Se enfrentó con humor y honradez a los buitres, y no hizo concesiones.
Como ejemplo, aquel día en el que perdió los nervios y mandó a la mierda a los pandilleros broncas de toda la vida que no dejaban hablar a quien ni supo, ni quiso estar callado.
Siguiendo su deseo, y puesto que no se le va a poner un epitafio en una lápida, aquí tiene una, virtual:
¡A LA MIERDA!
Hasta siempre, compañero Labordeta.