¡¡¡Más maderaaaa!!!
Publicado: Vie Oct 31, 2008 9:12 am
http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/ ... 81031.html
Corto y pego:
"Los homosexuales no pueden ser sacerdotes
Vaticano reitera que ser gay es una «desviación» y síntoma de «grave inmadurez»
No basta que los aspirantes al seminario hagan voto de castidad
El Vaticano reafirmó ayer que, en opinión de la jerarquía católica actual, un homosexual es alguien que sufre «una desviación, una irregularidad» que le impide tener relaciones sociales normales y que, por poseer «una identidad sexual incierta», padece una «grave inmadurez». Por tanto, no puede ser sacerdote y tiene prohibido ingresar en un seminario. Da igual que respete su voto de castidad o, en palabras del documento presentado ayer, «se abstenga del ejercicio de la genitalidad». Podría pensarse que, heterosexual u homosexual, nada cambia a fin de cuentas si alguien que quiere ser cura hace un voto responsable de celibato, pero para el Vaticano no es así: la homosexualidad «es una herida para poder ejercitar el sacerdocio, que consiste en ser un padre y saber relacionarse con los demás», según dijo ayer el cardenal polaco Zenon Grocholewski, prefecto de la Congregación para la Educación Católica. «La castidad por el Reino es mucho más que la simple ausencia de relaciones sexuales», concluye el documento que presentó.
La Iglesia vuelve a insistir en este aspecto en un texto conocido ayer sobre el apoyo psicológico del que pueden valerse los seminarios a la hora de aceptar nuevos alumnos. Se llama 'Orientaciones para el uso de las competencias de la psicología en la admisión y en la formación de los candidatos al sacerdocio'. Nada de lo que dice es realmente nuevo, pero ahonda en las reflexiones que ya hizo la misma congregación -los 'ministerios' en los que se divide la Santa Sede- en un documento previo de 2005.
Escándalos sexuales
Aquel primer documento fue parte de la reacción oficial al enorme escándalo de las miles de denuncias contra curas por abusos sexuales, principalmente en Estados Unidos, donde causó incluso la bancarrota de algunas diócesis por las indemnizaciones judiciales. Desde 2002, con Juan Pablo II, la Iglesia afrontó por primera vez la realidad de que en el clero proliferaba la homosexualidad, aunque lo hizo de forma sesgada: desde entonces estableció una perversa relación automática, muy criticada, entre pedofilia y homosexualidad, que contribuyó a condenar aún más a ésta.
El Vaticano también tuvo que asumir que los obispos habían protegido en muchos casos a curas que eran delincuentes sexuales sin denunciarlos a las autoridades, pese a conocer sus delitos, y se limitaron a cambiarles de parroquia. Pese a cerrar filas, después la Iglesia ha pedido perdón a las víctimas en varias ocasiones, la última en el viaje de Benedicto XVI a Estados Unidos, el pasado mes de abril. «Sentimos una profunda vergüenza y haremos todo lo posible para que no vuelva a ocurrir», dijo el Papa. Del mismo modo, en su viaje de julio a Australia, país que también fue sacudido por el escándalo, pidió otra vez disculpas.
Por todo ello, y según sus razonamientos, la política de la Iglesia comenzó a orientarse sobre todo a filtrar el acceso de homosexuales a los seminarios. De ahí el documento de 2005, titulado expresamente 'Instrucción sobre los criterios de discernimiento vocacional de las personas con tendencias homosexuales en vista de su admisión al seminario y a los órdenes sagrados'. El siguiente es el divulgado ayer, que incide en otros aspectos y, en especial, en cómo gestionar la ayuda de los psicólogos, que deben ser católicos, para elegir a los seminaristas idóneos.
La preocupación de fondo del Vaticano es mucho más amplia, pues además del escaso número de vocaciones, desde hace años presta atención a la propia identidad y formación del sacerdote. La Iglesia es consciente de que no sólo llegan pocas personas al seminario, sino que provienen de una sociedad de la que sospecha lo peor. Los aspirantes «reflejan, en modo más o menos acentuado, el malestar de una mentalidad emergente caracterizada por el consumismo, por la inestabilidad de las relaciones familiares y sociales, por el relativismo moral, por las visiones erradas de la sexualidad, por una sistemática obra de negación de los valores, sobre todo por los medios de comunicación». De ahí que al Vaticano le interese incluso echar mano de psicológos para evitar, como en el pasado, «errores de discernimiento en las vocaciones». No obstante, se hará en casos excepcionales, con el consentimiento del interesado y de forma auxiliar, pues la última palabra sobre un seminarista será naturalmente del obispo de la diócesis.
«Identidad viril»
La formación de un aspirante a cura será interrumpida si éste, «a pesar de su empeño y el apoyo del psicólogo o la psicoterapia», continúa mostándose incapaz, según el punto de vista de la Iglesia, de afrontar su inmadurez. Entre los síntomas graves el documento vaticano señala, además de la homosexualidad «fuertemente radicada» o la identidad sexual incierta, las fuertes dependencias afectivas, la falta de libertad en las relaciones, un carácter excesivamente rígido o los defectos de lealtad. Como impedimento especial el texto subraya la dificultad de vivir el celibato.
Entre otras virtudes, los futuros sacerdotes deben tener un «sentido positivo y estable de la propia identidad viril, relacionarse de forma madura con otras personas, capacidad de corregirse y gusto por la belleza entendida como esplendor de la verdad»."
