El vino
Publicado: Lun Abr 14, 2014 11:53 am
Existe un país en el que al 73% de sus integrantes mayores de edad y con derecho al voto le gusta el vino. Históricamente se puede decir que dicha población tiene una trayectoria con una costumbre tradicional de ir al bar y beber vino en compañía. Los bares se llenan de gente deseosa de beber vino en las bodas, bautizos y comuniones, y para algunas personas muy acérrimas también entre semana y especialmente los domingos, sirviendo también como acto social. A la salida del bar no es raro escuchar un "¿cómo está la familia?" entre dos vecinas que, si bien a la espalda se ponen verdes, hacen acto de concordia en ese contexto. También hay gente que bebe, no porque le guste especialmente el vino, sino por tradición, como acto social o por simple inercia.
En este país hay muchos bares en los que se sirve exclusivamente vino. Sus camareros asistidos por jóvenes ayudantes amantes del vino recomiendan qué vino beber, y si tienes algún problema o te sientes mal por algo, se lo cuentas en privado a tu camarero y él te sirve más vino para ahogar tus penas. Esto ni arregla los problemas ni es una solución, pero parece que atenúa su importancia y consuela al bebedor.
La tradición estipula que hay que educar a los niños desde pequeños en el amor al vino, y prepararlos para tomar su primer chato a los 8 o 9 años, pero antes de eso hay que llevarlos al bar regularmente para que vayan acostumbrándose al ambiente, y aprender las bases de la enología y de la degustación del vino. Además si no lo haces así, los camareros son reticentes a servirte vino si de vez en cuando te da por ir al bar, y te sueltan reproches. Es la tradición y una de las insignias del país. La tradición también indica que las mujeres no pueden servir copas, pero si fregar los suelos del bar o asistir a los camareros como sirvientas.
En tiempos pasados, era obligatorio beber vino. Todos los ciudadanos debían acudir a los bares a beber vino les gustara o no, y se perseguía legalmente a los abstemios y bebedores de otras bebidas alcohólicas, e incluso se les achacaban conspiraciones falsas por el simple hecho de no gustarles el vino. Los bares y las distribuidoras de vino se consideraban una competencia más del estado, y los camareros de los bares recibían una buena paga del estado por su labor.
Todo esto cambió cuando llegó la democracia. Se declaró la libertad de consumo de bebidas alcohólicas. No obstante, para no hundir la economía de los bares, éstos siguieron siendo subvencionados, supuestamente hasta que consiguieran financiarse con las propinas de sus propios clientes, cosa en principio no tan difícil ya que seguían teniendo la misma afluencia de clientes que siempre.
Con el tiempo cada vez más gente dejaba de ir al bar a beber vino. A algunos les gustaban las cervecerías, a otros los gin-tonics en bares de copas, y a otros simplemente no les gustaban las bebidas alcohólicas, pero los bares de vino seguían siendo los únicos subvencionados. Esto provocó no pocos debates acerca de la subvención de los bares de vino. Las cervecerías y bares de copas querían también una subvención similar, y los abstemios apoyaban la siguiente postura: el que quiera beber alcohol que se lo pague con su dinero. No obstante los bares tenían un gran poder de difusión pública, y sabiendo lo fácil que le resulta a un camarero convencer de algo a un cliente en estado de embriaguez, ningún político se atrevió nunca a meterle mano al sistema de bares subvencionados, por lo que nunca se llegó a alcanzar su independencia presupuestaria.
Aparte del problema económico de las subvenciones siempre han existido muchos otros problemas subyacentes relacionados con los bares de vino y las bebidas alcohólicas en este país. El índice de atropellos a causa de conductores en estado de embriaguez era altísimo. Aun así, en un país en el que estaba tan aceptado el consumo de bebidas alcohólicas no se penaba el consumo de éstas en puestos o actividades de riesgo y responsabilidad, como la conducción o la toma de decisiones. Es famosa la declaración del expresidente Ánsar, gran bebedor, que decía así "¿Quién te ha dicho a ti las copas de vino que yo tengo o no tengo que beber antes de conducir? Déjame que las beba tranquilo". Los militares, que tienen acceso a todo tipo de armamento, tienen camareros exclusivos pagados íntegramente por el estado que emborrachan a los soldados cada vez que éstos lo desean, con el consiguiente riesgo. Los cuerpos de seguridad dan medallas al mérito a marcas de vino argumentando que sin duda su consumo les inspiró en su labor, y los líderes políticos dan un trato preferente a los jefes de las distribuidoras de vino, como si fueran deidades terrenales. Además el alcohol es la causa de muchísimos casos de extrema adicción en los que muchos desperdician su vida dedicándose a beber hasta el fin de sus días, rodeados de variopintas alucinaciones con botellas de vino provocadas por el delirium tremens.
