Se han recomendado muy buenos libros, pero hay uno que es ideal para "principiantes"; es muy breve, se lee y se asimila muy fácilmente, aunque se tenga el nivel de un niño de 12 años.
Por cierto, he tenido el lujazo de conocer personalmente a Antonio López Campillo y os puedo asegurar que es un tipo excepcional y genial donde los haya. Os invito a leer la entrevista que le hizo Javier Esteban:
EL HOMBRE NUEVO ESTÁ TOTALMENTE ARRUGADO
Físico y químico, tiene algo de sabio y de peatón, como a sí mismo se define. Antonio López Campillo es un hombre libre, pero no nuevo. Es autor de libros como Curso acelerado de ateísmo, El genoma para peatones, La ciencia como herejía y A pesar de todo, se mueve. Profesor invitado en la Universidad Carlos III, colabora en distintos medios. Ha pasado por el exilio, el 68, la caída del muro y demás acontecimientos que ha sabido escrutar con acierto. Su visión está a medio camino entre la de un científico y la de un humanista. Con cierta sorna, charlamos sobre el tema de este número: El Hombre Nuevo...
¿Tú te acuerdas de aquellas utopías que nos prometían el Hombre Nuevo?
Sí, el Hombre Nuevo está totalmente arrugado. [Risas]
Pero durante años ha sido un mito movilizador. ¿De dónde viene esa idea?
La gente no está contenta con lo que ve, y entonces dice que para cambiar la sociedad lo que hay que hacer es crear un Hombre Nuevo. En un momento existía la idea de que se podía renacer, idea que recogen los cristianos. El marxismo retomó de la Ilustración —que a su vez procede del cristianismo laico— el tema del Hombre Nuevo. En este caso no es por la gracia de Dios, sino que la ideología va a ayudar a crear una sociedad que va a permitir al Hombre Nuevo. Lo que pasa es que se han ensayado cosas, y el Hombre Nuevo más bien parecía un hombre viejo, mal trajeado… No funcionaba.
¿Y como especie hacia dónde nos dirigimos?
Los valores morales —concretamente los del cristianismo y del puritanismo— se han caído, y al eliminar esto, han desaparecido valores que eran anteriores a la moral cristiana, como es el principio de verdad o el “no matarás”. La gente no se guía por normas morales. No es que fueran inmorales, porque el inmoral tiene una razón para luchar contra la moral, como sucede en Nietzsche y en otros muchos autores, sobre todo del siglo XIX y principios del XX. En América se conservan valores como, por ejemplo, el valor de verdad, el “no matarás”, la patria, el suelo donde se vive… Podemos emitir el juicio que queramos sobre su moral, pero es un pueblo que tiene una. Mientras que los pueblos europeos no tienen moral, aunque en el hombre estén encerradas las posibilidades de hacer todo.
Moraleja: ¿para qué sirve la moral?
La moral sirve para convivir juntos con los menores roces, procurar ser lo más felices posibles y salvar a la especie. Yo tengo una idea de cómo ha surgido la moralidad, que es un poco biológica y posiblemente falsa, pero es mía y la tengo en gran aprecio [Risas]. Los etólogos han demostrado que prácticamente todas las especies animales, y en concreto los mamíferos, tienen unos comportamientos que corresponden a normas de convivencia. Lorenz cuenta el caso de dos lobos que luchan. Cuando uno se considera vencido, ofrece la yugular al enemigo. Éste muerde el aire y se va; se considera vencedor. Esto significa que dentro de las reglas, hay una de “no matarás” en los animales. La agresividad intraespecífica es muy débil en ellos porque tienen instrumentos mortales: pezuñas, cuernos, dientes, garras… Mientras que el ser humano, al principio, podía matar muy difícilmente. No tenía unas bases biológicas que le proporcionaran unas reglas de conducta que pudieran ser reforzadas. No necesitaba unos grandes frenos para limitarse. Pero empezó a pensar, y desarrolló instrumentos adecuados a su capacidad de asesinar, y los transformó inmediatamente en armas. Al cabo de un tiempo tenía unos instrumentos de agresión que no correspondían a su moral “biológica”. Eso hace que para poder subsistir, los valores elementales se exacerbaron en algunas tribus. En otras no, y éstas acabaron matándose entre sí, mientras que otras, que desarrollaron unas normas de moralidad relativamente fuertes, subsistieron mejor. Se copian las normas para ser más fuertes, y es cuando aparecen las civilizaciones. Esa moral no es innata; tiene que ser añadida.
