El mito de los 'curas buenos'
Publicado: Jue May 31, 2012 1:39 pm
En el Perú, desde hace años, tenemos un arzobispo del Opus. Un tipo de lo peor (valga la redundancia). Y desde que Juan Pablo segundo le regaló la corona está empeñado en concentrar y aumentar su poder poniendo a sus lameculos en los puestos clave de su reinado.
En esa cruzada santa, le ha cortado la cabeza a varios "curitas progres", cosa que ha desatado la indignación, no de los católicos practicantes, que están felices con este engendro, sino de "la ciudadanía en general", que insiste en que los "curitas progres" están más cerca del "original mensaje cristiano" del que lo están estos curas fachos que han "traicionado" a Cristo y bla bla bla.
A mí, como ateo, el asunto me sabe a chicharrón de sebo. Pero a la vez es, curiosamente, una de esas circunstancias en las que una posición atea tiene algo distinto qué decir que "los progres" en general. Entonces escribí el texto que copio abajo, con miras a ponerlo -como impone la modernidad- en el muro del Facebook. Si alguno tiene alguna observación o sugerencia, será agradecida y bien recibida. Los personajes son: Cipriani: el arzobispo del Opus y Garatea, el "curita progre". Y dice así:
Los curas buenos
El caso del cura Garatea, saboteado por el hijo de puta (con el perdón de las putas, que tienen toda mi simpatía y respeto) de Cipriani, pone de manifiesto el mito de los "curas buenos". Esos curitas "progres" y buena onda que defienden a los pobres, que chupan, fuman y bailan en las fiestas y que supuestamente reivindican "el verdadero mensaje de Cristo", en contra de lo que defiende una jerarquía eclesiástica retrógrada, hipócrita, putrefacta y corrompida, prístinamente representada por movimientos como el Opus Dei y los sodálites, desde hace décadas en el poder.
Así, el ataque de Cipriani contra Garatea ha motivado la airada protesta de los autodenominados "sectores progresistas de la sociedad peruana", así sean católicos o no. Y cualquier desmarque de esa posición, que se vende como políticamente correctísima, es sospechosa de conservadurismo retrógrado, reaccionario y encima pío. En otras palabras: si no estás con Garatea, estás con Cipriani.
Sin embargo, esa construcción, aparentemente tan coherente, explicativa y certera, es falsa. Así por ejemplo, yo no estoy a favor de Garatea, y ciertamente tampoco de Cipriani. Y eso no me hace, en absoluto, sospechoso de conservadurismo retrógrado, reaccionario y pío.
La iglesia católica es una institución vertical. Un reinado absoluto, donde la ciega obediencia al dogma es la ley. Y la dimisión, desobediencia y dudas se pagan con la muerte (real o simbólica). Su problema no es el Opus o los sodálites, el problema es su estructura medieval, perversa, profundamente inhumana.
Si no fuera así, si la iglesia católica fuera democrática y abierta al debate, habría desaparecido hace siglos. La razón es simple: su poder se basa en la fantasía indemostrable y ridícula de que ellos, y sólo ellos, son los intérpretes y representantes de la voluntad divina de un ser imaginario, del que ellos son, en la práctica, propietarios.
La única manera de sustentar tamaña tontería por dos mil años es, primero, cortándole la cabeza al discordante. Aplastándolo. Quemándolo en la hoguera. Robándole sus bienes. Bombardeando su honestidad, su ética, su moral. Y segundo, prostituyendo su poder con el gobernante de turno, convirtiéndolo en su cómplice.
Si Garatea fuera la mitad de "bueno" de lo que la campaña mediática a su favor dice, hace tiempo se habría salido de tan abyecta institución, y la denunciaría.
Las "bondades" que exhiben los curas "progres", y que tanto emocionan a los católicos no practicantes, no vienen del supuesto mensaje cristiano, vienen del humanismo secular de la Ilustración. Antes de eso, cuando la Iglesia no tenía que competir con el humanismo para ganar fieles, mostraba su verdadero y feroz rostro, uno bien parecido al que hoy se ve en los extremistas islámicos.
