Publicado el 06 de December de 2011 | http://www.lapaginadefinitiva.com/weblo ... chives/354
Escrito por Guillermo_Lopez | | Dentro de Comunicación política | Opinión publicadaLa semana pasada, el diario El País publicó un reportaje, que fue muy comentado, aglutinando a algunos de los supuestos dirigentes del futuro para el PSOE. Todos ellos ocupan cargos públicos y todos oscilan entre los 30 y 40 años, grosso modo. Se supone que, ante la debacle vivida por el PSOE en este año 2011, deberían representar algún tipo de esperanza de cambio, de viraje sustancial, respecto de la estrategia política que, además del impacto que evidentemente ha tenido la crisis económica, les ha llevado a la situación actual.
Pero no teman: el futuro de la izquierda en este país tiene bien aprendida la lección. Ni una palabra más alta que otra. Sí, pero no. Lo hemos hecho todo bien, pero hay que cambiar. Ahora… ¿Cambiar, exactamente, qué? Pues no se sabe muy bien. Palabrería vacua.
Si nos acercamos someramente a los perfiles de los dirigentes del PSOE entrevistados, una gran verdad aflora enseguida: prácticamente no han trabajado en su vida. Y, si han trabajado, es con puestos laborales relacionados con su militancia en el partido. En concreto, Eduardo Madina ha trabajado como técnico en el Parlamento Europeo. Casi todos los demás, es decir: Susana Díaz, Pilar Alegría, Leire Pajín, Emiliano García-Page, Óscar López, Laura Seara, César Luena,… no han trabajado nunca en nada ajeno a sus puestos en la política. La única excepción a la regla es el economista Juan Moscoso, curiosamente la persona de mayor edad de todos los seleccionados en el reportaje (45 años).
Este perfil de político profesional, que entronca toda su vida laboral en torno al partido, es, por decirlo claramente, una plaga que está destrozando, generación a generación, cualquier capacidad de interlocución con la sociedad civil que pudieran tener los partidos políticos. Y ello por los siguientes motivos:
- Nunca ejercen ningún trabajo porque el partido les coloca antes. Los jóvenes que se acercan a la política, especialmente en los grandes partidos, si se lo curran en la nefanda lucha interna y logran medrar, consiguen muy rápidamente algún puesto remunerado, bien como representante público, bien como asesor o laborante en empresa pública colocado a dedo por el partido. Y no hablamos de puestos mal remunerados, sino de sueldos en torno a los 2.000 - 3.000 euros mensuales limpios desde muy pronto. Y, además, por trabajos a menudo poco definidos o consistentes en trabajar para el partido, es decir: lo que ya hacían antes con la esperanza de que el partido les colocase. En esos términos, no es extraño que se pregunten… ¿cómo voy a trabajar por 500 € al mes en un trabajo de los de verdad?
- Como toda su vida laboral depende del partido, se agarran con desesperación a él. Fuera no les aguarda más que el vacío. Y, conforme más años pasan en el partido, peor es la cosa.
- Para controlar el partido, han de estar dedicados en exclusiva a él, y desde muy pronto. Los dirigentes políticos que hoy tienen 40 años o menos, que ya han vivido toda su vida (o prácticamente toda) en democracia, llevan toda su vida en el partido, al que acceden a través de sus juventudes y/o organismos adyacentes (como los sindicatos universitarios). Una vez entran, y sobre todo cuando comienzan a ver un beneficio práctico de tanto sacrificio por el partido, se consagran a él por completo, con el fin de socavar a sus rivales e ir haciéndose hueco en el organigrama.
- Correlativamente, aquellos que sí que tienen una carrera profesional ajena a la política tienen menos tragaderas que los profesionales, y menos tiempo. No se les caen los anillos, en un momento determinado, por dar un portazo y largarse. Los profesionales no pueden dar un portazo a ningún sitio. Por eso son maestros de la componenda y el deslizamiento discursivo, sin salirse jamás de la norma, no vaya a ser que pierdan el chollo.
- Por último: los profesionales de la política están más expuestos a la corrupción, en sus diversas facetas, de empresas o particulares que ofrecen un puesto laboral (generalmente algún puesto-chollo en un consejo de administración para no hacer nada) a cambio de determinados favores políticos, concesiones, etc. Fundamentalmente porque esa es su única vía para conseguir trabajo fuera de la política: conseguirlo gracias a ella.
Lo anterior, ha de quedar claro, no constituye, por mi parte, un intento de desacreditar la política de partidos. Pero sí de criticar en lo que se está convirtiendo los partidos políticos a marchas forzadas. En agencias de colocación privilegiada de sus militantes dedicados en cuerpo y alma a que el partido les coloque a cambio de sus sacrificios, que empiezan a muy tierna edad, dispuestos a todo y además (porque hay que decirlo también, con las obvias excepciones), con la preocupante colusión añadida de dos características más. Los profesionales de la política suelen ser, desde su más tierna infancia:
- Muy chulos: por alguna razón que se me escapa, pero que muy habitualmente puede verse en los cachorros de los partidos políticos, su manera de comportarse en el espacio público, de hablar con los demás, y de entender la política, suele ser de una arrogancia, intolerancia y agresividad preocupantes. Véanse, en el espacio valenciano que conozco mejor, los casos de los sindicatos universitarios Aveu y Campus Jove, viveros privilegiados de PP y PSOE, respectivamente.
- Muy flojos: Como ya hemos visto, la participación política es un fin en sí mismo. Y el fin no es transformar la sociedad, ni aplicar ningún tipo de perspectiva ideológica a los problemas del entorno. El fin, claro y concreto, es este: colocarse. Todo lo demás da igual. Este cortoplacismo, esta bajeza de miras, suelen ir en consonancia con una formación intelectual y moral extraordinariamente pobres: ni leen nada, ni saben nada, ni se interesan por nada, salvo por mandar lo antes posible, el mayor tiempo posible y haciendo la menor cantidad de trabajo que sea posible. Casi todo su discurso es un compendio de frases vacías sacadas del argumentario del partido, que para algo es el demiurgo que les alimenta y da sentido a sus vidas.