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Historias de "amor" cristianas

Publicado: Sab Ene 16, 2010 6:36 pm
por Hipatio
Rememorando una de las actividades escolares que nos tocaba realizar a los alumnos de EGB durante la época del nacional-catolicismo franquista 60-70s (no os riáis que la cosa no era para broma) he recordado los deberes que te obligaban a hacer en relación con el santoral diario. A mí me salían muy bien, porque aunque no existía internet, mi abuela era sumamente beata (murió analfabeta) y tenía estampitas de todos los santos habidos y por haber, con una mini-biografía del personaje por un lado y el inevitable padrenuestro por el otro. Pues bien, hoy 16 de enero le hubiese tocado el turno a San Marcelo, que fué papa de 308 a 309 sustituyendo a Marcelino que había muerto cuatro años antes dejando a la cristiandad sin príncipe, tras las persecuciones de Diocleciano (me tomo el gusto de hacer estos deberes porque ya no se trata de contentar al cura y de creerme nada, sino de poder opinar). Veamos como "amaban" a su iglesia estos cristianos: el principal problema que se encontró Marcelo fué la reorganización de la propia iglesia, desgajada por renegados que prefirieron salvar el pellejo antes que morir por ninguna fé invisible (como hubiese hecho todo hijo de vecino). El segundo fué la propia actitud de los cristianos "rigurosos": no volver a aceptar en la confesión a los "desertores" de la fé, y la de los "no rigurosos" que aceptaban el retorno de aquéllos viendo que estaban en cuadro de personal. Marcelo tomó por el camino de enmedio y aceptó la vuelta de los renegados a cambio de una fuerte penitencia (para que el sector "duro" se contentase). Tercer problema: estos renegados cristianos, no contentos con la decisión papal de la penitencia, prefirieron denunciarlo por "cristiano" a Majencio (sucesor de Diocleciano), siendo Marcelo condenado al destierro. A partir de aquí hay varias versiones sobre la muerte del papa éste aunque la más extendida es que logró refugio en la casa de una rica pagana llamada Marcela (Lucina según otros). Majencio, enterado de este hecho, trasladó sus caballerizas imperiales al lugar y aquél papa acabó sus días dando alfalfa a las mulas y limpiando los moñigos de los caballos de los centuriones.
Es interesante ver cómo en toda esta historia sólo hay una persona que se compadece de un cristiano y no es precisamente cristiana. Para ser bueno hay que serlo de corazón humano de verdad, sin necesidad de sotanas pero la iglesia es incapaz de reconocer nada que ponga en duda su "verdad absoluta".

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