profesan alguna fe religiosa. Lo insólito es que muchos notorios ateos también recurren a esa figura.
Nicolás Guillén hace una vehemente apología atea en “El cosmonauta” (1), poesía en la que desnuda el retroceso de los mitos ante el avance de la ciencia. Atahualpa Yupanqui, aunque más dirigido a la problemática social, hace lo propio en su “Preguntitas sobre Dios” (2).
Sin embargo, ambos aluden a Dios repetidas veces en el resto de sus obras (casi siempre metafóricamente, pero sin dejos de ironía). Muchos otros escritores de igual prestigio y principios incurren en lo mismo.
Es cierto que decir “Dios mío” en una obra poética puede resultar eficaz para darle fuerza expresiva, pero me pregunto si quienes son considerados íconos de la lucha por las libertades humanas no deberían ser mas cuidadosos y considerar las posibles consecuencias negativas de lo que escriben, teniendo en cuenta que sus textos pueden ser utilizados inescrupulosamente por teístas deshonestos (valga la redundancia ), lo que de hecho sucede con los nombrados.
Saludos
(1) El cosmonauta (Nicolás Guillén)
El cosmonauta, sin saberlo,
arruina el negocio del mito
de Dios sentado atento y fijo
en un butacón inmenso.
¿Qué se han hecho los Tronos y Potencias?
¿Dónde están los Castigos y Obediencias?
¿Y san Crescencio y san Bitongo?
¿Y san Cirilo Zangandongo?
¿Y el fumazo del incienso?
¿Y la fulígine de la mirra?
¿Y las estrellitas pegadas
al cristal ahumado nocturno?
¿Y los arcángeles y los ángeles,
y los serafines y los querubines,
y las Dominaciones en sus escuadrones,
y las vírgenes,
y todos los demás animales afines?
El cosmonauta
sigue su pauta.
Sube sube sube
sube sube sube
sube sube sube
sube sube sube
sube.
Deja atrás la última nube.
Rompe el último velo.
El Cielo. ¿El Cielo?
Frío.
El vasto cielo frío.
Hay en efecto un butacón,
pero está vacío.
(2) Preguntitas sobre Dios (Atahualpa Yupanqui)
Un día yo pregunté:
¿Abuelo, dónde esta Dios?
Mi abuelo se puso triste,
y nada me respondió.
Mi abuelo murió en los campos,
sin rezo ni confesión.
Y lo enterraron los indios
flauta de caña y tambor.
Al tiempo yo pregunté:
¿Padre, qué sabes de Dios?
Mi padre se puso serio
y nada me respondió.
Mi padre murió en la mina
sin doctor ni protección.
¡Color de sangre minera
tiene el oro del patrón!
Mi hermano vive en los montes
y no conoce una flor.
Sudor, malaria y serpientes,
es la vida del leñador.
Y que naide le pregunte
si sabe dénde esta Dios:
Por su casa no ha pasado
tan importante señor.
Yo canto por los caminos,
y cuando estoy en prisión,
oigo las voces del pueblo
que canta mejor que yo.
Si hay una cosa en la tierra
más importante que Dios
es que naide escupa sangre
pa’ que otro viva mejor.
¿Qué Dios vela por los pobres?
Tal vez sí, y tal vez no.
Lo seguro es que él almuerza
en la mesa del patrón.
Nicolás Guillén hace una vehemente apología atea en “El cosmonauta” (1), poesía en la que desnuda el retroceso de los mitos ante el avance de la ciencia. Atahualpa Yupanqui, aunque más dirigido a la problemática social, hace lo propio en su “Preguntitas sobre Dios” (2).
Sin embargo, ambos aluden a Dios repetidas veces en el resto de sus obras (casi siempre metafóricamente, pero sin dejos de ironía). Muchos otros escritores de igual prestigio y principios incurren en lo mismo.
Es cierto que decir “Dios mío” en una obra poética puede resultar eficaz para darle fuerza expresiva, pero me pregunto si quienes son considerados íconos de la lucha por las libertades humanas no deberían ser mas cuidadosos y considerar las posibles consecuencias negativas de lo que escriben, teniendo en cuenta que sus textos pueden ser utilizados inescrupulosamente por teístas deshonestos (valga la redundancia ), lo que de hecho sucede con los nombrados.
Saludos
(1) El cosmonauta (Nicolás Guillén)
El cosmonauta, sin saberlo,
arruina el negocio del mito
de Dios sentado atento y fijo
en un butacón inmenso.
¿Qué se han hecho los Tronos y Potencias?
¿Dónde están los Castigos y Obediencias?
¿Y san Crescencio y san Bitongo?
¿Y san Cirilo Zangandongo?
¿Y el fumazo del incienso?
¿Y la fulígine de la mirra?
¿Y las estrellitas pegadas
al cristal ahumado nocturno?
¿Y los arcángeles y los ángeles,
y los serafines y los querubines,
y las Dominaciones en sus escuadrones,
y las vírgenes,
y todos los demás animales afines?
El cosmonauta
sigue su pauta.
Sube sube sube
sube sube sube
sube sube sube
sube sube sube
sube.
Deja atrás la última nube.
Rompe el último velo.
El Cielo. ¿El Cielo?
Frío.
El vasto cielo frío.
Hay en efecto un butacón,
pero está vacío.
(2) Preguntitas sobre Dios (Atahualpa Yupanqui)
Un día yo pregunté:
¿Abuelo, dónde esta Dios?
Mi abuelo se puso triste,
y nada me respondió.
Mi abuelo murió en los campos,
sin rezo ni confesión.
Y lo enterraron los indios
flauta de caña y tambor.
Al tiempo yo pregunté:
¿Padre, qué sabes de Dios?
Mi padre se puso serio
y nada me respondió.
Mi padre murió en la mina
sin doctor ni protección.
¡Color de sangre minera
tiene el oro del patrón!
Mi hermano vive en los montes
y no conoce una flor.
Sudor, malaria y serpientes,
es la vida del leñador.
Y que naide le pregunte
si sabe dénde esta Dios:
Por su casa no ha pasado
tan importante señor.
Yo canto por los caminos,
y cuando estoy en prisión,
oigo las voces del pueblo
que canta mejor que yo.
Si hay una cosa en la tierra
más importante que Dios
es que naide escupa sangre
pa’ que otro viva mejor.
¿Qué Dios vela por los pobres?
Tal vez sí, y tal vez no.
Lo seguro es que él almuerza
en la mesa del patrón.