Sin embargo, formalmente y sin creérnoslo, no está de más argumentar en voz alta el razonamiento expuesto en el siguiente artículo -quizá ante los propios católicos-:
Rouco no se fía de los católicos
La civilización en Occidente consiguió reducir el poder de la Iglesia. La libertad de pensamiento incluye la libertad religiosa. Los credos son privados y libres. Los ciudadanos pueden adscribirse a una religión o no hacerlo. Las leyes tienen que acoplarse a la Constitución, no a ninguna religión.
Monseñor Rouco Varela no ha dejado de intervenir en política, porque en el fondo, las religiones con penetración social importante no renuncian a imponer sus credos en las normas civiles.
El divorcio, el matrimonio católico, el aborto y el uso de anticonceptivos son opciones libres y en ningún caso obligatorias. A nadie se le dificulta practicar una moral cristiana es sus comportamientos. Cualquier ciudadano puede optar por el matrimonio católico o por el matrimonio civil. Cuando un matrimonio se hace intransitable, los cónyuges pueden disolver su vínculo civil y pueden pretender anular sus efectos religiosos en el tribunal de La Rota, que es una especie de divorcio religioso para los privilegiados que puedan acceder a él.
Ninguna mujer está obligada a interrumpir su embarazo. Como en todos los países de Europa, está regulado por leyes civiles que señalan las causas y los plazos en que puede efectuarse.
¿Cuál es el problema del que se queja la Iglesia española? Parece claro que la falta de confianza que tiene de que los católicos cumplan las reglas impuestas por la Iglesia le empuja a que sea la sociedad civil la que prohíba los comportamientos que la Iglesia considera nocivos. Pero, ese criterio no está en contraposición de que la religión sea una opción voluntaria de cada individuo.
Una de las cosas que nos diferencia del Islam es la creencia de que el estado y la religión deben caminar por senderos distintos. Probablemente es una cuestión de tempos históricos disímiles. El Islam, en distintos grados según los países en donde rige, pretende que la religión regule la vida civil. Esa fue la tónica del catolicismo durante siglos, hasta que los avances de la civilización empezaron a conseguir su separación.
Nuestra historia reciente consagró un gran intervencionismo de la religión Católica en el estado. El nacional catolicismo tuvo la protección del franquismo a cambio de que la moral católica y sus normas tuvieran vigencia civil. Esas complicidades beneficiaron al régimen y a la Iglesia Católica y los hizo cómplices.
La Iglesia no tiene otro remedio que acostumbrarse a la democracia. Es duro perder privilegios y aceptar que las creencias que fueron protegidas por el estado tienen que entrar en la libre competencia de religiones. Cada uno cree en lo que quiere y solo está obligado a cumplir la ley. Y la ley no puede ser monopolio de ninguna confesión.
Rouco debiera recuperar o conseguir tener confianza en sus feligreses.
Fuente:
Carlos Carnicero, 30 dic 2012
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