Jean-Luc Nancy: Con Derrida se trata de reabrir el infinito

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cesarmilton
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Jean-Luc Nancy: Con Derrida se trata de reabrir el infinito

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Jean-Luc Nancy: "Con Derrida se trata de reabrir el infinito hoy"

Es uno de los filósofos franceses vivos más relevantes. Autor de "La comunidad inoperante". Fue amigo de Derrida, con quien confrontó sus ideas. Le preguntamos sobre la vigencia de éste.


La «deconstrucción» es, en primer lugar, hoy una palabra caída en una especie de empobrecimiento semántico, lo que le pasa a menudo a grandes palabras filosóficas (como la «idea» de Platón, el «cogito» de Descartes, la «dialéctica» de Hegel, etc.). Sus conceptos se empobrecen, se les hace decir cualquier cosa. Todo el mundo comprende hoy «deconstrucción» o como «crítica», o como «juego de demolición de textos». Ahora bien, esta palabra tiene un sentido preciso: deshacer una estructura, desmontarla para hacer jugar las articulaciones internas, para volver a poner en juego las condiciones de su génesis y así hacer surgir algo nuevo. Tomemos un ejemplo muy simple: la oposición entre «sensible» e «inteligible», que nos parece evidente y necesaria. Deconstruir esta oposición, es sacudir o fluidificar su construcción: ¿es tan simple pensar que lo sensible es confuso y poco inteligible? ¿No es esto haber alineado ya lo inteligible con la matemática, la lógica? Y lo sensible, ¿no tiene su propia claridad? ¿Lo inteligible es insensible? ¿Qué significa «pensar», «comprender», «argumentar»? ¿No está operando una verdadera sensibilidad en estas operaciones «intelectuales»? ¡La lógica también puede vibrar! Podríamos pasar a otra oposición, como «hombre» y «mujer» (además, nos encontramos en seguida con una tradición entera que afirma al hombre como del lado del intelecto, y a la mujer como del lado de la sensibilidad...). Ahora bien, nosotros comprendemos hoy que no son «esencias», realidades definidas en sí. Se trata ante todo de una relación, y de una tensión entre polaridades, que nos atraviesan a cada uno.

En resumen, «deconstrucción» viene a decir que no se tienen más por asegurados los conceptos de la estructura intelectual dominante de nuestra tradición. ¡Pero no es para destruirlos! Al contrario, es para hacerlos revivir, es para hacerles dar más sentido y un sentido nuevo.

(...) Es así como Heidegger, que introdujo la palabra «Destruktion» (que se traduce «deconstrucción»), emprendió una deconstrucción del sentido de «ser». Basta con recordar esto: este sentido no atañe al nombre «el ser», sino solamente y enteramente al verbo «ser» ¿Qué sucede si el pensamiento abandona el sustantivo «el ser» y se queda sólo con el verbo...? Llego hasta aquí.

Consecuentemente, se puede decir que lo que JD introdujo es una posibilidad general de problematizar el sentido o los sentidos recibidos, y sobre todo la idea misma de «sentido». Tanto la significación (¿qué es una significación?, ¿es estable, tiene un valor único, etc.?) como el sentido direccional (¿hacia dónde va la historia?, ¿o la vida? Y ante todo, ¿se trata de ir hacia...?, ¿debemos hablar de meta, de fin?).

Pero problematizar los sentidos recibidos es lo que hace sin cesar la cultura. De cierta manera, no hay nada extraordinario, aun cuando sea al mismo tiempo algo revolucionario. Sí, la cultura de los hombres está siempre en estado de revolución: revuelve los signos, las lenguas, las representaciones: en este sentido está viva. Solamente cuando se está en una época de mutación profunda, como la nuestra, ello inquieta y suscita resistencia. Uno querría que «hombre», «mujer», «sentido», «filosofía», «poesía», «política» fuesen nociones y realidades bien definidas y fijas... Pero nada vive en la fijeza. Y nuestra época debe afrontar un movimiento tan fuerte y tan amplio como no lo ha habido desde hace mucho tiempo. He aquí por qué JD, que sintió muy vivamente este carácter de ruptura de nuestro tiempo, ha sorprendido, perturbado e inquietado.

El núcleo duro de la obra teórica de JD es este neologismo: différ a nce . Diferencia, pues, con una «a» que transforma la palabra en un sustantivo liado al participio «que difiere» [ «différ a nt» ] del verbo «diferir» [ «différer» ], que tiene el sentido de «aplazar» ( to delay en inglés). Esta palabra («ni una palabra, ni un concepto» dice de hecho JD...) intenta hacer oír esto: no hay sino diferencia entre entidades dadas. Por ejemplo, usted, yo y las diferencias entre usted y yo. Aquí también está aquello que hace que toda identidad se difiera: que retarde su cumplimiento. De hecho, no es un «retardo» que acabaría por colmarse. Es un retardo estructural: lo idéntico está siempre «retardado», está infinitamente más allá de sí mismo. ¿Quién soy yo? ¿Qué es este «yo»? Nada que pueda ser dado, presentado, definido. «Yo» soy, «usted» es un recurso infinito de identificación; lo que es más vívido, más intenso, más exaltante que ser «sí mismo»...

Se podrían desarrollar en extenso las implicaciones de este «retardo» infinito, que no está en retardo respecto a nada, respecto a ninguna fecha fija. Que es la apertura infinita del existente finito. En el fondo, con JD se trata de reabrir el infinito hoy (...). Y esto está siempre en obra, en otros y de otra manera, por supuesto, todavía, ¡pues lo peor sería que ya fuera idéntico y estuviera identificado! Ciertamente hay «derridianos» o «deleuzianos»: siempre hay espíritus de escuela.
Fuente

Este tipo de artículos siempre me resultan interesantes, aunque no me dedique a profundizar en los contenidos.
:redface:
Nuestros antepasados, los creyentes - SWAMI -
Las religiones son muletas para gente sana, a la que le han hecho creer que es coja - pablov63 -

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