Polvo enamorado.
Polvo enamorado.
RAFAEL FERNANDO NAVARRO
11/11/2009
Polvo enamorado.
¿Conseguirán alguna vez los Obispos caminar hombro con hombro con la humanidad? ¿Optarán alguna vez por la projimidad, la cercanía, la fraternidad? ¿Abandonarán alguna vez la atalaya del poder, la manipulación de la verdad, la prepotencia del saber, el dominio del indomable para ser carne de mundo, entrañas de vida, interioridad vivificante? Porque cuando aspiramos a ser dioses nos convertimos “en pasión inútil” (Sartre). Pero cuando Dios quiere acostumbrarse a lo humano se hace hombre. Su mirada es horizontal y el hombre sólo es salvado desde el hombre. El cristianismo es nada más, pero nada menos, que la importancia del hombre.
La vida es un camino hacia el misterio. La muerte tal vez, sólo tal vez, la posibilidad definitiva de encontrarnos con la verdad última de ese misterio. A lo mejor por eso la sentimos como precipicio insondable, como escalofrío sudoroso de quien ha caminado incansablemente hacia la nada. “El hombre es un ser para la muerte” nos aseguraban los existencialistas. No eran exactos. El hombre es un ser para “su” muerte. Cada uno se muere a sí mismo. Morirse es un verbo reflexivo.
¿Y después de la muerte qué? ¿La futura resurrección de los muertos? ¿El vientre estriado de la nada nunca preñada de futuro? ¿Es el hombre un fruto en sí mismo, inseminado por Dios hacia lo definitivamente absoluto? Que cada cual se responda desde su más interior intimidad. Es cierto que aspiramos a la prolongación de la vida, concebida tal vez de forma excesivamente antropomórfica. Pero es igualmente cierto que el hombre experimenta su muerte como el resumen polvoriento de la existencia capaz de diluirse en una tumba o albergarse en veinte centímetros de urna.
Y aquí aparece Raúl Berzosa, Obispo auxiliar de Oviedo afirmando, con la rotundidad con que hablan los Obispos, que la incineración de los cadáveres va contra la doctrina de la Iglesia. “Los creyentes deben enterrar el cadáver en tierra porque creen en la resurrección de los muertos y porque el cuerpo humano es el templo de Dios”. Otra vez los Obispos en la periferia del hombre, nunca en el hombre mismo. Las formas sobre el fondo, el jardín sobre las rosas, la arena sobre las olas. Con el miedo siempre de ser algo hasta el fondo, de adentrarse en el núcleo, de centrar el centro para hacer del cristianismo una experiencia humana y humanizante. Prefieren la ley, la norma, el derecho frente a la libertad infinita como riesgo, apertura y vértigo de existencia.
La resurrección del hombre como reunificación teocéntrica de la vida, nunca como inserción en la universalidad del cosmos al estilo de Chardin. Los profetas de la luz deben permanecer plegados a la quietud jerárquica o desterrados a la inoperancia vital del abismo. Los testigos vivientes sufren una inquisición elegante, pero inquisición al fin. Son relegados a la infidelidad. La creación poética no cabe en la legislación estática mitrada.
Si se nos entierra el pensamiento, déjennos por lo menos morir nuestra muerte inalienable. Queremos sólo ser “polvo, más polvo enamorado”.
Rafael Fernando Navarro es filósofo.
Fuente: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=40113
11/11/2009
Polvo enamorado.
¿Conseguirán alguna vez los Obispos caminar hombro con hombro con la humanidad? ¿Optarán alguna vez por la projimidad, la cercanía, la fraternidad? ¿Abandonarán alguna vez la atalaya del poder, la manipulación de la verdad, la prepotencia del saber, el dominio del indomable para ser carne de mundo, entrañas de vida, interioridad vivificante? Porque cuando aspiramos a ser dioses nos convertimos “en pasión inútil” (Sartre). Pero cuando Dios quiere acostumbrarse a lo humano se hace hombre. Su mirada es horizontal y el hombre sólo es salvado desde el hombre. El cristianismo es nada más, pero nada menos, que la importancia del hombre.