Pero, ¿y si las tribus con una menor moralidad o sociabilidad fueran dominantes, como ocurrió en la Alemania de Hitler?
Es que son dominantes. Al crecer, han aprendido además de esta moral, culturas que son diferentes, lo que hace que los individuos sean diferentes. Ves al otro, que tiene otra cultura como un ser diferente, y entonces no es la lucha intraespecífica. Se les considera enemigos porque se lucha por territorios. No hay una moral social colectiva de pueblos; eso serían leyes internacionales. Aquellos pueblos que contienen una gran agresividad se consideran superiores para pegar a los otros, lo que justifican diciendo que los otros no son humanos, cosa que se vio con los nazis. Ellos decían que los negros y los judíos no eran humanos, que eran inferiores, y entonces se les podía matar y aplastar como a gusanos.
Siguiendo tu desarrollo, ¿en qué punto nos encontramos?
Actualmente, no tenemos normas de conducta integradas, hechas propias —es decir, siendo autónomos, donde las leyes que aceptamos nos las daríamos a nosotros— y, para poder subsistir, existen leyes sociales, que son las leyes del Derecho Civil, Derecho Penal, etc. A falta de una moral propia que permita a los hombres tratarse de tú a tú y no matarse, tiene que haber un poder superior —y aquí llegamos a un problema grave— en el cual la lucha interna, la cosa intraespecífica, se prohíba con una autoridad especial que es la policía, el ejército, jefes de tribus… Porque la violencia no está controlada por una moral integrada en el individuo, sino que está expresada en la sociedad.
Eso es el Contrato Social. Me pregunto si es posible que fuera de otra manera…
No lo sé.
Y del “salvaje feliz” o “niño bueno” al que la sociedad estropea, ¿qué piensas?
El hombre bueno no ha existido nunca.
El hombre actual vive con cierto desapego. ¿A qué se debe?
Vivimos sin contacto con el hacer de las cosas. El hombre de Neanderthal cuando asaba la carne, sabía cómo hacer fuego, se lo enseñaban desde niño, y eso hacía que la gente estuviera en contacto con la elaboración del medio ambiente donde vivían. Tenían conciencia de que era un producto propio, de todos; era el mundo social. Mientras que ahora, cuando quiero calentar algo, lo pongo encima de un dispositivo y aprieto un botón, y con una palanquita regulo la temperatura. Pero si le preguntas a alguien el porqué; le pones en un apuro. Pocos conocen la teoría de los conductores, cómo se fabrica el gas y demás. La naturaleza está fuera, y entre ella y nosotros está la estructura social, que nos rodea con todos sus avances, y con la cultura física, material y espiritual. La técnica desarrollada y el saber científico hacen que estemos más alejados de esa cultura. La sociedad en la que vivimos nos parece tan extraña como la naturaleza porque no vivimos en ella.
Antes, en Europa, se adquiría una educación a través de los sacerdotes y los maestros; que tenían un conocimiento más o menos mítico o esquemático del mundo. De pronto ha crecido la población. Aquella enseñanza que era rudimentaria se diluye porque el número de aspirantes a aprender es mucho mayor, y el número de los que enseñan no ha crecido tanto. Por lo tanto, hay una degradación de la posibilidad de enseñar esa cultura media básica. Hay unas élites que saben bastante; el resto de la gente tiene actualmente una cultura inferior a la cultura de la época anterior.
¿Cómo ves el futuro?
Vamos avanzando hacia una sociedad en donde tenemos cada vez mayores posibilidades de vivir tranquilos y felices y, al mismo tiempo, perdemos conciencia del porqué. El señor que enciende la luz no piensa que es un milagro, pero actúa como el señor que encendía una vela a un santo para que no le cayese un rayo.