Creencias justificadas y creencias injustificadas

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elsanjuanino
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Creencias justificadas y creencias injustificadas

Mensaje sin leer por elsanjuanino »

Este trabajo fue elaborado como respuesta a las objeciones de compañeros creyentes, que llevaban todo el debate sobre la religion al ámbito de un juego de creencias. Mi intento fue el de elaborar una respuesta a este intento infantil de cerrar cualquier tipo de discusion ilustrada. Espero que sea de utilidad para la difusion de ateismo. Un saludo y espero las críticas.

CREENCIAS JUSTIFICADAS, CREENCIAS INJUSTIFICADAS

A menudo (por no decir, en cada paso que damos), en nuestra vida cotidiana, nos vemos impelidos a apoyarnos en un conjunto de enunciados, de afirmaciones, de negaciones, en resumen, creencias, sobre las cuales fundamos nuestro obrar. Creemos en ciertas y determinadas proposiciones; creemos en la “verdad” de ciertas afirmaciones; creemos en el cariz real de algunas situaciones, etc.
Ahora bien, ante este cúmulo de opiniones, de certezas sobre algunos aspectos de este, nuestro universo, la pregunta que aparece es la que se refiere a la base justificativa de estas certidumbres, de nuestras creencias. ¿Qué nos habilita a creer tal o cual afirmación?, ¿cómo sostenemos, en situaciones dialógicas críticas, una postura a favor o en contra de determinado argumento?; en resumen, ¿por qué creemos lo que creemos?
Esta aparente obvia pregunta entiendo adquiere relevancia pues nos abre el espectro a un sinfín de áreas de indagación, todas ellas sumamente pertinentes: los conflictos armados globales de los últimos decenios pueden indagarse y entenderse mejor tomando como parámetro, las bases legitimatorias de los argumentos en tensión; los debates en torno a las políticas públicas pueden ser, de igual modo, sometidos a esta prueba de validez; y aún, las discusiones diarias, las luchas cotidianas pueden resolverse apelando a la reflexión crítica sobre los supuestos y bases de los conjuntos de creencias que se juegan en estas discusiones.
Esta es la tesis central de este trabajo: operamos, en nuestra conducta diaria, bajo una serie de creencias, que poseen bases a las cuales puede apelarse a modo de justificación, de cimiento legimatorio para ofrecer en situaciones de tensión discursiva, tales como debates, discusiones, etc.
Resolviendo el fondo de la cuestión, esto es, la justificación de las creencias, escudriñando la legitimación de las mismas, podemos ponernos en condiciones de avanzar en la búsqueda de los tan necesarios consensos, tan buscados en nuestros días, llenos de violencia, intolerancia. Buscando cual y de que tipo son las justificaciones de estas creencias avanzaremos un paso más hacia la comprensión mutua, hacia la racionalidad intersubjetiva, en tanto meta de todo diálogo, de toda comunicación.
¿POR QUÉ UNA JUSTIFICACIÓN?
Justificar es dar cuenta de las razones de un enunciado; es ofrecer, discursivamente, las bases en las que se asienta un argumento particular. Al justificar lo que decimos (y, por lo tanto, lo que hacemos), sostenemos porque lo decimos (hacemos), esto es, mostramos los fundamentos de nuestro argumento. En el caso de los enunciados filosóficos, por ejemplo, al ofrecer un argumento a favor o en contra de otro, lo justificamos con la apelación, el develamiento de los presupuestos en los que se basa tal argumentación.
Ahora bien, surge acá la cuestión de porque la necesidad de tal justificación; pues bien, de operando de este modo, lo que hacemos es apuntalar nuestros enunciados en determinada base, con un sustento lógico y racional, evitando caer en solipsismos discursivos, que sólo son comprendidos por aquellos que los emiten. La necesidad de tal justificación argumentativa aparece como medio para evadir el uso de lenguajes privados, carecientes del matiz social que toda comunicación intersubjetiva exige.
Avanzando en esta línea, entramos de lleno en la modalidad comprensiva del lenguaje, en la faceta pragmática cuando usamos éste y de ahí la necesidad de justificar, de la mejor manera posible, lo que afirmamos.
En toda situación comunicativa, se configura un entorno discursivo que se corresponde con determinadas propiedades históricas, propias de ese entorno. Es en ese espacio argumentativo donde se cruzan las diversas justificaciones posibles y donde las reglas para la producción discursiva regulan este interjuego entre argumentos diversos. En este cruce entre justificaciones y reglas discursivas se produce, se genera la situación comunicativa y se establecen los parámetros normativos que la racionalidad comprensiva exige.
Precisamente esta racionalidad comprensiva exige una determinada modalidad de justificación, una justificación que de cuenta de las bases a que se apela en la confrontación de dos o más argumentos opuestos; esto es, la racionalidad comprensiva exige elaborar marcos críticos tendientes a la configuración de una reconstrucción sistemática de las condiciones comunicativas dadas y a la reflexión sobre las justificaciones, de las legitimaciones de los argumentos ofrecidos en dichas situaciones.
La necesidad de justificar las emisiones, lo que se dice (y se hace), se articula con el análisis lógico de la red de enunciados y con la reflexión no sólo sobre los contenidos de dichos enunciados, sino también en los pilares discursivos, en las funciones de apoyo en que estos enunciados se sostienen.
Dar cuenta de las razones del discurso propio colabora a la constitución de situaciones comunicativas donde prime la racionalidad comprensiva y la intencionalidad de obtener consensos fructíferos, en los que esta racionalidad de cuenta de las articulaciones discursivas ofrecidas en dichas situaciones comunicativas. La necesidad de esta legitimación se destaca cuando, ante situaciones conflictivas, las razones que se ofrecen son de orden afectivo, metafísico o privado, obturando la posibilidad misma de constituir las condiciones lingüístico-pragmáticas óptimas para la consecución de acuerdos válidos, intersubjetivamente considerados.

