¿Por qué es tan poderosa la fe?

Ésta es la Sección General, un lugar público en donde los ateos, agnósticos y creyentes nos reunimos, hablamos sobre ateísmo, religiones, dioses y temas directamente relacionados, en plena libertad de opinión. Para tratar otros temas distintos, por favor acude a El Café Ateo.
job
Participante habitual
Mensajes: 445
Registrado: Jue May 29, 2008 10:29 pm

Re: ¿Por qué es tan poderosa la fe?

Mensaje sin leer por job »

Antonio escribió:
Romu escribió:La fe esta tan poderosa porque puede acaparar todo , por fe puedes estar en lo cierto aunque estes completamente equivocado.
Claro, la fe es una apuesta por lo que es probablemente inseguro objetivamente pero que subjetivamente se tiene como certeza. Y esto en la cotidianidad nada tiene que ver con la religión, de hecho es parte sustancial de la conducta humana: en términos evolutivos considerando que somos un primate social resulta útil adaptativamente, por ejemplo al tener seguridad de lo que el otro piensa y así establecer redes de intercambio social. Aunque aparentemente trivial, que no lo es, en realidad esa seguridad es ni más ni menos fe.

Antonio

¿Que hay de seguro objetivamente? Lo que existe o quién lo creó. No, la fe, no se basa en lo que otro piensa, ni somos un primate social, sí somos unos homínidos sociales y no tiene que haber intercambio social. Sin embargo el hombre es social por naturaleza.

San Benito José de Labre vivió toda su vida como vagabundo, jamás fué aceptado en ningún monasterio, ni orden religiosa. Y sin embargo es santo.

La fe es personal, jamás dos hombres piensan de la misma manera, así que la fe es distinta para cada persona, pero tener solo fe no basta para la salvación.

Antonio
Participante veterano
Mensajes: 1052
Registrado: Jue May 22, 2008 2:59 pm
Contactar:

Re: ¿Por qué es tan poderosa la fe?

Mensaje sin leer por Antonio »

job escribió:¿Que hay de seguro objetivamente?
Pues lo que se pueda demostrar igual objetivamente, y establecer un consenso cultural en base a ello.
job escribió:Lo que existe o quién lo creó.
Cuando no se habla de fe normalmente hay que demostrar las cosas, cuando se trata de fe, no.
job escribió:No, la fe, no se basa en lo que otro piensa,
No, entendiste mal. Vuelve a leer.
job escribió:ni somos un primate social, sí somos unos homínidos sociales
Aaahhh claro, y los homínidos son insectos, roedores, cualquier cosa menos primates ¿no es cierto? O sea tu le das de patadas a la ciencia.
job escribió:y no tiene que haber intercambio social. Sin embargo el hombre es social por naturaleza.
jejeje ¿y cómo puedes ser social sin intercambios con otros individuos??????? Ahora le das de patadas al sentido común.
job escribió:La fe es personal, jamás dos hombres piensan de la misma manera, así que la fe es distinta para cada persona, pero tener solo fe no basta para la salvación.
O sea que finalmente no entendiste una palabra de lo que dije: yo no estaba hablando de fe católica. También lee un poco el diccionario.

Sin embargo, si quieres hablar de fe como si solo existiera la fe católica (suponiendo que no existe el diccionario sino solamente el Vaticano) también vas mal: de hecho millones de católicos comparten las mismas creencias y para aceptarlas como ultra-verdaderas se necesita pues algún grado de fe. Eso no contradice lo que parece que no entendiste pero que dije: que la fe sea subjetiva, y tampoco contradice que dos personas tengan fe en las mismas creencias religiosas. ¿Comprendes? Uno puede tener una fe extrema (como esos que creen que el diablo maneja la ciencia), a otro le da lo mismo, pero finalmente ambos creen en el castigo de Dios, la Asunción de María, los santos, etc (aclaro que estoy hablando de personas religiosas, de hecho quien ni cree en esas cosas mucho menos tendrá fe-católica, obviamente.)

Antonio

job
Participante habitual
Mensajes: 445
Registrado: Jue May 29, 2008 10:29 pm

Re: ¿Por qué es tan poderosa la fe?

Mensaje sin leer por job »

Antonio escribió:
job escribió:¿Que hay de seguro objetivamente?
Pues lo que se pueda demostrar igual objetivamente, y establecer un consenso cultural en base a ello.
job escribió:Lo que existe o quién lo creó.
Cuando no se habla de fe normalmente hay que demostrar las cosas, cuando se trata de fe, no.
job escribió:No, la fe, no se basa en lo que otro piensa,
No, entendiste mal. Vuelve a leer.
job escribió:ni somos un primate social, sí somos unos homínidos sociales
Aaahhh claro, y los homínidos son insectos, roedores, cualquier cosa menos primates ¿no es cierto? O sea tu le das de patadas a la ciencia.
job escribió:y no tiene que haber intercambio social. Sin embargo el hombre es social por naturaleza.
jejeje ¿y cómo puedes ser social sin intercambios con otros individuos??????? Ahora le das de patadas al sentido común.
job escribió:La fe es personal, jamás dos hombres piensan de la misma manera, así que la fe es distinta para cada persona, pero tener solo fe no basta para la salvación.
O sea que finalmente no entendiste una palabra de lo que dije: yo no estaba hablando de fe católica. También lee un poco el diccionario.