La vida es un camino hacia el misterio. La muerte tal vez, sólo tal vez, la posibilidad definitiva de encontrarnos con la verdad última de ese misterio. A lo mejor por eso la sentimos como precipicio insondable, como escalofrío sudoroso de quien ha caminado incansablemente hacia la nada. “El hombre es un ser para la muerte” nos aseguraban los existencialistas. No eran exactos. El hombre es un ser para “su” muerte. Cada uno se muere a sí mismo. Morirse es un verbo reflexivo.
¿Y después de la muerte qué? ¿La futura resurrección de los muertos? ¿El vientre estriado de la nada nunca preñada de futuro? ¿Es el hombre un fruto en sí mismo, inseminado por Dios hacia lo definitivamente absoluto? Que cada cual se responda desde su más interior intimidad. Es cierto que aspiramos a la prolongación de la vida, concebida tal vez de forma excesivamente antropomórfica. Pero es igualmente cierto que el hombre experimenta su muerte como el resumen polvoriento de la existencia capaz de diluirse en una tumba o albergarse en veinte centímetros de urna.
Y aquí aparece Raúl Berzosa, Obispo auxiliar de Oviedo afirmando, con la rotundidad con que hablan los Obispos, que la incineración de los cadáveres va contra la doctrina de la Iglesia. “Los creyentes deben enterrar el cadáver en tierra porque creen en la resurrección de los muertos y porque el cuerpo humano es el templo de Dios”. Otra vez los Obispos en la periferia del hombre, nunca en el hombre mismo. Las formas sobre el fondo, el jardín sobre las rosas, la arena sobre las olas. Con el miedo siempre de ser algo hasta el fondo, de adentrarse en el núcleo, de centrar el centro para hacer del cristianismo una experiencia humana y humanizante. Prefieren la ley, la norma, el derecho frente a la libertad infinita como riesgo, apertura y vértigo de existencia.
La resurrección del hombre como reunificación teocéntrica de la vida, nunca como inserción en la universalidad del cosmos al estilo de Chardin. Los profetas de la luz deben permanecer plegados a la quietud jerárquica o desterrados a la inoperancia vital del abismo. Los testigos vivientes sufren una inquisición elegante, pero inquisición al fin. Son relegados a la infidelidad. La creación poética no cabe en la legislación estática mitrada.
Si se nos entierra el pensamiento, déjennos por lo menos morir nuestra muerte inalienable. Queremos sólo ser “polvo, más polvo enamorado”.
Rafael Fernando Navarro es filósofo.
Fuente: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=40113
Solo se que nada se.
Sócrates, filosofo griego 470 a.c
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Re: Polvo enamorado.
Pues al obispo no le hacen caso ni sus curas:
Oviedo, R. L. M.
«Más higiénico, más rápido y más barato». Éstas son las tres cualidades que defiende Álvaro Iglesias, vicario parroquial de la iglesia de San Juan, de la incineración.
Él, al igual que el párroco del templo, opta por la cremación. «Somos amantes de la incineración, cuando nos muramos optaremos por la cremación y descansaremos en una urna en este columbario», asegura Fernando Rubio. Dicen, tanto el párroco como el vicario, que lo importante «es tener respeto al cuerpo y no nos gusta que se depositen las cenizas en cualquier lugar, pero lo que hay que valorar de un cristiano es el bagaje de su vida, una vez muerto ya no hay nada que hacer», añade el párroco ovetense. Respecto a si el enterramiento es más acorde a la Iglesia, Rubio es tajante: «No, aquí hay mucha gente católica en urnas, párrocos, personas devotas y buenos cristianos», matiza.
Además, el párroco de San Juan asegura que él, que ha visto muchos entierros y que conoce de primera mano el proceso de descomposición de un cuerpo en un ataúd, «yo no entiendo qué importancia tiene, si es que un cuerpo en diez años se ha convertido en polvo, como mucho quedan huesecillos, así que qué más da que uno se convierta antes en polvo o tiempo después», comenta Rubio, mientras apura el paso, acude a oficiar una misa, un funeral.
Fuente: La nueva España
Oviedo, R. L. M.
