Tiempos de contrarreforma
Tiempos de contrarreforma
JUAN JOSÉ TAMAYO en El País 24/12/2009
La dialéctica reforma-contrarreforma-ruptura viene repitiéndose desde los orígenes del cristianismo con diferentes acentos. Sucede, sin embargo, que los tiempos de reforma son escasos y de corta duración, mientras que los de contrarreforma ocupan largos periodos y son la regla general. El cristianismo nació de los movimientos de renovación del judaísmo como grupo crítico y antisistema en torno a Jesús de Nazaret, "judío marginal" (John P. Meier). Pero pronto se instaló en el sistema y surgió la Iglesia constantiniana, que cambió el rumbo del cristianismo en dirección a la alianza con el poder. Muchos de los movimientos revolucionarios de la Edad Media (órdenes mendicantes, cátaros, albigenses, begardos, beguinas, místicos, etc.) fueron excomulgados y tuvieron una existencia efímera. Volvió a imponerse la contrarreforma y los pocos movimientos proféticos que sobrevivieron lo hicieron en ruptura con la Iglesia feudal. La Reforma protestante pretendía volver a los orígenes y vivir el Evangelio en toda su radicalidad. La respuesta de Roma fue la excomunión del reformador Lutero y la puesta en marcha de la Contrarreforma que comenzó con el Concilio de Trento y duró hasta el Vaticano II.
La misma secuencia se repitió en la Edad Contemporánea: las revoluciones científicas, sociales, filosóficas y políticas chocaron con la respuesta contrarrevolucionaria de la Iglesia católica en todos los campos del saber: el evolucionismo con el creacionismo, el modernismo con el antimodernismo, la filosofía ilustrada con la neo-esocolástica, la democracia con la teocracia, los derechos humanos con los derechos divinos. Doble ruptura: con la sociedad y en el seno de la Iglesia.
Con el Concilio Vaticano II (1962-1965) se inauguró un esperanzador periodo de reforma en la Iglesia católica que logró reunir las diferentes teologías y los plurales modelos de Iglesia en torno a un proyecto de cristianismo en diálogo con la modernidad. La primavera conciliar apenas duró una década. La contrarreforma comenzó ya con Pablo VI y ha culminado con Juan Pablo II y Benedicto XVI. Y en esas estamos, en la "larga invernada de la Iglesia", anunciada ya por Karl Rahner.
Con la contrarreforma ha llegado la ruptura, no declarada, pero real, y en todos los campos: doctrinal, moral, político y social. Dos ejemplos. Mientras los teólogos progresistas y los movimientos cristianos de base defienden el laicismo como marco político y jurídico de convivencia, los obispos dan la batalla por la confesionalidad de la sociedad y del Estado. Mientras los sectores críticos del cristianismo apoyan iniciativas legislativas a favor del aborto o, al menos, de su despenalización, y las mujeres católicas reclaman el derecho a decidir como sujetos morales, la jerarquía califica el aborto de asesinato, exige que sea delito y acusa de cómplices en el asesinato a los parlamentarios favorables a la ley.
Juan José Tamayo es secretario general de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII.
La dialéctica reforma-contrarreforma-ruptura viene repitiéndose desde los orígenes del cristianismo con diferentes acentos. Sucede, sin embargo, que los tiempos de reforma son escasos y de corta duración, mientras que los de contrarreforma ocupan largos periodos y son la regla general. El cristianismo nació de los movimientos de renovación del judaísmo como grupo crítico y antisistema en torno a Jesús de Nazaret, "judío marginal" (John P. Meier). Pero pronto se instaló en el sistema y surgió la Iglesia constantiniana, que cambió el rumbo del cristianismo en dirección a la alianza con el poder. Muchos de los movimientos revolucionarios de la Edad Media (órdenes mendicantes, cátaros, albigenses, begardos, beguinas, místicos, etc.) fueron excomulgados y tuvieron una existencia efímera. Volvió a imponerse la contrarreforma y los pocos movimientos proféticos que sobrevivieron lo hicieron en ruptura con la Iglesia feudal. La Reforma protestante pretendía volver a los orígenes y vivir el Evangelio en toda su radicalidad. La respuesta de Roma fue la excomunión del reformador Lutero y la puesta en marcha de la Contrarreforma que comenzó con el Concilio de Trento y duró hasta el Vaticano II.
