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Cuando a principios de 2010 César Alierta, presidente de Telefónica, hacía airadas declaraciones contra la Neutralidad de la Red y Google, estaba en realidad comenzando la versión regional de la guerra de presión que otras grandes, como Verizon o T-Mobile, habían emprendido antes.
Ahora, dos años después, Telefónica ha cambiado la estrategia pero no los objetivos, y lo ha hecho desplegando una campaña sotto voce que sólo ha salido a la luz a través de blogs. Primero fue en Tudosis, el blog de las periodistas Pilar Portero y Ana Cañil, en el que el 27 de febrero se informaba de la coincidencia entre el plan del PP de aglutinar en una nueva institución llamada Comisión Nacional de Mercados y Competencia todos los organismos reguladores y un estudio realizado por la consultora PricewaterhouseCoopers, que Telefónica había entregado al gobierno unos días antes. El documento, que se repartió entre los ministros, incluye partes literales de dicho informe, que se puede descargar de la página de las periodistas.
Con la fusión de la Comisión Nacional de la Competencia (CMC) con otros organismos reguladores como la Comisión Nacional de la Energía o la Comisión del Mercado de Telecomunicaciones (CMT), el PP conseguiría un control sobre estos organismos que hoy no tiene y, dado que el proyecto de ley prevé que Economía tenga el poder de decidir qué se investiga en materia de libre competencia, la discrecionalidad que el ejecutivo pretende para esta legislatura. La justificación, como siempre, será el ahorro.
Sabemos en qué beneficia al Gobierno este nuevo escenario desregulado, pero en este cui prodest? el gran beneficiado es quien ha dictado. El foco lo centraban después en La Bitácora de las Indias sobre la vieja aspiración de César Alierta. Telefónica está a punto de conseguir que se desmantelen las agencias reguladoras españolas para acabar con la neutralidad de la red.
Hasta la fecha, la CMT y la CMC han sido una piedra en el zapato para el antiguo monopolio estatal. Aunque no han estado exentas de presiones (especialmente la primera, financiada por las propias telecos), la vigilancia sobre las prácticas del gigante ha ayudado a la aparición de un buen número de pequeños operadores y al abaratamiento de la banda ancha.
EL NUEVO JAQUE A LA NEUTRALIDAD EN LA RED ES EL VIEJO SUEÑO DE UNA RED ‘PREMIUM’ QUE PRIVILEGIE LOS ACUERDOS COMERCIALES
El nuevo jaque a la neutralidad de la red llega en el momento adecuado. Debemos recordar que el adelanto de las elecciones dio al traste con la tramitación de la nueva Ley General de Telecomunicaciones, que iba a introducir una enmienda por la neutralidad de la red. Telefónica parece haber refinado sus tácticas lobbistas, y sugiere al gobierno huir de los grandes escenarios e intentar evitar la confrontación con el sector más activista de la red, que ha demostrado su beligerancia contra la Ley Sinde-Wert.
El primer escollo que la neutralidad de la red ha de salvar para convertirse en una causa con respaldo social es el de su conocimiento y comprensión. Una ley anti descargas, un desahucio o una reforma laboral son fácilmente comprensibles por todo el mundo, pero el discurso sobre los bits se antoja más abstracto, aunque se trate, como intentaremos explicar, de algo bien tangible.
La neutralidad de la red es el principio que salvaguarda la igualdad de acceso a internet. La información viaja por la red en paquetes de bits a través de nodos intermediarios (ordenadores) que desconocen naturaleza, contenido, origen y destino de dicha información. Un bit debe ser siempre igual a otro bit en internet, vaya a componerse en nuestra pantalla como vídeo, texto, manifiesto político o receta de cocina. Esta característica de funcionamiento de internet no es baladí, es uno de sus principios de diseño, una decisión tecnopolítica de sus creadores de la que se deriva su horizontalidad y que sea el medio que más tiende hacia la igualdad de oportunidades. La postura que un gobierno tenga ante esto implica su toma de posición sobre la red como un bien público universal.
Supongamos ahora que este principio de diseño se quebrara. Los proveedores de acceso (como Telefónica) podrían entonces boicotear servicios de descarga P2P o programas de VoIP. Pues bien, esto ya está sucediendo “bajo cuerda”. Si consiguen ahora quitarse los ojos de los organismos reguladores de encima, podrían conseguir su viejo sueño de una red premium que privilegiara sus acuerdos comerciales con proveedores de contenido frente a una red pauperizada (la actual).
Si la red social de Telefónica (Tuenti) cargara mucho más rápido y fuera la única a la que se pudiera acceder en los nuevos televisores inteligentes de una marca determinada, por ejemplo, esto imposibilitaría el nacimiento de nuevas redes. La neutralidad ha hecho posible Google, pero también Indymedia o la blogsfera.
La tendencia internacional se dirige hacia la preservación de la red neutral, aunque no sin tensiones e insuficiencias como la neutralidad en dispositivos móviles. A lo largo de 2011 Europa ha aprobado una resolución a favor de la neutralidad en internet y Estados Unidos la ha regulado. Es en este contexto, en el que la pelea parlamentaria se ha complicado, en el que Telefónica ha decidido que la batalla se librará entre bambalinas.
Ha llegado el momento de que el tema salte a la opinión pública, porque lo que está en juego en esta nueva batalla de una guerra que viene de atrás es la red tal y como la hemos conocido hasta ahora.