¿Existe la "ciencia ortodoxa"?
Publicado: Jue Feb 09, 2012 8:29 pm
Este no es un foro de ciencia, pero sin duda la gran mayoría de miembros la valoramos y -en la medida de nuestros oficios y aficiones- la entendemos y estudiamos, por lo que no es raro que acá se traigan y debatan temas científicos.
La ciencia es el mayor logro de la humanidad, sin duda. Y si bien es ella la que ha contribuido a crear los grandes problemas climáticos, armamentistas y medio ambientales que ahora tenemos, también es verdad que será ella la que encuentre las salidas, si acaso existan o si acaso, de existir, puedan ponerse en marcha a tiempo.
En su (relativamente) breve historia, la ciencia ha cambiado el mundo, logrando hitos fantásticos, como mejorar la alimentación mundial, mejorar nuestra salud a extremos hace poco inimaginables, explorar nuestro vecindario espacial e interconectarnos de forma rápida y fácil con casi todo el planeta.
El bienestar que la ciencia ha traído a la humanidad no sólo se mide en términos de salud y alimentación, también de economía pues -sea cual sea nuestro oficio o trabajo- el hecho que podamos desarrollarlo y obtener una remuneración por él se basa en la existencia y explotación de alguna patente, de alguna tecnología, de algún proceso controlable y previsible que la ciencia ha puesto a nuestro servicio.
No ha sido una historia impoluta, por supuesto. La ciencia la ha cagado una gran cantidad de veces y sí, en su nombre se han cometido errores monstruosos que le han costado la vida o el bienestar a millones de seres humanos. La ciencia también ha sido prostituída por los intereses económicos impuestos por los vendedores de mercancías y muchas veces traiciona su naturaleza por un fajo de billetes.
Pero gracias a que la ciencia no es un conjunto de dogmas dictados por un rey iluminado sino un conjunto de teorías e hipótesis abiertas siempre a debate entre pares, estas malas experiencias no caen en saco roto sino que sirven para tenerla en un constante replanteamiento, en un constante debate, en una constante búsqueda.
Así, la ciencia de las últimas décadas es bien distinta de la ciencia del siglo 19, que pecó de infantil soberbia. Hoy, mientras más sobresaliente es un científico, más se cuida de hacer afirmaciones que puedan ser tomadas como absolutas, por el contrario lo habitual es escuchar: "Hasta donde sabemos", "los hechos sugieren", "no sabemos cómo funciona eso", etc.
La ciencia de hoy es pues, precaria. Aproximativa. Dinámica. Cambiante. Los científicos no están con los zapatos encima de sus escritorios leyendo novelitas rosa confiados en que ya lo saben todo. Saben que no saben. Y dado el tamaño estimado del universo, saben que nunca sabrán todo lo podría llegar a saberse.
Los científicos están entonces en la trinchera, en la frontera de lo que se sabe y no se sabe, tratando de expandirla, lo que responde algunas preguntas, pero a su vez crea otras tantas, que hay que llevar de nuevo a la pizarras, a los laboratorios, a las salas de estudio y encuestas interdisciplinarias.
Finalmente, la ciencia, si bien parece patrimonio de los científicos, es en realidad patrimonio de toda la humanidad. No es necesario ser un científico titulado para conocer, valorar y aplicar el método científico. Después de todo son unas reglas bastantes simples que, casi podríamos describir como "de sentido común". Pero no lo es tanto.
Si bien comencé describiendo a la ciencia como "el gran logro de la humanidad", también puede vérsela de una manera menos glamorosa: como una solución precaria a un lamentable problema humano: nuestra fantástica capacidad de autoengañarnos, de "ver" y "escuchar" cosas donde no las hay y de inferir y proyectar fenómenos que no están más que en nuestro propio cerebro.
Si nuestros sentidos fueran tan buenos e infalibles como solemos creer y nuestro "sentido común" fuera tan acertado como solemos sentir, "la ciencia" sería innecesaria pues estaría perfectamente integrada a nuestra forma de entender el universo. Jamás se nos habría ocurrido crear dioses ni religiones.
Sin embargo nuestra capacidad de desvarío es tan grande y tan socialmente promovida y aceptada, que la ciencia -entendida como un intento honesto de descubrir y entender el mundo- es un esfuerzo que hay que hacer, un esfuerzo constante, diario, voluntario y a veces, doloroso.
Y a pesar de que he hablado de "ella", personificándola, la verdad es que no hay tal cosa como "la ciencia" en el sentido de una institución organizada, reglamentada, estamentada y centralizada. Lo que hay son ciencias y científicos, distribuidos en todos los países. Sin duda grandes universidades y reconocidos científicos ostentan un prestigio que los hace ver como principio de autoridad en ciertos temas, pero la verdad es que no hay Harvard ni premio Nobel que esté por encima de la crítica de cualquier otro científico, de cualquier otro lugar del mundo, con la única condición de que tenga información precisa qué compartir.
