La atea Matea
Publicado: Mar Jun 26, 2012 5:13 pm
Matea es una persona, mujer para más señas, creyente como la que más en su necesidad de sentirse tan cómoda como acompañada expandiendo sus ideas entre gente con sensibilidades bien distintas o bien afines a las suyas. Se siente atraída por el humanismo, el altruismo, el hedonismo, el inconformismo, y por poner más el ciclismo, el motociclismo, y el coleccionismo, y aun sin ser ninguno de ellos un ísmo estatutario, organizativo, idealista, ni doctrinario, son todos conjuntos reales de humanos con un evidente interés en común y nada más por eso tienen ese sufijo por el lenguaje reservado, llámese ísmo.
La alegre Matea goza con los logros de la ciencia, consciente de los beneficios que viene dando el conocimiento al hombre moderno, conquistas que han visto la luz con mayor auge a medida que aumentaba el número de científicos que se declaraban agnósticos o ateos, invitando a sus congéneres al ánimo contra la presión social sobre los individuos que osaban explicar los fenómenos naturales al margen de la acción divina. A Matea no se le escapa que el poder cautivador de la ciencia es que no se construye sobre creencias, sino sobre certezas.
A la buena Matea le fascinan las teorías científicas porque se construyen con verdades demostradas que se han ido confirmando gracias al rigor científico, y creando nuevas posibilidades de encontrar más verdades sin descubrir hasta su afloramiento, retrasado a menudo por causa de la persecución que tuvo la investigación en épocas de oscurantismo y represión religiosa, en las que “el número de hambrientos (no de peces) creció, y los ignorantes (no los panes) se multiplicaron”. A Matea ya le parece convincente la demostrada capacidad resolutiva del intelecto humano como para desear la salvación de cualquier otra forma.
Esta inquieta chica que es Matea, la atea, sabe que negar en público y en privado con un lenguaje claro y correctamente expresivo la existencia de cualquier divinidad tiene utilidad para sí y para otras personas, la de liberar de tabúes y presiones nefastas las conciencias de gentes de variada condición que a lo largo de la historia han sido marcadas por el tradicionalismo de la educación religiosa y sometidas en pos de un manojo de mentiras y poderosos intereses a la burla, el menosprecio social y la manipulación caprichosa de quienes decían poseer la verdad, sin haberlo demostrado nunca.
Matea se da cuenta de que la investigación persigue el saber, es un sinsentido pedir la perfección a la ciencia como les piden los santificadísimos líderes religiosos a sus fieles la limpieza de espíritu para tener el favor de su(s) dios(es), ya que la ciencia tiene el mérito y capacidad para acertar y la posibilidad de errar, pues su poder no surge de lo sobrenatural sino del trabajo esforzado y riguroso de gente anónima que no va predicando por ahí lo que debemos hacer los demás con nuestras vidas y mentalidades.
A la amiga Matea se la viene trayendo flojirris y pendulonirris lo que suceda con las religiones, lo mismo que lo que digan de su flexible y dinámica forma personal de usar el lenguaje en todas las posibilidades que ella encuentra y que suelen ser muchas más que las del común de los encarrilados y pobres mamíferos solípedos de vista estrecha, mientras que pierdan progresivamente su capacidad de ridiculizar y perseguir con ansias de predominio al resto de sus congéneres para beneficio propio y de su lamentable grupito social. “¡Qué penita les daría si viniera su dios a visitarlos!”, piensa Matea, mientras lee sobre los casos de pederastia investigados entre la curia de la Santa Sede y la estadística sobre ablaciones cometidas en la Unión Europea a manos de los familiares de las víctimas.