no .por Aw_ el Mié Ago 20, 2008 2:02 pm
A ver, Juan Pablo II decía que el infierno es un estado de la mente, Benedicto XVI que es un lugar.
REmitàmonos directamente a las fuentes:
JP II
http://www.vatican.va/holy_father/john_ ... 99_sp.htmlCon todo, en sentido teológico, el infierno es algo muy diferente: es la última consecuencia del pecado mismo, que se vuelve contra quien lo ha cometido. Es la situación en que se sitúa definitivamente quien rechaza la misericordia del Padre incluso en el último instante de su vida.
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También el Apocalipsis representa plásticamente en un «lago de fuego» a los que no se hallan inscritos en el libro de la vida, yendo así al encuentro de una «segunda muerte» (Ap 20, 13ss). Por consiguiente, quienes se obstinan en no abrirse al Evangelio, se predisponen a «una ruina eterna, alejados de la presencia del Señor y de la gloria de su poder» (2 Ts 1, 9).
3. Las imágenes con las que la sagrada Escritura nos presenta el infierno deben interpretarse correctamente. Expresan la completa frustración y vaciedad de una vida sin Dios. El infierno, más que un lugar, indica la situación en que llega a encontrarse quien libre y definitivamente se aleja de Dios, manantial de vida y alegría. Así resume los datos de la fe sobre este tema el Catecismo de la Iglesia católica: «Morir en pecado mortal sin estar arrepentidos ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de él para siempre por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra infierno» (n. 1033).
Ahora veamos lo que dice Benedicto
http://eltestamentodelpescador.wordpres ... -infierno/Cuando no se conoce el juicio de Dios, no se conoce la posibilidad del infierno, del fracaso radical y definitivo de la vida, no se conoce la posibilidad y la necesidad de la purificación.
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. He tratado de decir: quizá no son tantos aquellos que se han destruído así, que son insanables para siempre, que no tienen más algún elemento más sobre el cual pueda sostenerse el amor de Dios, no tienen más en sí mismos una mínima capacidad de amar. Esto sería el infierno.
El infierno tanto para JP II como para B XVI son exactamente la misma cosa: una situaciòn en la que se encuentran los que mueren negando a Dios. PARA NINGUNO DE LOS DOS ES UN LUGAR.
Ahora, puedes creer lo que dicen que dicen o puedes leer lo que yo te traje: LO QUE DIJERON ELLOS MISMOS.