CREENCIAS JUSTIFICADAS O INJUSTIFICADAS
Con lo anterior en mente, podemos acercarnos a puntualizar las profundas diferencias y consecuencias, en lo referido a enunciados que posean o no la base legitimatoria a que hemos hecho mención anteriormente.
Entenderemos por “creencia justificada” la emisión lingüística que posea una base legitimatoria tal que se ajuste a verificaciones racionales, de modo tal que ésta pueda ser admitida como válida en una acción comunicativa dada, por los participantes en dicha situación. Por el contrario, “creencia injustificada” es toda emisión lingüística que no sea acompañada por tales legitimaciones, emisión que se apoya en supuestos no verificables por medio alguno y, por tal motivo, susceptible de ser considerada como no válida ni admisible en una argumentación en situación de conflicto.
Se realiza esta aclaración a los efectos de la tesis fundamental del presente trabajo: en una discusión, en una situación comunicativa en conflicto, las emisiones lingüísticas, los enunciados deben sostenerse racionalmente, con bases legitimatorias que avalen, desde una racionalidad comprensiva, la validez de los mismos y su uso en dicha situación de habla.
Desarrollemos un poco más estas categorías, comenzando por la negativa, la creencia injustificada para contraponerla a la positiva, la creencia justificada.
En una situación de comunicación determinada, la utilización de creencias injustificadas funge a modo de bloqueo del discurso toda vez que, ante situaciones conflictivas, la apelación a estas creencias no puede ser validada ni admitida (críticamente) por la comunidad de participantes; al recurrir a este tipo de creencias, uno o más de los participantes caen en el vicio de “obturación discursiva” , con la intención de salvar su argumento. No podemos lograr consenso de modo alguno, en situaciones en las que parte de los participantes no cumplen ciertas condiciones del juego discursivo, entre ellas, la honestidad y humildad necesarias para aceptar que otro de los miembros de la situación de habla tiene mejores argumentos.
Casos como los descriptos más arriba se dan con el uso de mecanismos que se apoyan en esta obturación discursiva: “…y bueno, para mi es así…”, sin dar cuenta de las razones por las cuales esto es de este modo; otro caso inquietante se da cuando alguien que se precia de cierto dogmatismo y defiende los dogmas (en cualesquiera de sus formas) deviene en relativista con el único fin de salvar su argumentación, “…ese es tu punto de vista…el mío es otro…”; también esto es observable con la apelación a funciones de apoyo extradiscursivo, con el llamamiento, a favor de un argumento, a sujetos a-históricos, “…la Naturaleza lo hizo así…”, “la Historia lo demuestra…”, “..el orden natural…”, “…la ley de Dios…”, etc.
En estas modalidades de obturación discursiva, las creencias injustificadas pretenden obtener una presunta justificación, tendiente a sostener el discurso sin la fundamentación de una racionalidad comprensiva y a los efectos de no dar la razón al discurso que se sostiene de otra forma.
Es fácil observar que las creencias injustificadas hacen referencia a enunciados que no pueden verificarse en modo alguno ni tienen una componente racional-comprensiva. Las creencias injustificadas, las más de las veces, tienen aristas metafísicas que, en el fondo, son los planteos a salvar en una situación de habla.
En cambio, las creencias justificadas poseen un plus, un valor agregado que las hace valiosas en las situaciones dialógicas: una base legitimatoria, de orden racional comprensivo, orientada al entendimiento mutuo, a la cooperación discursiva de los participantes, al consenso. En contrapartida a las anteriores, las creencias justificadas se articulan con el ejercicio reflexivo-crítico de la razón, se engarzan con la meta de la cooperación discursiva, teniendo a la vista la construcción colectiva de consensos fértiles y útiles a las problemáticas de la sociedad.
Estas creencias, con su legitimación, son pasibles de verificación (del tipo que competa), aspecto que las convalida en las pretensiones pragmáticas de una discusión racional y orientada al acuerdo mutuo, con bases comprensivas.
No se trata acá de emplear algún lenguaje privado sino, más bien, de optar por lenguajes públicos, de matrices discursivas sociales, con la propiedad intrínseca de la comprensión intersubjetiva, aptos para la construcción de acuerdos colectivos, cooperativos, partiendo de situaciones discursivas conflictivas.
La opción por lenguajes compartidos y socialmente válidos es el horizonte de comprensión del uso de creencias justificadas y el soporte epistemológico del conocimiento colectivo y de sus aristas pragmáticas. Y en este horizonte de significaciones, los distintos saberes se estructuran en torno a las justificaciones de los mismos y a las legitimaciones que éstos ofrecen.
En situaciones discursivas conflictivas, el consenso se obtiene apelando a la racionalidad de los argumentos en pugna y la misma se actualiza en creencias del tipo que estamos estudiando, esto es, con bases justificativas tales que permitan y abran las posibilidades de acceder a posiciones acordadas, recurriendo a la racionalidad comprensiva y a marcos semióticos, de orden social, compartidos y comprendidos.
Ahora bien, el consenso, la meta a obtener en situaciones de argumentos enfrentados, para ser tal debe involucrar estas condiciones apenas esbozadas en el presente trabajo ; y estas condiciones difícilmente pueden cumplirse apelando a creencias injustificadas, las que carecen de los marcos significativos y legitimatorios aptos una situación comunicativa.
Los consensos deseados y buscados son fruto de acciones e intencionalidades cooperativas para la obtención de los mismos; estas intencionalidades son la condición de posibilidad para el arribo a acuerdos aceptados por los participantes de la situación de habla y, por lo tanto, se articulan en la recepción de los argumentos y la misma se logra en función de una dosis de racionalidad comprensiva y comunicativa presente en la estructuración de las bases de justificación de estos argumentos y de esta justificación deriva aceptación o no de los mismos y la llegada a acuerdos, socialmente aceptados y válidos (éticamente considerados en relación a procesos de significación comunitarios).