La misma secuencia se repitió en la Edad Contemporánea: las revoluciones científicas, sociales, filosóficas y políticas chocaron con la respuesta contrarrevolucionaria de la Iglesia católica en todos los campos del saber: el evolucionismo con el creacionismo, el modernismo con el antimodernismo, la filosofía ilustrada con la neo-esocolástica, la democracia con la teocracia, los derechos humanos con los derechos divinos. Doble ruptura: con la sociedad y en el seno de la Iglesia.
Con el Concilio Vaticano II (1962-1965) se inauguró un esperanzador periodo de reforma en la Iglesia católica que logró reunir las diferentes teologías y los plurales modelos de Iglesia en torno a un proyecto de cristianismo en diálogo con la modernidad. La primavera conciliar apenas duró una década. La contrarreforma comenzó ya con Pablo VI y ha culminado con Juan Pablo II y Benedicto XVI. Y en esas estamos, en la "larga invernada de la Iglesia", anunciada ya por Karl Rahner.
Con la contrarreforma ha llegado la ruptura, no declarada, pero real, y en todos los campos: doctrinal, moral, político y social. Dos ejemplos. Mientras los teólogos progresistas y los movimientos cristianos de base defienden el laicismo como marco político y jurídico de convivencia, los obispos dan la batalla por la confesionalidad de la sociedad y del Estado. Mientras los sectores críticos del cristianismo apoyan iniciativas legislativas a favor del aborto o, al menos, de su despenalización, y las mujeres católicas reclaman el derecho a decidir como sujetos morales, la jerarquía califica el aborto de asesinato, exige que sea delito y acusa de cómplices en el asesinato a los parlamentarios favorables a la ley.
Juan José Tamayo es secretario general de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII.
"... y el Hombre creó a dios"
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Re: Tiempos de contrarreforma
¡¡"Teólogos y teólogas"!!.
(No sé qué estupidez soporto menos de tan variado repertorio).
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Si pretendes razonar sobre religión con un creyente piensa que, si pudiera razonar sobre ello, ... ¡no sería creyente!
"La primera vez que alguien te engaña, es culpa suya. La segunda, tuya.". (Proverbio árabe).
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Re: Tiempos de contrarreforma
Me queda claro que hay voces discrepantes dentro de quienes adhieren a la ICAR. Y que en ciertos puntos, esas voces y nosotros apuntamos al mismo lado. ¿Se supone que trabajemos juntos en contra del adversario en común o sencillamente nosotros hacemos nuestra tarea y ellos, la suya?.Hipatio, citando a Juan José Tamayo, escribió:Mientras los teólogos progresistas y los movimientos cristianos de base defienden el laicismo como marco político y jurídico de convivencia, los obispos dan la batalla por la confesionalidad de la sociedad y del Estado. Mientras los sectores críticos del cristianismo apoyan iniciativas legislativas a favor del aborto o, al menos, de su despenalización, y las mujeres católicas reclaman el derecho a decidir como sujetos morales, la jerarquía califica el aborto de asesinato, exige que sea delito y acusa de cómplices en el asesinato a los parlamentarios favorables a la ley.
Nuestros antepasados, los creyentes - SWAMI -
Las religiones son muletas para gente sana, a la que le han hecho creer que es coja - pablov63 -
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Re: Tiempos de contrarreforma
En mi opinión, los católicos que defienden el laicismo, y con él una sociedad libre de imposiciones religiosas a través del marco legal o de las presiones de los obispos está lejos de ser el enemigo. Podrán ser rivales en el terreno intelectual o filosófico, pero respetables en la medida en que reconocen un mundo plural en el que todos tenemos cabida en igualdad de condiciones.
Y pienso además que estos católicos laicistas son aliados nuestros en nuestra principal batalla social, que es separar la iglesia del estado.
El enemigo sigue siendo para mí la alianza religión-poder, que pretende imponer una única forma de vida a todos, consiguiendo leyes que convierten algunos pecados en delitos. En nuestro caso la ICAR, pero también el islam y el judaísmo radicales, o cualquier religión que persiga que las leyes civiles de un país le concedan privilegios para dominar a la población, y vivir sin otro trabajo que el adoctrinamiento religioso, o algunas labores sociales siempre condicionadas al seguimiento de su doctrina.