¿Existen alianzas secretas entre grandes corporaciones y científicos comprados para ocultar el efecto nocivo de las vacunas, para ocultar que el VIH es una fantasía inventada para hacer negocio con los tratamientos, para ocultar que la evolución no funciona y que sólo es un instrumento de explotación ideológica?
No lo creo. Y en todo caso, no tiene que ver con el punto que pretendo tocar en este momento.
Y el punto es este: Escribo esta larga perorata en vista de que en los últimos días algunos compañeros del foro han apelado al concepto "ciencia ortodoxa", en clara intención descalificadora. Y eso me indigna.
Cuando alguien sostiene que existe algo como "ciencia ortodoxa" está afirmando que la ciencia es una dictadura anquilosada de cincuenta viejos imbéciles cuya única labor es objetar las ideas "innovadoras" y retrasar el "verdadero" entendimiento del universo.
Al mismo tiempo, cuando alguien sostiene que existe la "ciencia ortodoxa" se pone a sí mismo en un terreno distinto, romántico, "no ortodoxo", "flexible", "abierto a las nuevas ideas", "cool", mientras que los científicos son convertidos -mediante esta caricatura- en la reencarnación de los curas que quemaron a Giordano Bruno y que por poco le cortan los huevos a Galileo. ¡¿No es esa una buena razón para indignarse?!
Como es obvio, quienes defienden la idea de que existe una "ciencia ortodoxa" se justifican con una serie de afirmaciones que no pueden demostrar. Y como se autodescriben como fuera de la "ciencia ortodoxa", entonces no sienten que lo tengan que hacer. Un círculo vicioso y sin salida.
Para ese momento, algo tan simple como pedirles una evidencia, pedirles coherencia lógica y formal, pedirles antecedentes demostrados, hechos verificables, nos convierte en imbéciles cancerberos del "cientificismo", en esclavos del positivismo y un montón de estupideces más.
Pues no es así. Esta es mi precaria hipótesis: Se trata de personas que han desarrollado una creencia que les gusta mucho, que les parece cojonuda, que les da un gran sentido y satisfacción a sus vidas y les jode que la ciencia les traiga abajo su castillo de naipes, que ponga de manifiesto que andan desnudos, que no avale sus desvaríos. ¿En consecuencia? Pues hay que descalificar a la ciencia, llamarla "ortodoxa", tildarla de "cientificista" y de "positivista", como si esas fueran descalificaciones reales.
Aquí -sigo con mi delirante hipótesis- se establece una interesante diferencia entre creyentes religiosos y creyentes en los -llamémoslos- "desvaríos seudocientíficos". Los religiosos pues no tienen mayor problema en mandar toda la ciencia a la mierda (mientras no tengan que ir al médico digamos). Pero los que creen en desvaríos seudo científicos no pueden hacer eso, porque ellos pretenden tener validez y prestigio científico en sus hipótesis.
Entonces tienen que crear la ilusión de que existe una "ciencia ortodoxa" (anquilosada, estúpida, ciega, vendida a los intereses de turno, inútil, etc) y una nueva ciencia "fringe" (soy fan de la serie por si acaso), "cool", donde dos más dos es siete y donde correrme la paja no es distraer el tiempo sino una investigación profunda de mi chi trascendente.
¿Es aceptable tratar de cargarse la ciencia para mantener un capricho indesmotrado? Siento que no. Y siento que no, sobre todo, porque -y con esto termino- la ciencia en realidad está abierta a todo eso. La ciencia está abierta a estudiar seriamente cosas como "los poderes síquicos", cosas como "la reencarnación", cosas como "las experiencias extracorporales". Claro, las conclusiones de esos estudios en los últimos años no son compatibles con las creencias de quienes promueven la existencia de esos fenómenos sin más prueba que su testimonio, que la "rara casualidad", que la "aparente sincronía", que "mi abuelita me contaba", que "un texto de hace tres mil años", etc.
Ahí los religiosos y los creyentes en seudociencias son iguales. Cuando la ciencia les dice "hasta donde he llegado a ver con relativa certeza, ahí donde me señalas hay nada", entonces su respuesta es: "no me vas a convencer porque yo lo vivo en mi corazón".
Pero el problema no es la ciencia, que por supuesto tiene sus propios y grandes problemas. El problema es que quienes la quieren desautorizar no se han dado el trabajo de desarrollar una forma en que los fenómenos que quieren investigar sean observados científicamente, y por supuesto no tienen los huevos para afrontar las conclusiones que ese esfuerzo tendría.
Prefieren rasgarse las vestiduras y hacerse las víctimas de la "ciencia ortodoxa" en el romántico empeño de ser los nuevos Galileos, cuando no se han dado cuenta que ellos mismos son los inquisidores de toda la vida, dispuestos a quemar en la hoguera décadas de investigación y avances científicos, con tal de proteger sus adorados e irracionales desvaríos.