Pero no nos dejemos engañar. Detrás del barniz progre, curas como Garatea, que eligen libremente seguir besando el anillo de tipos como Cipriani, siguen creyendo que la mujer es sucia e inferior al hombre, que la homosexualidad es demoniaca, que los fetos tienen alma inmortal, que está bien matar en nombre de dios, que el sexo es sucio, que los dogmas son eternos y verdaderos, que el condón es inconveniente, que el papa es infalible, que la esclavitud es aceptable, que es recomendable evangelizar a los niños, que los desastres naturales tienen un ímpetu evangelizador, que los caminos misteriosos del señor pueden incluir despedazar o prostituir niños y que la libertad de pensamiento y de expresión son males que hay que combatir. La diferencias entre un cura progre y uno del Opus son sólo de camuflaje.
Si esto es tan obvio... ¿Por qué es tan popular la idea de que existen "curas buenos"? ¿Por qué es tan popular la idea de que la iglesia es buena, pero ha caído en manos de miserables purpurados? Pues porque son creencias que dan la coartada perfecta a los católicos no practicantes, la inmensa mayoría, para que puedan engañarse y sentir que tienen una oportunidad de salvación eterna. De que a pesar de que no van a misa, desean la pareja del prójimo, usan anticonceptivos y condón, abortan cuando es necesario, mienten, aceptan las relaciones homosexuales de sus amistades (y de ellos mismos), ellos pueden seguir autodenominándose "católicos", validando el desvarío de que su "catolicismo a su manera" (es decir, a la carta, permisivo y sin obligaciones) es el que verdaderamente agrada a ese ser imaginario que llaman "dios".
A mí, como ateo, el tema de la salvación, el pecado y de los curas supuestamente buenos me tiene sin cuidado. Pero me parece cojonudo que Cipriani y Garatea revelen la entraña deleznable de la institución que representan. Cipriani en su rol de inquisidor y Garatea en el de siervo herido, pero ambos plenamente funcionales, dos caras de una misma perversión que, ojalá, algún día termine en el lugar que le corresponde hace siglos: el museo de historia, junto a la guillotina, el garrote, la horca y demás instrumentos de muerte, tortura y violación.
En esa cruzada santa, le ha cortado la cabeza a varios "curitas progres", cosa que ha desatado la indignación, no de los católicos practicantes, que están felices con este engendro, sino de "la ciudadanía en general", que insiste en que los "curitas progres" están más cerca del "original mensaje cristiano" del que lo están estos curas fachos que han "traicionado" a Cristo y bla bla bla.
A mí, como ateo, el asunto me sabe a chicharrón de sebo. Pero a la vez es, curiosamente, una de esas circunstancias en las que una posición atea tiene algo distinto qué decir que "los progres" en general. Entonces escribí el texto que copio abajo, con miras a ponerlo -como impone la modernidad- en el muro del Facebook. Si alguno tiene alguna observación o sugerencia, será agradecida y bien recibida. Los personajes son: Cipriani: el arzobispo del Opus y Garatea, el "curita progre". Y dice así:
Los curas buenos
El caso del cura Garatea, saboteado por el hijo de puta (con el perdón de las putas, que tienen toda mi simpatía y respeto) de Cipriani, pone de manifiesto el mito de los "curas buenos". Esos curitas "progres" y buena onda que defienden a los pobres, que chupan, fuman y bailan en las fiestas y que supuestamente reivindican "el verdadero mensaje de Cristo", en contra de lo que defiende una jerarquía eclesiástica retrógrada, hipócrita, putrefacta y corrompida, prístinamente representada por movimientos como el Opus Dei y los sodálites, desde hace décadas en el poder.
Así, el ataque de Cipriani contra Garatea ha motivado la airada protesta de los autodenominados "sectores progresistas de la sociedad peruana", así sean católicos o no. Y cualquier desmarque de esa posición, que se vende como políticamente correctísima, es sospechosa de conservadurismo retrógrado, reaccionario y encima pío. En otras palabras: si no estás con Garatea, estás con Cipriani.