Podremos tener divergencias y peleas con los católicos laicistas. Pero, al menos en el terreno de la lucha por la construcción de una democracia consistente, yo los veo como nuestros aliados.
Y pienso además que estos católicos laicistas son aliados nuestros en nuestra principal batalla social, que es separar la iglesia del estado.
El enemigo sigue siendo para mí la alianza religión-poder, que pretende imponer una única forma de vida a todos, consiguiendo leyes que convierten algunos pecados en delitos. En nuestro caso la ICAR, pero también el islam y el judaísmo radicales, o cualquier religión que persiga que las leyes civiles de un país le concedan privilegios para dominar a la población, y vivir sin otro trabajo que el adoctrinamiento religioso, o algunas labores sociales siempre condicionadas al seguimiento de su doctrina.
Podremos tener divergencias y peleas con los católicos laicistas. Pero, al menos en el terreno de la lucha por la construcción de una democracia consistente, yo los veo como nuestros aliados.
Por un mundo más libre y con menos hipocresía, asóciate: https://iatea.org.es/asociarse.php
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Re: Tiempos de contrarreforma
Como se ha repetido innumerables veces, una cosa es el laicismo y otra las creencias e increencias. Están en planos diferentes.
Dicho esto y habiendo manifestado varias veces también mi convergencia con amigos que, siendo creyentes, también son laicistas, debo decir que nunca entramos a fondo en lo que significa el laicismo. Y ello es porque en lo superficial, convergemos. Pero en cuanto aparecen aspectos más "delicados", sale el pelo de la dehesa (aflora lo que de verdad hay debajo, para los no familiarizados con los dichos españoles). Sacad el asunto de la supresión de las "misiones" o de las labores "sociales" ... veréis lo que pasa.
Personalmente para mí son unos aliados muy circunstanciales e incómodos. Y ello es porque, además de una clara minoría, en realidad son el verdadero enemigo en una sociedad moderna. A los Benitos 16, a los Kikos, a los Lefevres, a los Opusinos se les ve venir de lejos. A los Tamayos, a los Boffs, a los Miret-Magdalenas -con toda la admiración que me merece el que se la jueguen muchas veces-, no: te hablan de marxismo y, sin solución de continuidad, de la divinidad de María.
Dicho esto y habiendo manifestado varias veces también mi convergencia con amigos que, siendo creyentes, también son laicistas, debo decir que nunca entramos a fondo en lo que significa el laicismo. Y ello es porque en lo superficial, convergemos. Pero en cuanto aparecen aspectos más "delicados", sale el pelo de la dehesa (aflora lo que de verdad hay debajo, para los no familiarizados con los dichos españoles). Sacad el asunto de la supresión de las "misiones" o de las labores "sociales" ... veréis lo que pasa.
Personalmente para mí son unos aliados muy circunstanciales e incómodos. Y ello es porque, además de una clara minoría, en realidad son el verdadero enemigo en una sociedad moderna. A los Benitos 16, a los Kikos, a los Lefevres, a los Opusinos se les ve venir de lejos. A los Tamayos, a los Boffs, a los Miret-Magdalenas -con toda la admiración que me merece el que se la jueguen muchas veces-, no: te hablan de marxismo y, sin solución de continuidad, de la divinidad de María.
Si pretendes razonar sobre religión con un creyente piensa que, si pudiera razonar sobre ello, ... ¡no sería creyente!
"La primera vez que alguien te engaña, es culpa suya. La segunda, tuya.". (Proverbio árabe).
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Re: Tiempos de contrarreforma
Sí, pero en estas circunstancias son válidos. Y más porque, y esto es lo duro de tragar, ellos tienen una credibilidad que hoy por hoy la sociedad nos escatima a los ateos.Vitriólico escribió:
Personalmente para mí son unos aliados muy circunstanciales e incómodos.
Estoy de acuerdo, además, en que son peligrosos porque en lo esencial son lo mismo que los fundamentalistas. Pero en la fase en la que nos encontramos en la evolución social, lo primero es "recuperar" (lo pongo entrecomillado porque no los hemos tenido nunca en condiciones) el respeto a los derechos individuales de librepensamiento y la protección legal y social efectiva que ponga este respeto en su lugar.
Otra batalla será quitar las zarpas de la religión de todas partes (sanidad, educación, servicios sociales...) y conseguir que su financiación no provenga del estado.
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