La ciencia es el mayor logro de la humanidad, sin duda. Y si bien es ella la que ha contribuido a crear los grandes problemas climáticos, armamentistas y medio ambientales que ahora tenemos, también es verdad que será ella la que encuentre las salidas, si acaso existan o si acaso, de existir, puedan ponerse en marcha a tiempo.
En su (relativamente) breve historia, la ciencia ha cambiado el mundo, logrando hitos fantásticos, como mejorar la alimentación mundial, mejorar nuestra salud a extremos hace poco inimaginables, explorar nuestro vecindario espacial e interconectarnos de forma rápida y fácil con casi todo el planeta.
El bienestar que la ciencia ha traído a la humanidad no sólo se mide en términos de salud y alimentación, también de economía pues -sea cual sea nuestro oficio o trabajo- el hecho que podamos desarrollarlo y obtener una remuneración por él se basa en la existencia y explotación de alguna patente, de alguna tecnología, de algún proceso controlable y previsible que la ciencia ha puesto a nuestro servicio.
No ha sido una historia impoluta, por supuesto. La ciencia la ha cagado una gran cantidad de veces y sí, en su nombre se han cometido errores monstruosos que le han costado la vida o el bienestar a millones de seres humanos. La ciencia también ha sido prostituída por los intereses económicos impuestos por los vendedores de mercancías y muchas veces traiciona su naturaleza por un fajo de billetes.
Pero gracias a que la ciencia no es un conjunto de dogmas dictados por un rey iluminado sino un conjunto de teorías e hipótesis abiertas siempre a debate entre pares, estas malas experiencias no caen en saco roto sino que sirven para tenerla en un constante replanteamiento, en un constante debate, en una constante búsqueda.
Así, la ciencia de las últimas décadas es bien distinta de la ciencia del siglo 19, que pecó de infantil soberbia. Hoy, mientras más sobresaliente es un científico, más se cuida de hacer afirmaciones que puedan ser tomadas como absolutas, por el contrario lo habitual es escuchar: "Hasta donde sabemos", "los hechos sugieren", "no sabemos cómo funciona eso", etc.
La ciencia de hoy es pues, precaria. Aproximativa. Dinámica. Cambiante. Los científicos no están con los zapatos encima de sus escritorios leyendo novelitas rosa confiados en que ya lo saben todo. Saben que no saben. Y dado el tamaño estimado del universo, saben que nunca sabrán todo lo podría llegar a saberse.
Los científicos están entonces en la trinchera, en la frontera de lo que se sabe y no se sabe, tratando de expandirla, lo que responde algunas preguntas, pero a su vez crea otras tantas, que hay que llevar de nuevo a la pizarras, a los laboratorios, a las salas de estudio y encuestas interdisciplinarias.
Finalmente, la ciencia, si bien parece patrimonio de los científicos, es en realidad patrimonio de toda la humanidad. No es necesario ser un científico titulado para conocer, valorar y aplicar el método científico. Después de todo son unas reglas bastantes simples que, casi podríamos describir como "de sentido común". Pero no lo es tanto.
Si bien comencé describiendo a la ciencia como "el gran logro de la humanidad", también puede vérsela de una manera menos glamorosa: como una solución precaria a un lamentable problema humano: nuestra fantástica capacidad de autoengañarnos, de "ver" y "escuchar" cosas donde no las hay y de inferir y proyectar fenómenos que no están más que en nuestro propio cerebro.
Si nuestros sentidos fueran tan buenos e infalibles como solemos creer y nuestro "sentido común" fuera tan acertado como solemos sentir, "la ciencia" sería innecesaria pues estaría perfectamente integrada a nuestra forma de entender el universo. Jamás se nos habría ocurrido crear dioses ni religiones.
Sin embargo nuestra capacidad de desvarío es tan grande y tan socialmente promovida y aceptada, que la ciencia -entendida como un intento honesto de descubrir y entender el mundo- es un esfuerzo que hay que hacer, un esfuerzo constante, diario, voluntario y a veces, doloroso.
Y a pesar de que he hablado de "ella", personificándola, la verdad es que no hay tal cosa como "la ciencia" en el sentido de una institución organizada, reglamentada, estamentada y centralizada. Lo que hay son ciencias y científicos, distribuidos en todos los países. Sin duda grandes universidades y reconocidos científicos ostentan un prestigio que los hace ver como principio de autoridad en ciertos temas, pero la verdad es que no hay Harvard ni premio Nobel que esté por encima de la crítica de cualquier otro científico, de cualquier otro lugar del mundo, con la única condición de que tenga información precisa qué compartir.
