Ante la avalancha de irracionalidades, artimañas, marrullerías y despropósitos de los creacionistas o amantes del diseño inteligente, que en sí mismas no son más que un intento desesperado de demostrar la existencia de un Ser creador, como lo fueron en su día las Cinco Vías de Santo Tomás o el argumento ontológico de san Anselmo, reto a todos aquellos que pretendan demostrar su existencia de tal Ser.
Mi reto consiste en que me demuestren que –dando por cierta la existencia de ese Ser- ese ser es el Dios Yhavé, Jehová, Alá, Krhsna, Visnú o cualquier otro. Que me demuestren que ese Dios tuvo un hijo al que envió a salvar la humanidad. Que me demuestren que ese Dios está en contra del aborto, de la eutanasia, de los matrimonios de homosexuales, de la investigación de células madre, del divorcio, del sexo fuera del matrimonio, etc. etc. etc.
Para no entablar discusiones bizantinas e interminable, les concedo la ventaja de partir de la existencia comprobada de un ser creador. Pero que me demuestren que ese ser creador está más cerca de los creyentes que de los ateos.
La hipotética demostración de la existencia de Dios sería una pequeñísima batalla ganada por parte de los creyentes, si se diera. Una derrota insignificante para los ateos, cuyo ateísmo no se vería afectado más que en su aspecto etimológico: ya no podríamos negar la existencia de Dios, pero seguiríamos manteniendo íntegra nuestra filosofía atea.
La demostración de la existencia de Dios no supondría, para los ateos, ningún cambio de actitud ni de mentalidad. No nos someteríamos a la voluntad de ningún líder religioso. No nos convertiríamos a ninguna religión. Por el contrario, seguiríamos luchando por la separación de la Iglesia-Estado; por la libertad de conciencia; por el aborto, por la eutanasia, por el derecho de los homosexuales a contraer matrimonio, por el sexo libre sin necesidad de estar casado y por un largo etcétera.
El ateísmo es un humanismo que lucha por la autonomía del hombre frente a la sumisión humillante a un Dios inventado. El ateísmo reivindica la dignidad perdida en el momento en que el hombre prehistórico se inventó a Dios entregándole su dignidad.
Si Dios existe, que baje él personalmente a comunicármelo y no a través de intermediarios embaucadores. Mientras no me diga nada, no tengo por qué inventarme “voluntades divinas”. Mientras no me diga nada, me veo obligado a utilizar mi razón a la hora de confeccionar una ética destinada a la sana convivencia de la sociedad.
En definitiva. La verdadera discusión entre ateos y creyentes no es tanto si Dios existe o no, sino si debemos someternos a las distintas religiones que pululan por doquier cumpliendo sus normas irracionales o si, por el contrario, debemos actuar como si ese Dios no existiera, que es lo que hacemos los ateos, exigiendo la plena autonomía como resultante de la total y completa falta de pruebas de su existencia.
Reto a los creacionistas y otros creyentes
Reto a los creacionistas y otros creyentes
La dignidad humana está por encima de cualquier dios