Los abstemios, los únicos claramente libres de la adicción al alcohol, llevan tiempo hartos de los atropellos (literales y figurados) de los borrachos, y que encima éstos sean costeados con sus impuestos. Ponen ejemplos de países como España, que no sólo no subvencionan la bebida, sino que la gravan con un impuesto incluso habiendo un alto índice de bebedores de vino, lo cual supone una suculenta inyección de dinero para las arcas públicas en estos tiempos de crisis. Publican estudios que demuestran claramente que el consumo de alcohol a edades tempranas afecta negativamente al crecimiento de los niños y piden que lo excluyan del menú escolar. Denuncian la denigración de la mujer en los bares de vino, relegadas a la mera servidumbre. Denuncian la extrema influencia que tienen las distribuidoras de vino hacia el gobierno, y los peligros que tiene elegir un dirigente borracho. Incluso pusieron un polémico anuncio en un autobús que decía: "La borrachera te nubla el juicio, deja de beber y disfruta de la vida"
Los camareros demonizan a los abstemios, afirmando que son ex bebedores amargados que quieren coartar a los bebedores su libertad de consumir su bebida alcohólica favorita, y no se cansan de exponer cómo la bebida ayuda a la gente a superar sus problemas, y exponen casos en los que la borrachera vuelve afable a multitud de personas que son antisociales y agresivas, suponiendo esto un beneficio para la sociedad. Los abstemios argumentan que esa afabilidad sólo dura el tiempo que el bebedor esté borracho, y que además la borrachera le nubla el juicio demasiado para considerarlo una solución aceptable, sin contar los innumerables casos en los que ocurre al contrario: que el alcohol vuelve agresiva a una persona afable. Además beber alcohol es sólo un parche temporal que no soluciona realmente los problemas. Los problemas se solucionan atacando su origen, no ahogándolos en alcohol.
Sea como sea, cada vez más gente, bebedora o no, está preocupada del peligro que suponen los dirigentes borrachos, el poder palpable de las distribuidoras de vino y consideran que si alguien quiere beber que se pague su propia bebida y que lo haga sin molestar a nadie. Opinan que un dirigente no debe ejercer su cargo bajo los efectos del alcohol y que si quiere beber que lo haga en su tiempo libre a título personal. La libertad de beber o no alcohol debe de ser un derecho, no una excusa tras la que muchos se refugian para manipular y alterar libremente la sociedad y el orden público pisoteando los demás derechos de los ciudadanos.
Pero todo esto da igual. Tristemente, en este país, el que esta situación se mantenga o no depende de los intereses de la cadena de distribución de alcohol y del poder mediático que ejercen sobre los bebedores, no del sentido común, ni del bienestar social, ni de la razón.
Menos mal que vivimos en España.
En este país hay muchos bares en los que se sirve exclusivamente vino. Sus camareros asistidos por jóvenes ayudantes amantes del vino recomiendan qué vino beber, y si tienes algún problema o te sientes mal por algo, se lo cuentas en privado a tu camarero y él te sirve más vino para ahogar tus penas. Esto ni arregla los problemas ni es una solución, pero parece que atenúa su importancia y consuela al bebedor.
La tradición estipula que hay que educar a los niños desde pequeños en el amor al vino, y prepararlos para tomar su primer chato a los 8 o 9 años, pero antes de eso hay que llevarlos al bar regularmente para que vayan acostumbrándose al ambiente, y aprender las bases de la enología y de la degustación del vino. Además si no lo haces así, los camareros son reticentes a servirte vino si de vez en cuando te da por ir al bar, y te sueltan reproches. Es la tradición y una de las insignias del país. La tradición también indica que las mujeres no pueden servir copas, pero si fregar los suelos del bar o asistir a los camareros como sirvientas.
En tiempos pasados, era obligatorio beber vino. Todos los ciudadanos debían acudir a los bares a beber vino les gustara o no, y se perseguía legalmente a los abstemios y bebedores de otras bebidas alcohólicas, e incluso se les achacaban conspiraciones falsas por el simple hecho de no gustarles el vino. Los bares y las distribuidoras de vino se consideraban una competencia más del estado, y los camareros de los bares recibían una buena paga del estado por su labor.
Todo esto cambió cuando llegó la democracia. Se declaró la libertad de consumo de bebidas alcohólicas. No obstante, para no hundir la economía de los bares, éstos siguieron siendo subvencionados, supuestamente hasta que consiguieran financiarse con las propinas de sus propios clientes, cosa en principio no tan difícil ya que seguían teniendo la misma afluencia de clientes que siempre.
