HEBDOMARIO 2 - La Creacion reficuliana

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Reficul
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HEBDOMARIO 2 - La Creacion reficuliana

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LA CREACIÓN REFICULIANA

En el principio estábamos la nada y yo. Pero la nada se lava poco y, además, es muy aburrida. Así que la mandé a paseo y me dispuse a hacer bricolaje para entretenerme. Si a los humanos les da por hacer punto o montar maquetas, nosotros, los dioses aburridos, nos ponemos a crear como locos.

Entonces, dije “Hágase la luz”, vino el electricista y la luz se hizo. Y como vi que la luz era buena (porque antes no veía un carajo) le pagué la factura al instalador. Y cuando le daba al interruptor y se encendía la luz lo llamé ON, y cuando le volvía a dar y se apagaba lo llamé OFF.

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Y luego dije “Voy a hacer aguas” (porque ya no me podía aguantar más) y no veas tú la expansión de agua que hubo allí…Vamos, al terminar, tuve que coger la fregona porque allí no se podía dar un paso. Y a lo que iba secando lo llamé “seco” y a lo que se quedó hecho un asco, porque ya estaba cansado de tanto fregar, lo llamé “mojado”.

Después, dije “Produzca la tierra hierba de calidad” (aprovechando que todavía no existía la policía). Y vi que la hierba era buena, muy buena, y me puse como Dios.

Y ya llevaba tres días currándome la Creación, pero yo no podía saberlo porque aun no había relojes ni almanaques. Así que lo pensé un poco e inventé los calendarios del Playboy, que son mucho más agradables y prácticos que ponerse a mirar lumbreras y estrellas en los cielos; además, también funciona cuando está nublado.

Y ya en el cuarto día, me dije “Voy hacer unos bichos para darle emoción a la cosa”. Hice un montón de bichos. A los que salieron volando, los llamé pájaros; a los que salieron corriendo, los llamé a gritos, pero como no estaban enseñados, no me hicieron ni puto caso. Al resto, los eché al agua, y a los que nadaron, les llamé peces y a los que no, les llamé cadáveres.

Y también me dio por hacer unos bichos muy grandes y con muy mala leche; los muy cabrones se comían la hierba que tenía plantada. Así que les lancé el meteorito más grande que tenía a mano y se fueron a tomar por saco. Ellos se lo habían buscado… pero esto es otra historia.

Los bichos que quedaron con vida estaban acojonados (asustados). Entonces, para relajar un poco el ambiente les organicé una orgía salvaje (claro, eran todos bichos salvajes) Y, desde el micrófono de la macro-discoteca, estuve a punto de decirles eso de “creced y multiplicaos”, pero cómo pueden saber los bichos salvajes lo que es una multiplicación, es que ni una suma. Así que, al final, les dije algo que entiende hasta el más tonto: “A follar, a follar, que el mundo se va a acabar”.

Después, me dije “voy a hacer algo así como yo, pero menos rojo y sin cuernos (porque, como dios que soy, conozco el futuro, y si sabes que ya habrá quien le ponga los cuernos y colorado, pues te ahorras las molestias)”

En resumen, que hice un bicho a mi imagen y semejanza y lo llamé “bicho a mi imagen y semejanza” como su propio nombre indica. Pero, ya se sabe, con el trato y la confianza, terminé por llamarlo “troncho”, “picha”, “cuate”, “coleguilla”… (es que soy un dios muy campechano) No sé como, al final, se quedó con lo de “hombre”.

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Y, como el hombre no paraba de ver bichos chingando por todas partes, se agarraba unos calentones de espanto, pobrecillo. Y se dirigió a mí en plena hinchazón, y le dije “Quieto ahí, que corra el aire”. Enseguida le organicé un pase de modelos con lo mejor de la fauna, pero el muy maricón las rechazó a todas: a la mona, a la gallina y hasta a una linda corderita.

El hombre me había salido un poco gilipollas, la verdad. El tipo pretendía que le hiciese una compañera ideal, con una medidas perfectas, que cocinase a la perfección, que le lavase y le planchase la hoja de parra, que siempre estuviera cariñosa, comprensiva y complaciente, y que practicara el sexo por todos sitios y en todos los lugares (que no es lo mismo).

Casi me descojono de la risa en su cara, ¡Si eso no lo tiene ni dios! ¿Qué se ha creído el listillo este? Pero le seguí la corriente, agarré la calculadora y, después de teclear un rato, le dije “Eso que pides te va a costar un ojo, un pulmón, un riñón, un brazo, una pierna y un testículo”.

Como es lógico, el hombre se lo pensó, y al momento dijo: “¿Y por una costilla? ¿Qué me das por una costilla?” La verdad, a punto estuve de mandarlo a la mierda, pero como era mi primer cliente decidí ser generoso para ganar mercado (ya se sabe que los dioses somos celosos y no toleramos la competencia). Por una insignificante costilla le hice a la “mujer” (una inmejorable relación calidad-precio). Además, con el pesado del hombre metiendo prisas,… demasiado bien me salió. *

Una vez terminé con la mujer, los reuní a los dos y les dije “Podéis comeros los bichos que os dé la gana, podéis hartaros de chingar, pero no se os ocurra fumaros la hierba que tengo plantada. Porque si no, os echo del paraíso y a ver como te ganas el pan. A lo que el hombre contestó: “Con el sudor de mi frente”.

Y pensé: “Si el muy desgraciado no sabe lo que es el pan, (porque todavía no se ha inventado) ¿cómo le explico lo que es la hipoteca, un préstamo, el seguro del coche,…? Además de gilipollas, me había salido respondón. Pero esta también es otra historia.


* El autor advierte que se trata de un viejo chiste machista.
Construye un mundo laico y racional.

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