Corto y pego:
"Los homosexuales no pueden ser sacerdotes
Vaticano reitera que ser gay es una «desviación» y síntoma de «grave inmadurez»
No basta que los aspirantes al seminario hagan voto de castidad
El Vaticano reafirmó ayer que, en opinión de la jerarquía católica actual, un homosexual es alguien que sufre «una desviación, una irregularidad» que le impide tener relaciones sociales normales y que, por poseer «una identidad sexual incierta», padece una «grave inmadurez». Por tanto, no puede ser sacerdote y tiene prohibido ingresar en un seminario. Da igual que respete su voto de castidad o, en palabras del documento presentado ayer, «se abstenga del ejercicio de la genitalidad». Podría pensarse que, heterosexual u homosexual, nada cambia a fin de cuentas si alguien que quiere ser cura hace un voto responsable de celibato, pero para el Vaticano no es así: la homosexualidad «es una herida para poder ejercitar el sacerdocio, que consiste en ser un padre y saber relacionarse con los demás», según dijo ayer el cardenal polaco Zenon Grocholewski, prefecto de la Congregación para la Educación Católica. «La castidad por el Reino es mucho más que la simple ausencia de relaciones sexuales», concluye el documento que presentó.
La Iglesia vuelve a insistir en este aspecto en un texto conocido ayer sobre el apoyo psicológico del que pueden valerse los seminarios a la hora de aceptar nuevos alumnos. Se llama 'Orientaciones para el uso de las competencias de la psicología en la admisión y en la formación de los candidatos al sacerdocio'. Nada de lo que dice es realmente nuevo, pero ahonda en las reflexiones que ya hizo la misma congregación -los 'ministerios' en los que se divide la Santa Sede- en un documento previo de 2005.
Escándalos sexuales
Aquel primer documento fue parte de la reacción oficial al enorme escándalo de las miles de denuncias contra curas por abusos sexuales, principalmente en Estados Unidos, donde causó incluso la bancarrota de algunas diócesis por las indemnizaciones judiciales. Desde 2002, con Juan Pablo II, la Iglesia afrontó por primera vez la realidad de que en el clero proliferaba la homosexualidad, aunque lo hizo de forma sesgada: desde entonces estableció una perversa relación automática, muy criticada, entre pedofilia y homosexualidad, que contribuyó a condenar aún más a ésta.
El Vaticano también tuvo que asumir que los obispos habían protegido en muchos casos a curas que eran delincuentes sexuales sin denunciarlos a las autoridades, pese a conocer sus delitos, y se limitaron a cambiarles de parroquia. Pese a cerrar filas, después la Iglesia ha pedido perdón a las víctimas en varias ocasiones, la última en el viaje de Benedicto XVI a Estados Unidos, el pasado mes de abril. «Sentimos una profunda vergüenza y haremos todo lo posible para que no vuelva a ocurrir», dijo el Papa. Del mismo modo, en su viaje de julio a Australia, país que también fue sacudido por el escándalo, pidió otra vez disculpas.
Por todo ello, y según sus razonamientos, la política de la Iglesia comenzó a orientarse sobre todo a filtrar el acceso de homosexuales a los seminarios. De ahí el documento de 2005, titulado expresamente 'Instrucción sobre los criterios de discernimiento vocacional de las personas con tendencias homosexuales en vista de su admisión al seminario y a los órdenes sagrados'. El siguiente es el divulgado ayer, que incide en otros aspectos y, en especial, en cómo gestionar la ayuda de los psicólogos, que deben ser católicos, para elegir a los seminaristas idóneos.
La preocupación de fondo del Vaticano es mucho más amplia, pues además del escaso número de vocaciones, desde hace años presta atención a la propia identidad y formación del sacerdote. La Iglesia es consciente de que no sólo llegan pocas personas al seminario, sino que provienen de una sociedad de la que sospecha lo peor. Los aspirantes «reflejan, en modo más o menos acentuado, el malestar de una mentalidad emergente caracterizada por el consumismo, por la inestabilidad de las relaciones familiares y sociales, por el relativismo moral, por las visiones erradas de la sexualidad, por una sistemática obra de negación de los valores, sobre todo por los medios de comunicación». De ahí que al Vaticano le interese incluso echar mano de psicológos para evitar, como en el pasado, «errores de discernimiento en las vocaciones». No obstante, se hará en casos excepcionales, con el consentimiento del interesado y de forma auxiliar, pues la última palabra sobre un seminarista será naturalmente del obispo de la diócesis.
«Identidad viril»
La formación de un aspirante a cura será interrumpida si éste, «a pesar de su empeño y el apoyo del psicólogo o la psicoterapia», continúa mostándose incapaz, según el punto de vista de la Iglesia, de afrontar su inmadurez. Entre los síntomas graves el documento vaticano señala, además de la homosexualidad «fuertemente radicada» o la identidad sexual incierta, las fuertes dependencias afectivas, la falta de libertad en las relaciones, un carácter excesivamente rígido o los defectos de lealtad. Como impedimento especial el texto subraya la dificultad de vivir el celibato.
Entre otras virtudes, los futuros sacerdotes deben tener un «sentido positivo y estable de la propia identidad viril, relacionarse de forma madura con otras personas, capacidad de corregirse y gusto por la belleza entendida como esplendor de la verdad»."