Así que la pelea hoy ha de ser necesariamente global. No podemos limitarnos a reivindicaciones locales cuando todo está ya tan enmarañado que el efecto mariposa ha perdido su antigua sutileza. Un segundo después de que un cabrón haya ganado sus milloncejos cambiando de manos "la propiedad" de algún producto en el mercado de futuros, varios cientos de miles de personas están ya, irremisiblemente, condenadas a morir de hambre dentro de un tiempo. Es solo un ejemplo. Nosotros no sabremos de estas transacciones, pero tal vez sí veamos una campaña hablando de las excelencias del biodiésel, o de una crema a base de algo que es la bomba y la venden en las herboristerías -aquí nadie se salva aunque lo ignore, de enriquecer a los asesinos- o de la última variedad de cereales para el desayuno.
Y es que el dinero no se mueve solo entre los bancos y otras entidades financieras. Sus paseos por los despachos afectan al pan que comemos y a esos niños condenados a muerte y miseria que tan poco preocupan a los provida.
El precio de los alimentos golpea a los más pobres
La ONU advierte de que la especulación impedirá reducir el número de personas que pasan hambre
DANIEL DEL PINO Roma 11/10/2011
"Si no tomamos las medidas oportunas ahora, la hambruna se convertirá en el mayor escándalo de este siglo". Las palabras pronunciadas por el ministro francés de Agricultura, Bruno Le Maire, durante la pasada reunión del G-20 en Roma para tratar la emergencia humanitaria en el Cuerno de África reverberan a lo largo y ancho de las 60 páginas del informe anual publicado ayer por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) sobre el Estado de la inseguridad alimentaria en el mundo.
Las agencias de la alimentación de Naciones Unidas alertaron ayer de que el alza y la volatilidad del precio de los alimentos seguirá in crescendo en los próximos años, como consecuencia de una serie de factores que van desde el aumento del precio del petróleo al cambio climático o al auge de los llamados biocombustibles. Todo esto hará imposible la consecución de uno de los puntos principales de los llamados Objetivos del Milenio: la reducción en 2015 a la mitad del número de personas que pasan hambre en el mundo. En 2010 (últimos datos actualizados), esa cifra se elevaba a 925 millones.
Un imposible
Ni siquiera con alcanzar ese objetivo imposible se conforman los directores de las tres agencias, Jacques Diouf, Kanayo F. Nwanze y Josette Sheeran, que advierten de que aunque ocurriera un milagro y se lograra, aún habría en la tierra "600 millones de seres humanos padeciendo hambre todos los días, algo que no puede ser aceptable de ninguna de las maneras".
La volatilidad se debe a la presión demográfica y al alza del petróleo
La explicación que da Naciones Unidas para sustentar su fatídica predicción es sencilla. Por una parte, la gran mayoría de las previsiones económicas hablan de un aumento constante de los precios hasta el año 2020. Para ello pone como ejemplo la publicación Perspectivas agrícolas, de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y la FAO, que "prevé que los precios mundiales del arroz, el trigo, el maíz y las semillas oleaginosas en el lustro comprendido entre 2015-16 y 2019-20 serán un 40%, un 27%, un 48% y un 36% superiores en términos reales, respectivamente al lustro que abarca 1998-99 a 2002 -03".
Presión demográfica
Además, el informe advierte también sobre los factores determinantes para el aumento y la volatilidad de los precios de los alimentos: la presión demográfica, que provoca un aumento de la demanda; el alza del precio del petróleo, que multiplica el uso de los biocombustibles disminuyendo las reservas de grano y además eleva los costes de producción; la especulación en los mercados; y los efectos inesperados del clima, que alteran la productividad de las extensiones agrícolas.
El uso de los biocombustibles ha reducido las reservas de grano
El informe no se limita a denunciar un sistema económico injusto que repercute en los más pobres, sino que, repasando la crisis alimentaria entre los años 2006 y 2008 y tomándola como ejemplo, intenta dar una serie de soluciones que repercutirían a corto, medio y largo plazo en las zonas del planeta más susceptibles. Es casi una manera de decir que, ya que no podemos controlar el precio de los alimentos, tengamos presente experiencias anteriores y apliquemos en cada contexto las medidas necesarias.
Esas medidas pasan por tres pilares básicos: el desarrollo de un sistema de información efectivo sobre las reservas de alimentos y la fluctuación de su precio dependiendo de las otras variables (atmosféricas, combustibles, etc); la inversión en tecnología agraria para inmunizar a las comunidades más pobres de los efectos del clima; y la creación de una serie de "redes de seguridad" que estén listas para utilizarse en el momento en que pueda saltar la alarma.
Sobre el primer asunto, el planteamiento es que, como hasta ahora los datos sobre las reservas no se basan más que en estimaciones, esto provoca continuos sobresaltos en el mercado. "Garantizar una amplia disponibilidad de información fiable sobre las existencias mundiales permitiría a su vez informar mejor a los participantes en el mercado y ayudaría a evitar alzas de precios inducidas por el pánico a causa de la difusión de informaciones erróneas", explica el informe.
Nuevas tecnologías
En cuanto a la aplicación de las nuevas tecnologías en el sector agrario, Naciones Unidas cree que sería el método de prevención más fiable ante la oscilación de los precios: "La introducción de variedades resistentes a enfermedades y factores adversos o la construcción de sistemas de riego y drenaje están en condiciones de reducir el riesgo al que se ven expuestos los agricultores".
Los efectos del clima han alterado la productividad de las tierras agrícolas
El informe pone como ejemplo "las zonas de Asia donde son frecuentes las inundaciones en las que se está difundiendo con rapidez el empleo de trigo resistente a la inmersión". Esas prácticas, añade, "reducirían las pérdidas después de la cosecha y también permitirían amortiguar el efecto de las crisis de precios, con lo que podría reducirse la posibilidad de alzas de la demanda provocadas por el pánico".
Reservas de emergencia
Por último, Naciones Unidas habla de la necesidad de implantar una serie de reservas de emergencia en los países más pobres que sirvan de red de seguridad antes de que llegue la ayuda alimentaria del Programa Mundial de Alimentos y que, inevitablemente deben incluir alimentos especiales para los niños más pequeños. Esos alimentos suelen consistir en suplementos con un alto valor calórico. Una vez más, las agencias alimentarias de la ONU avisan de que esas reservas alimenticias deben estar "adecuadamente vinculadas a sistemas eficaces de información" que permitan su control.
Las agencias dedican también en su estudio un apartado específico a cómo entre los años 2006 y 2008 la volatilidad de los precios de los países pobres o en vías de desarrollo dependió de las decisiones comerciales y políticas que tomaron sus gobiernos, y alerta de que la única manera de atajar el problema es teniendo "una visión contextual de cada caso".
Por una parte, las naciones fuertes como Brasil limitaron las exportaciones para proteger su mercado interior de las perturbaciones internacionales obteniendo óptimos resultados en cuanto a la lucha contra la malnutrición, pero los países africanos que optaron por esta medida experimentaron grandes pérdidas en sus ingresos estatales y, como consecuencia, provocaron grandes pérdidas en sus agricultores de las que hoy no se han recuperado.
Por otro lado, los países fuertes que optaron por no frenar las exportaciones, como Tailandia y Vietnam, no sufrieron efectos negativos, ya que poseen extensiones de terreno suficientes para abastecerse a ellos mismos y al mercado internacional. Sin embargo, nuevamente, los países africanos que decidieron no cerrar el mercado agotaron sus existencias y tuvieron graves dificultades.