¿Existen alianzas secretas entre grandes corporaciones y científicos comprados para ocultar el efecto nocivo de las vacunas, para ocultar que el VIH es una fantasía inventada para hacer negocio con los tratamientos, para ocultar que la evolución no funciona y que sólo es un instrumento de explotación ideológica?
No lo creo. Y en todo caso, no tiene que ver con el punto que pretendo tocar en este momento.
Y el punto es este: Escribo esta larga perorata en vista de que en los últimos días algunos compañeros del foro han apelado al concepto "ciencia ortodoxa", en clara intención descalificadora. Y eso me indigna.
Cuando alguien sostiene que existe algo como "ciencia ortodoxa" está afirmando que la ciencia es una dictadura anquilosada de cincuenta viejos imbéciles cuya única labor es objetar las ideas "innovadoras" y retrasar el "verdadero" entendimiento del universo.
Al mismo tiempo, cuando alguien sostiene que existe la "ciencia ortodoxa" se pone a sí mismo en un terreno distinto, romántico, "no ortodoxo", "flexible", "abierto a las nuevas ideas", "cool", mientras que los científicos son convertidos -mediante esta caricatura- en la reencarnación de los curas que quemaron a Giordano Bruno y que por poco le cortan los huevos a Galileo. ¡¿No es esa una buena razón para indignarse?!
Como es obvio, quienes defienden la idea de que existe una "ciencia ortodoxa" se justifican con una serie de afirmaciones que no pueden demostrar. Y como se autodescriben como fuera de la "ciencia ortodoxa", entonces no sienten que lo tengan que hacer. Un círculo vicioso y sin salida.
Para ese momento, algo tan simple como pedirles una evidencia, pedirles coherencia lógica y formal, pedirles antecedentes demostrados, hechos verificables, nos convierte en imbéciles cancerberos del "cientificismo", en esclavos del positivismo y un montón de estupideces más.
Pues no es así. Esta es mi precaria hipótesis: Se trata de personas que han desarrollado una creencia que les gusta mucho, que les parece cojonuda, que les da un gran sentido y satisfacción a sus vidas y les jode que la ciencia les traiga abajo su castillo de naipes, que ponga de manifiesto que andan desnudos, que no avale sus desvaríos. ¿En consecuencia? Pues hay que descalificar a la ciencia, llamarla "ortodoxa", tildarla de "cientificista" y de "positivista", como si esas fueran descalificaciones reales.
Aquí -sigo con mi delirante hipótesis- se establece una interesante diferencia entre creyentes religiosos y creyentes en los -llamémoslos- "desvaríos seudocientíficos". Los religiosos pues no tienen mayor problema en mandar toda la ciencia a la mierda (mientras no tengan que ir al médico digamos). Pero los que creen en desvaríos seudo científicos no pueden hacer eso, porque ellos pretenden tener validez y prestigio científico en sus hipótesis.
Entonces tienen que crear la ilusión de que existe una "ciencia ortodoxa" (anquilosada, estúpida, ciega, vendida a los intereses de turno, inútil, etc) y una nueva ciencia "fringe" (soy fan de la serie por si acaso), "cool", donde dos más dos es siete y donde correrme la paja no es distraer el tiempo sino una investigación profunda de mi chi trascendente.
¿Es aceptable tratar de cargarse la ciencia para mantener un capricho indesmotrado? Siento que no. Y siento que no, sobre todo, porque -y con esto termino- la ciencia en realidad está abierta a todo eso. La ciencia está abierta a estudiar seriamente cosas como "los poderes síquicos", cosas como "la reencarnación", cosas como "las experiencias extracorporales". Claro, las conclusiones de esos estudios en los últimos años no son compatibles con las creencias de quienes promueven la existencia de esos fenómenos sin más prueba que su testimonio, que la "rara casualidad", que la "aparente sincronía", que "mi abuelita me contaba", que "un texto de hace tres mil años", etc.
Ahí los religiosos y los creyentes en seudociencias son iguales. Cuando la ciencia les dice "hasta donde he llegado a ver con relativa certeza, ahí donde me señalas hay nada", entonces su respuesta es: "no me vas a convencer porque yo lo vivo en mi corazón".
Pero el problema no es la ciencia, que por supuesto tiene sus propios y grandes problemas. El problema es que quienes la quieren desautorizar no se han dado el trabajo de desarrollar una forma en que los fenómenos que quieren investigar sean observados científicamente, y por supuesto no tienen los huevos para afrontar las conclusiones que ese esfuerzo tendría.
Prefieren rasgarse las vestiduras y hacerse las víctimas de la "ciencia ortodoxa" en el romántico empeño de ser los nuevos Galileos, cuando no se han dado cuenta que ellos mismos son los inquisidores de toda la vida, dispuestos a quemar en la hoguera décadas de investigación y avances científicos, con tal de proteger sus adorados e irracionales desvaríos.