«Más higiénico, más rápido y más barato». Éstas son las tres cualidades que defiende Álvaro Iglesias, vicario parroquial de la iglesia de San Juan, de la incineración.
Él, al igual que el párroco del templo, opta por la cremación. «Somos amantes de la incineración, cuando nos muramos optaremos por la cremación y descansaremos en una urna en este columbario», asegura Fernando Rubio. Dicen, tanto el párroco como el vicario, que lo importante «es tener respeto al cuerpo y no nos gusta que se depositen las cenizas en cualquier lugar, pero lo que hay que valorar de un cristiano es el bagaje de su vida, una vez muerto ya no hay nada que hacer», añade el párroco ovetense. Respecto a si el enterramiento es más acorde a la Iglesia, Rubio es tajante: «No, aquí hay mucha gente católica en urnas, párrocos, personas devotas y buenos cristianos», matiza.
Además, el párroco de San Juan asegura que él, que ha visto muchos entierros y que conoce de primera mano el proceso de descomposición de un cuerpo en un ataúd, «yo no entiendo qué importancia tiene, si es que un cuerpo en diez años se ha convertido en polvo, como mucho quedan huesecillos, así que qué más da que uno se convierta antes en polvo o tiempo después», comenta Rubio, mientras apura el paso, acude a oficiar una misa, un funeral.
Fuente: La nueva España
"The surface of the Earth is the shore of the cosmic ocean...and the ocean beckons us.There is a part of us knowing that we come from there.We want to return"
Carl Edward Sagan
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Re: Polvo enamorado.
La respuesta a todas estas preguntas es, "No."hond73 escribió:RAFAEL FERNANDO NAVARRO
11/11/2009
Polvo enamorado.
¿Conseguirán alguna vez los Obispos caminar hombro con hombro con la humanidad? ¿Optarán alguna vez por la projimidad, la cercanía, la fraternidad? ¿Abandonarán alguna vez la atalaya del poder, la manipulación de la verdad, la prepotencia del saber, el dominio del indomable para ser carne de mundo, entrañas de vida, interioridad vivificante? .
Rafael Fernando Navarro es filósofo.
Fuente: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=40113
El objetivo de la iglesia desde su formación fue el de dominar, controlar y enriquecerse. Hacer lo que que Fernando Navarro Plantea, sería aprtarse de sus objetivos y no lo van a hacer.
Todos los dioses fueron producto de la ignorancia y la necesidad
Para debatir cristianos en su propio terreno http://www.godmakers.info
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- pablov63
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Re: Polvo enamorado.
Se me atraganta la oración: "la prepotencia del saber". Creo que los obispos y cardenales y arzobispos y papas son prepotentes, cómo no. Pero esa prepotencia no nace del "saber" sino de lo contrario: de la ignorancia, lo que la hace una prepotencia infinitamente peor. Ojo: no me gusta la prepotencia de ningún pelaje, pero admito que disfruto cuando el doctor House es prepotente con los idiotas.
Saludos desde Perú,
Pablov63
"Todos los creyentes se parecen, pero los ateos lo son cada cual a su manera", Tolstoi en mi imaginación
Pablov63
"Todos los creyentes se parecen, pero los ateos lo son cada cual a su manera", Tolstoi en mi imaginación
- cesarmilton
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Re: Polvo enamorado.
Nada malo en ello: House es un personaje y su trato prepotente a los idiotas (también personajes), es parte de la ficción. El espectador se hace cómplice del "engaño" que supone una obra dramática.pablov63 escribió:Ojo: no me gusta la prepotencia de ningún pelaje, pero admito que disfruto cuando el doctor House es prepotente con los idiotas.
Cuando veo una golpiza exagerada y fuera de toda proporción (como en La Naranja Mecánica de Kubrick, por dar un ejemplo), me rio con ganas. Pero me indigna ver situaciones iguales en la realidad. Lo mismo con la curia prepotente: me indignan. Saludos vecino.
Nuestros antepasados, los creyentes - SWAMI -
Las religiones son muletas para gente sana, a la que le han hecho creer que es coja - pablov63 -
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