Sin embargo, esa construcción, aparentemente tan coherente, explicativa y certera, es falsa. Así por ejemplo, yo no estoy a favor de Garatea, y ciertamente tampoco de Cipriani. Y eso no me hace, en absoluto, sospechoso de conservadurismo retrógrado, reaccionario y pío.
La iglesia católica es una institución vertical. Un reinado absoluto, donde la ciega obediencia al dogma es la ley. Y la dimisión, desobediencia y dudas se pagan con la muerte (real o simbólica). Su problema no es el Opus o los sodálites, el problema es su estructura medieval, perversa, profundamente inhumana.
Si no fuera así, si la iglesia católica fuera democrática y abierta al debate, habría desaparecido hace siglos. La razón es simple: su poder se basa en la fantasía indemostrable y ridícula de que ellos, y sólo ellos, son los intérpretes y representantes de la voluntad divina de un ser imaginario, del que ellos son, en la práctica, propietarios.
La única manera de sustentar tamaña tontería por dos mil años es, primero, cortándole la cabeza al discordante. Aplastándolo. Quemándolo en la hoguera. Robándole sus bienes. Bombardeando su honestidad, su ética, su moral. Y segundo, prostituyendo su poder con el gobernante de turno, convirtiéndolo en su cómplice.
Si Garatea fuera la mitad de "bueno" de lo que la campaña mediática a su favor dice, hace tiempo se habría salido de tan abyecta institución, y la denunciaría.
Las "bondades" que exhiben los curas "progres", y que tanto emocionan a los católicos no practicantes, no vienen del supuesto mensaje cristiano, vienen del humanismo secular de la Ilustración. Antes de eso, cuando la Iglesia no tenía que competir con el humanismo para ganar fieles, mostraba su verdadero y feroz rostro, uno bien parecido al que hoy se ve en los extremistas islámicos.
Pero no nos dejemos engañar. Detrás del barniz progre, curas como Garatea, que eligen libremente seguir besando el anillo de tipos como Cipriani, siguen creyendo que la mujer es sucia e inferior al hombre, que la homosexualidad es demoniaca, que los fetos tienen alma inmortal, que está bien matar en nombre de dios, que el sexo es sucio, que los dogmas son eternos y verdaderos, que el condón es inconveniente, que el papa es infalible, que la esclavitud es aceptable, que es recomendable evangelizar a los niños, que los desastres naturales tienen un ímpetu evangelizador, que los caminos misteriosos del señor pueden incluir despedazar o prostituir niños y que la libertad de pensamiento y de expresión son males que hay que combatir. La diferencias entre un cura progre y uno del Opus son sólo de camuflaje.
Si esto es tan obvio... ¿Por qué es tan popular la idea de que existen "curas buenos"? ¿Por qué es tan popular la idea de que la iglesia es buena, pero ha caído en manos de miserables purpurados? Pues porque son creencias que dan la coartada perfecta a los católicos no practicantes, la inmensa mayoría, para que puedan engañarse y sentir que tienen una oportunidad de salvación eterna. De que a pesar de que no van a misa, desean la pareja del prójimo, usan anticonceptivos y condón, abortan cuando es necesario, mienten, aceptan las relaciones homosexuales de sus amistades (y de ellos mismos), ellos pueden seguir autodenominándose "católicos", validando el desvarío de que su "catolicismo a su manera" (es decir, a la carta, permisivo y sin obligaciones) es el que verdaderamente agrada a ese ser imaginario que llaman "dios".
A mí, como ateo, el tema de la salvación, el pecado y de los curas supuestamente buenos me tiene sin cuidado. Pero me parece cojonudo que Cipriani y Garatea revelen la entraña deleznable de la institución que representan. Cipriani en su rol de inquisidor y Garatea en el de siervo herido, pero ambos plenamente funcionales, dos caras de una misma perversión que, ojalá, algún día termine en el lugar que le corresponde hace siglos: el museo de historia, junto a la guillotina, el garrote, la horca y demás instrumentos de muerte, tortura y violación.