Con el tiempo cada vez más gente dejaba de ir al bar a beber vino. A algunos les gustaban las cervecerías, a otros los gin-tonics en bares de copas, y a otros simplemente no les gustaban las bebidas alcohólicas, pero los bares de vino seguían siendo los únicos subvencionados. Esto provocó no pocos debates acerca de la subvención de los bares de vino. Las cervecerías y bares de copas querían también una subvención similar, y los abstemios apoyaban la siguiente postura: el que quiera beber alcohol que se lo pague con su dinero. No obstante los bares tenían un gran poder de difusión pública, y sabiendo lo fácil que le resulta a un camarero convencer de algo a un cliente en estado de embriaguez, ningún político se atrevió nunca a meterle mano al sistema de bares subvencionados, por lo que nunca se llegó a alcanzar su independencia presupuestaria.
Aparte del problema económico de las subvenciones siempre han existido muchos otros problemas subyacentes relacionados con los bares de vino y las bebidas alcohólicas en este país. El índice de atropellos a causa de conductores en estado de embriaguez era altísimo. Aun así, en un país en el que estaba tan aceptado el consumo de bebidas alcohólicas no se penaba el consumo de éstas en puestos o actividades de riesgo y responsabilidad, como la conducción o la toma de decisiones. Es famosa la declaración del expresidente Ánsar, gran bebedor, que decía así "¿Quién te ha dicho a ti las copas de vino que yo tengo o no tengo que beber antes de conducir? Déjame que las beba tranquilo". Los militares, que tienen acceso a todo tipo de armamento, tienen camareros exclusivos pagados íntegramente por el estado que emborrachan a los soldados cada vez que éstos lo desean, con el consiguiente riesgo. Los cuerpos de seguridad dan medallas al mérito a marcas de vino argumentando que sin duda su consumo les inspiró en su labor, y los líderes políticos dan un trato preferente a los jefes de las distribuidoras de vino, como si fueran deidades terrenales. Además el alcohol es la causa de muchísimos casos de extrema adicción en los que muchos desperdician su vida dedicándose a beber hasta el fin de sus días, rodeados de variopintas alucinaciones con botellas de vino provocadas por el delirium tremens.
Los abstemios, los únicos claramente libres de la adicción al alcohol, llevan tiempo hartos de los atropellos (literales y figurados) de los borrachos, y que encima éstos sean costeados con sus impuestos. Ponen ejemplos de países como España, que no sólo no subvencionan la bebida, sino que la gravan con un impuesto incluso habiendo un alto índice de bebedores de vino, lo cual supone una suculenta inyección de dinero para las arcas públicas en estos tiempos de crisis. Publican estudios que demuestran claramente que el consumo de alcohol a edades tempranas afecta negativamente al crecimiento de los niños y piden que lo excluyan del menú escolar. Denuncian la denigración de la mujer en los bares de vino, relegadas a la mera servidumbre. Denuncian la extrema influencia que tienen las distribuidoras de vino hacia el gobierno, y los peligros que tiene elegir un dirigente borracho. Incluso pusieron un polémico anuncio en un autobús que decía: "La borrachera te nubla el juicio, deja de beber y disfruta de la vida"
Los camareros demonizan a los abstemios, afirmando que son ex bebedores amargados que quieren coartar a los bebedores su libertad de consumir su bebida alcohólica favorita, y no se cansan de exponer cómo la bebida ayuda a la gente a superar sus problemas, y exponen casos en los que la borrachera vuelve afable a multitud de personas que son antisociales y agresivas, suponiendo esto un beneficio para la sociedad. Los abstemios argumentan que esa afabilidad sólo dura el tiempo que el bebedor esté borracho, y que además la borrachera le nubla el juicio demasiado para considerarlo una solución aceptable, sin contar los innumerables casos en los que ocurre al contrario: que el alcohol vuelve agresiva a una persona afable. Además beber alcohol es sólo un parche temporal que no soluciona realmente los problemas. Los problemas se solucionan atacando su origen, no ahogándolos en alcohol.
Sea como sea, cada vez más gente, bebedora o no, está preocupada del peligro que suponen los dirigentes borrachos, el poder palpable de las distribuidoras de vino y consideran que si alguien quiere beber que se pague su propia bebida y que lo haga sin molestar a nadie. Opinan que un dirigente no debe ejercer su cargo bajo los efectos del alcohol y que si quiere beber que lo haga en su tiempo libre a título personal. La libertad de beber o no alcohol debe de ser un derecho, no una excusa tras la que muchos se refugian para manipular y alterar libremente la sociedad y el orden público pisoteando los demás derechos de los ciudadanos.
Pero todo esto da igual. Tristemente, en este país, el que esta situación se mantenga o no depende de los intereses de la cadena de distribución de alcohol y del poder mediático que ejercen sobre los bebedores, no del sentido común, ni del bienestar social, ni de la razón.
Menos mal que vivimos en España.