Hola. Disculpá que tardé en responder, es que pensaba que ya habían terminado de lincharme
Lo que entiendo por “el yo”: la ilusión de ser individualidades que perciben cosas ajenas a nosotros mismos.
O sea: sí me apoyo en un concepto de un “todo”. Y sé que esto es un gran quilombo, porque entonces, no hay ningún “yo” que pudiera percibir o comprender ese todo, sino que sería el mismo todo percibiéndose o comprendiéndose a sí mismo.
Más de una vez Buda dijo que ningún individuo llega al Nirvana. Pero te comento algo: estoy tal vez haciendo mal, los monjes y monjas budistas hacen un voto de no hablarles de la vacuidad a los que no quieran o puedan entenderla, porque el resultado es, como vemos, no muy útil. Hasta puede ser un efecto negativo, muchos pueden percibir esto como una locura o una insensatez. Pero no soy monja (al menos de momento.)
Otra vez me remito a lo que escribí antes, en esa metáfora que hablaba de un casino y de las apuestas individuales. Mientras más individual es algo, es menos real.
Lo del multiverso y el universo infinito:
Estas ideas fueron para mí la puerta de entrada a estas reflexiones, pero quedaron atrás, no son necesarias.
Lo primero que pensé fue: “si existen infinitos universos o si el universo es infinito, entonces deben existir otros cerebros (o algo equivalente) que produzcan una mente como la mía, en diferentes contextos. Entonces ¿porqué percibo solamente esto, si yo soy el producto de mi cerebro (ya que no creo en el alma)? ¿Porqué no percibo las circunstancias en las que se encuentran otras mentes iguales a la mía?”
Ahí empezó la cosa.
Digamos que una persona A pasa su vida preocupándose por tener mucho dinero. Su vida gira siempre en torno a eso. No es lo único en lo que piensa, pero casi. Trabaja muchas horas por día, más de lo que quisiera, deja de lado otras cosas para poder tener mucho dinero, porque piensa que eso es lo que le va a dar felicidad, seguridad, etc.
Cuando era un bebé, obviamente no pensaba en ganar dinero, eso lo fue construyendo con sus experiencias y con sus decisiones, con sus pensamientos, su forma de hablar y de comportarse.
A va modificando su mente a lo largo de su vida, pasa de ser un bebé al que solamente la preocupan la teta y dormir tranquilo, a ser un viejo que en su lecho de muerte se alegra de haber juntado un montón de dinero, aunque tal vez ya no tenga tiempo para gastarlo.
Al momento de su muerte, su mente es la de alguien hambriento de dinero. Porque nunca es suficiente lo que una persona puede conseguir, siempre se quiere un poco más. Y además, esta persona quisiera poder disfrutar de su dinero un poco más de tiempo, no quisiera morir, sino seguir disfrutando eternamente del fruto de sus esfuerzos.
Una mente hambrienta de dinero es lo que forjó Trump con tanto esfuerzo. Creó una causa que va a tener un efecto. ¿Cuál?
Ahí viene lo de la continuidad o renacimiento:
A se muere y no existe nunca más. Pero después de su muerte, nacen muchas otras personas, en diferentes contextos. Consideremos a dos de esas personas:
B nace en una familia rica, y no se preocupa por el dinero, al menos al principio, porque ya tiene dinero, no está “hambriento de dinero” como nuestro viejito codicioso.
C nace en una familia pobre, y desde chico sufre al escuchar a sus padres quejándose de que no tienen dinero, y padece la falta de comida, ropa, habitación, servicios y demás. Está hambriento de dinero desde el principio, como el viejito.
¿Cuál de estas dos personas es la más parecida al viejito codicioso, B o C? Será C, que nació en una familia pobre, porque tiene esa mente hambrienta de dinero.
C es la continuidad mental del viejito codicioso. Esa continuidad es el efecto que produjo el viejito al llevar la vida que llevó.
¿No hubiera nacido igual C si A no se hubiera comportado de esa manera?
Para que alguien sea muy rico, otro (varios otros) tienen que ser pobres, es así. Tal vez si A no hubiera sido tan codicioso, le hubiera pagado más a sus empleados, no hubiera destruido el medio ambiente para ganar más beneficios, etc… quien sabe, por ahí no habría nacido un C tan pobre.
Ya sé, aunque A se hubiera comportado de otra forma, otra gente codiciosa hubiera causado pobreza y C hubiera nacido pobre igual. Pero en ese caso, C no sería la continuidad mental de A.
¿Por qué habría de preocuparse A por C?
En primer lugar, por lo mismo por lo que nos preocupamos por nuestros amigos y familiares, son lo más parecido a nosotros. Y nuestra continuidad mental sería más parecida a nosotros que cualquier amigo o familiar.
En segundo lugar, las cosas son más reales cuanto menos individuales son, hay ilusiones de individualidad, y la idea es tratar de que esas ilusiones sean lo menos desagradables que se pueda.
Tanto el “yo” de A como el “yo” de C son ilusiones. Ambas desagradables, por estar insatisfechas. La realidad (la totalidad, el Nirvana, como se llame) es lo único que no puede estar insatisfecho, porque contiene todo.
Podría hablarte de mi experiencia personal, aunque no es evidencia de nada, pero probá si querés cuando se te presente la oportunidad, si tenés en cuenta que hay percepciones individuales y que pasan cosas individuales, pero no son más que ilusiones, que lo que se está observando a sí mismo es el todo, te puede pasar lo mismo que a mí: una vez, por ejemplo, me quemé la mano con agua caliente.
Después de la puteada de rigor, recordé que soy budista y me dije: “esta no es mi mano”, es decir, evidentemente hay una mano, el agua caliente la quemó, y hay una sensación de dolor que surge de ella y es interpretada en mi cerebro como algo desagradable. Esas cosas existen, como existen todas las ilusiones de cosas individuales, pero al darme cuenta (“o al no darme no cuenta”) de que la individualidad es una ilusión, me fui a dormir muy tranquila y no necesité analgésicos. No tuve ganas de dejar que las dos ilusiones (“esta mano es parte de mi yo” + “esta mano duele”) interactúen entre sí, fue mi decisión. Aclaro que me vendé la mano y me la traté como corresponde para que no se complique la quemadura, soy budista, no suicida.
El dolor pasó por ahí un tiempo, pero no tenía de qué agarrarse, digamos. Lo observé pero no le di importancia, como quien ve pasar un auto por la calle.
el destino es un caleidoscopio que un loco chimpancé inquieto gira y golpea sin pausa y sin plan