CONCLUSIONES
La finalidad del lenguaje es la comunicación de intenciones, de ideas, de saberes, de estados emocionales, etc. Esta comunicación se establece a partir del “puente” epistemológico constituido por marcos epistémicos de racionalidad comunes, compartidos, de orden social; obviar el aspecto social de las situaciones en que usamos, habitualmente, el lenguaje es velar, pervertir, ocultar las intencionalidades subyacentes en estas situaciones de habla cotidianas.
A los efectos de establecer, de manera óptima, los canales de la comunicación, de afirmar los recursos racio-comprensivos tendientes a la intersubjetividad, se hace necesario, sobre todo en situaciones comunicativas conflictivas, la explicitación de los fundamentos discursivos de los argumentos en pugna. Y esta explicitación consiste en hacer visibles las justificaciones de los argumentos, en traerlos a la “superficie” discursiva, al alcance de los participantes de la situación comunicativa, en hacerlos públicos.
Tal carácter público, esto es, la posibilidad de los otros para acceder a las bases fundantes de la argumentación mutua tornan factibles la crítica y el debate sobre los mismos, accediendo (cuando las condiciones de validez se cumplen) a la construcción de consensos, de acuerdos fértiles, abriendo el campo para la búsqueda de estos acuerdos, con la vista colocada en la horizontalización y democratización del conocimiento en su articulación social y evitando de este modo, multitud de situaciones violentas, asentadas sobre la exclusión, el monopolio discursivo, el uso arbitrario del poder, etc.
Un mundo donde las diferencias se soluciones sobre la base de acuerdos, donde la tolerancia por lo diverso permita la convivencia, donde el saber (construido de la manera propuesta) tenga una fuerte impronta social y responda a los intereses de la comunidad; un mundo donde las divergencias no constituyan la puerta para la violencia y la dominación…

…ese mundo es posible.

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