Sea como sea, los adalides de la economía local, incapaces totalmente de aplicarse a sí mismos su recomendación de que "hay que adaptarse a los tiempos", de evolucionar, mejorar, adecuarse, etc. siguen con sus viejas prácticas y parece que ahora es más que probable que esto provoque "un asentamiento de placas" en las finanzas de nuestro país.
Si lo único que la industria española -esa liderada por la cueva de Joan Rossell- sabe hacer es pedir "flexibilizar" y abaratar el trabajo, exigir pagar menos impuestos y que el gasto público se minimice, para seguir haciendo lo mismo de siempre y exportar las viejas malas praxis, habrá que reconocer que la banca no es la única responsable de esta crisis interminable.
Si Sacyr obtuvo la obra con lo que parece una baja temeraria, engañó a la CMNV imputando como ingresos los extracostes que ahora Panamá se niega a pagar, si el gobierno panameño sabía que el precio ofertado era imposible... no hay ningún problema. Quienes pagaremos, como siempre, las consecuencias seremos los ciudadanos.
O veremos, además de pagar el coste económico de este fiasco -pues alguien habrá de asumir los créditos que SACYR no pagará a los bancos, y apuesto a que seremos los españoles, además del paro que provoque la jugada- a algún empresario asomarse a los juzgados en esta ocasión?
El País, 3 de enero 2014Fiasco en Panamá
La paralización del proyecto de ampliación del canal revela graves errores de cálculo de Sacyr
EL PAÍS 3 ENE 2014 - 00:00 CET
Los problemas de Sacyr para llevar a cabo las obras de ampliación del canal de Panamá por el presupuesto acordado no parecen haber sorprendido a los observadores en el sector. Desde el momento en que se adjudicó la construcción del tercer juego de esclusas, en 2009, con una oferta que era inferior en más de 1.000 millones de dólares a la siguiente propuesta, hubo dudas sobre la posibilidad de llevar a buen término la obra en los plazos previstos. Las constructoras han caído demasiadas veces en la tentación de presentar ofertas muy bajas con la esperanza de lograr rentabilidad a través de modificaciones y ampliaciones; los imprevistos y las contingencias son habituales en obras de gran envergadura, pero que el consorcio internacional encabezado por Sacyr presente unos sobrecostes de más del 50% del presupuesto inicial sugiere un grave error de cálculo por parte del grupo constructor, presidido entonces por Luis del Rivero. Los cables obtenidos por Wikileaks ya mostraban que los rivales en la puja —y hasta el propio Gobierno panameño— tenían dudas sobre el proyecto.
Las alegaciones del consorcio en el sentido de que había una serie de deficiencias en el proyecto pueden tener parte de razón, aunque el propio presupuesto preveía partidas para hacer frente a esos imprevistos, además de mecanismos de corrección de precios (por variaciones de las materias primas y de los salarios, por ejemplo) que las autoridades panameñas han cumplido. Pero también resulta muy sorprendente que la Autoridad del Canal de Panamá (ACP) no haya atendido ninguna de las reclamaciones del consorcio constructor, refugiándose en los mecanismos de mediación y arbitraje que contempla el contrato.
Lo deseable ahora es que haya un acuerdo entre las partes que permita desbloquear una obra crucial para Panamá. El consorcio deberá asumir la parte que corresponde a sus errores de cálculo; pero las autoridades panameñas deberían mostrar cierta flexibilidad a la hora de facilitar la financiación que permita continuar con los trabajos, antes de que las instancias correspondientes diriman quién tiene al final la razón.
Sacyr, por otra parte, ha mostrado poco respeto con el mercado de valores en su respuesta a un requerimiento del supervisor sobre sus reclamaciones: aunque formalmente la compañía contestó a la petición de explicaciones, obvió mencionar que los importes del consorcio liderado por ella, que se había apuntado como ingresos reales, estaban en realidad en el aire. La empresa afirmaba también que las obras se estaban desarrollando dentro del plazo, cuando es notorio que acumulan un retraso reconocido por el propio consorcio.
El fiasco del proyecto en curso del canal es, en todo caso, una mala noticia en un momento en que los grupos de construcción buscan refugio en el exterior ante la caída de la obra pública en España.