FuenteFE Y CREENCIAS Católicos y evangélicos en Estados Unidos:
Los latinos están cambiando la religión en Norteamérica
Los católicos latinos se consideran como renovadores del cristianismo en Norteamérica. Cuando los cambios demográficos transforman a EE.UU. en un país cada vez más hispano, hoy se tornan en una fuerza poderosa .
La iglesia de "La Placita", antiguamente llamada Nuestra Señora Reina de Los Ángeles, fue fundada bajo el dominio español aproximadamente en la misma época que el pueblo que lleva su mismo nombre, la futura Los Ángeles. Como la tierra en la que estaba situada fue primero mexicana y luego norteamericana, siempre fue latina, tanto en aspecto como en carácter, señala el padre Richard Estrada. El catolicismo y la cultura hispana parecían inseparables en dicho lugar.
Aún lo siguen siendo en gran medida. Prácticamente todos los feligreses del padre Estrada son hispanos, la mayoría de origen mexicano. Cuando llegaron refugiados de Guatemala y El Salvador en los años 1980, fue natural que encontraran, como buenos católicos, refugio en La Placita, donde dormían en los bancos y el padre Estrada les daba comida. También fue natural que en 2006, cuando el país pasó por una ola antiinmigracionista, que muchas de las contramanifestaciones de los latinos partieran desde La Placita. Los latinos continúan acudiendo a este santuario de todas partes del sur de California para bautizos y oraciones, servicios sociales y un sentido de comunidad.
Identidad étnica
Pero también acude un número cada vez mayor de abuelas para recibir el consejo del padre Estrada sobre sus hijos o nietos que se han vuelto 'hermanos separados', dejando de lado la Iglesia Católica para convertirse en miembros de iglesias evangélicas, a menudo de tendencia pentecostal. Los conversos pueden haber seguido a alguno de los evangélicos que llegan a reclutar adeptos a La Placita, o bien a amigos que han conocido en algún concierto de rock espiritual o picnic. "No me preocupa, pero es un desafío", dice el padre Estrada.
El 68 por ciento de los hispanos de Norteamérica siguen siendo católicos, de acuerdo con el Pew Research Centre, y su número total continúa aumentando gracias a la inmigración y una mayor tasa de natalidad. Pero alrededor del 15 por ciento se han hecho evangélicos y están adquiriendo rápidamente una "cuota del mercado", como lo expresa Gastón Espinosa, profesor de religión del colegio Claremont McKenna. Espinosa calcula que alrededor de 3,9 millones de latinoamericanos católicos se han vuelto evangélicos y que "por cada uno que regresa a la religión católica, cuatro la abandonan".
Espinosa considera que la principal razón para ello es la identidad étnica. Los servicios evangélicos no sólo son en español, como lo son muchos de los sermones católicos hoy en día, sino que además son celebrados por latinos, en lugar de sacerdotes irlandeses o polaco-norteamericanos, con las cadencias, ritmos, inflexiones y costumbres del país de origen. Los servicios evangélicos son por lo general más animados que la liturgia católica y duran más, convirtiéndose a menudo en un paseo de todo el día. Las mujeres tienen un papel más predominante y hay menos feligreses por pastor que en la Iglesia Católica.
En las iglesias evangélicas hay también una mayor participación del público, señala Samuel Rodríguez, pastor de la iglesia pentecostal y portorriqueño de tercera generación en el país, presidente de la National Hispanic Christian Leadership Conference (Conferencia Nacional de Liderazgo Hispano-Cristiano), una asociación evangélica. En la Iglesia Católica, la relación del creyente con Jesús se realiza a través de jerarquías y burocracias, según Rodríguez, en tanto las iglesias evangélicas proporcionan un acceso directo a Jesús. Los pentecostales van un paso más allá, con los "dones del Espíritu Santo" (1ª epístola de Pablo a los cristianos de Corinto), permitiendo a los fieles hablar en lenguas y rezar por la sanación divina.
"Este es el primer grupo de Norteamérica en reconciliar tanto las partes verticales como las horizontales de la Cruz," señala Rodríguez. Con ello, quiere decir que las iglesias evangélicas latinas ponen el énfasis no sólo en la "nueva alianza, fe y rectitud" (la parte vertical), como lo hacen los evangélicos de raza blanca, sino que también en la "comunidad, políticas públicas y justicia social" (la parte horizontal), como lo hacen muchos evangélicos de raza negra y menos evangélicos de raza blanca. Para los evangélicos latinos es todo una sola cosa, indica, y el alcance social que proporciona la iglesia va mucho más allá que cualquier programa gubernamental, ya que los pastores apartan a los jóvenes de la vida pandillera y luchan para proteger los derechos de los inmigrantes.
Esto también significa que los evangélicos latinos se diferencian como fuerza política de los evangélicos de raza blanca. Los latinos defienden el derecho a la vida y están más a favor del matrimonio tradicional que los blancos, señala Rodríguez, pero sólo porque saben que "la madre y el padre en la casa son el principal antídoto contra las pandillas y las drogas". Ese mismo pragmatismo los lleva a creer en los servicios gubernamentales y los impuestos que deben pagar por ellos, y naturalmente en los derechos de los inmigrantes. Él considera que, como votantes, los evangélicos latinos son fundamentalmente independientes y están a disposición de cualquier partido.
Pero tal vez lo que está cambiando más es el catolicismo norteamericano. Alrededor de un tercio de los católicos de Norteamérica son latinos y su cuota va en aumento. Su influencia no es sólo física y lingüística, sino que un mayor número de ellos acude a la iglesia. Son asimismo un tipo diferente de católico, y más de la mitad se describen a sí mismos como "carismáticos", de acuerdo con el informe Pew. Los carismáticos continúan con sus tradiciones, pero creen en ciertos aspectos del pentecostalismo, como los dones del Espíritu Santo.
Los carismáticos latinos se consideran a sí mismos como un movimiento de renovación dentro del catolicismo, convergiendo con otras iglesias. Y en general, todos los católicos latinos practicantes se consideran como renovadores del cristianismo en Norteamérica. Eso los convierte en una fuerza poderosa a medida que los cambios demográficos transforman a EE.UU. en un país cada vez más hispano y diferente de la Europa secular.
El último parrafo es decidor. Lo peor es que justifican y validan su creencia porque en la práctica les da resultados para combatir las drogas y las pandillas, pero no ven que la irracionalidad de su fe conlleva otros perjuicios: A Dios rogando y con el mazo dando, ni más ni menos.