Sin embargo, si quieres hablar de fe como si solo existiera la fe católica (suponiendo que no existe el diccionario sino solamente el Vaticano) también vas mal: de hecho millones de católicos comparten las mismas creencias y para aceptarlas como ultra-verdaderas se necesita pues algún grado de fe. Eso no contradice lo que parece que no entendiste pero que dije: que la fe sea subjetiva, y tampoco contradice que dos personas tengan fe en las mismas creencias religiosas. ¿Comprendes? Uno puede tener una fe extrema (como esos que creen que el diablo maneja la ciencia), a otro le da lo mismo, pero finalmente ambos creen en el castigo de Dios, la Asunción de María, los santos, etc (aclaro que estoy hablando de personas religiosas, de hecho quien ni cree en esas cosas mucho menos tendrá fe-católica, obviamente.)

Antonio
Una persona es un ser social, pero no quiere decir que el resto la entienda o la comprenda, entonces esta persona es una isla incapaz de mostrar sus conocimientos.

Por qué no crees que la fe se puede demostrar;, ah ya, porque eres científico y que pasa con los historiadores, filólogos, etc... que se basan en argumentos. Pues la fe se basa en argumentos. Dios habló con hombres, le vieron, dió unas enseñanzas con ellos y resucitó. Todo esto se dejó por escrito. Ahora, me puedes explicar científicamente por qué no creer en lo que pone en la Biblia y que ninguna persona negó en el primer siglo o el segundo siglo, cuando aún había personas que habían conocido directamente a Jesús.

Ningún Dios, ha estado hablando con las personas, ningún Dios se ha dejado ver y los que dicen haber sido dioses han desaparecido e incluso su religión que profesaban o son simplementes sectas, o nadie les cree. ¿Es que entre todas las religiones no va a haber una que sea la verdadera?.

Te pongo una homilía del papa, verás el peligro que hay en no aceptar una religión por verdadera:



HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Hipódromo de Randwick
Domingo 20 de julio de 2008



Queridos amigos

«Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza» (Hch 1,8). Hemos visto cumplida esta promesa. En el día de Pentecostés, como hemos escuchado en la primera lectura, el Señor resucitado, sentado a la derecha del Padre, envió el Espíritu Santo a sus discípulos reunidos en el cenáculo. Por la fuerza de este Espíritu, Pedro y los Apóstoles fueron a predicar el Evangelio hasta los confines de la tierra. En cada época y en cada lengua, la Iglesia continúa proclamando en todo el mundo las maravillas de Dios e invita a todas las naciones y pueblos a la fe, a la esperanza y a la vida nueva en Cristo.

En estos días, también yo he venido, como Sucesor de san Pedro, a esta estupenda tierra de Australia. He venido a confirmaros en vuestra fe, jóvenes hermanas y hermanos míos, y a abrir vuestros corazones al poder del Espíritu de Cristo y a la riqueza de sus dones. Oro para que esta gran asamblea, que congrega a jóvenes de «todas las naciones de la tierra» (Hch 2,5), se transforme en un nuevo cenáculo. Que el fuego del amor de Dios descienda y llene vuestros corazones para uniros cada vez más al Señor y a su Iglesia y enviaros, como nueva generación de Apóstoles, a llevar a Cristo al mundo.

«Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza». Estas palabras del Señor resucitado tienen un significado especial para los jóvenes que serán confirmados, sellados con el don del Espíritu Santo, durante esta Santa Misa. Pero estas palabras están dirigidas también a cada uno de nosotros, es decir, a todos los que han recibido el don del Espíritu de reconciliación y de la vida nueva en el Bautismo, que lo han acogido en sus corazones como su ayuda y guía en la Confirmación, y que crecen cotidianamente en sus dones de gracia mediante la Santa Eucaristía. En efecto el Espíritu Santo desciende nuevamente en cada Misa, invocado en la plegaria solemne de la Iglesia, no sólo para transformar nuestros dones del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor, sino también para transformar nuestras vidas, para hacer de nosotros, con su fuerza, «un solo cuerpo y un solo espíritu en Cristo».

Pero, ¿qué es este «poder» del Espíritu Santo? Es el poder de la vida de Dios. Es el poder del mismo Espíritu que se cernía sobre las aguas en el alba de la creación y que, en la plenitud de los tiempos, levantó a Jesús de la muerte. Es el poder que nos conduce, a nosotros y a nuestro mundo, hacia la llegada del Reino de Dios. En el Evangelio de hoy, Jesús anuncia que ha comenzado una nueva era, en la cual el Espíritu Santo será derramado sobre toda la humanidad (cf. Lc 4,21). Él mismo, concebido por obra del Espíritu Santo y nacido de la Virgen María, vino entre nosotros para traernos este Espíritu. Como fuente de nuestra vida nueva en Cristo, el Espíritu Santo es también, de un modo muy verdadero, el alma de la Iglesia, el amor que nos une al Señor y entre nosotros y la luz que abre nuestros ojos para ver las maravillas de la gracia de Dios que nos rodean.

Aquí en Australia, esta «gran tierra meridional del Espíritu Santo», todos nosotros hemos tenido una experiencia inolvidable de la presencia y del poder del Espíritu en la belleza de la naturaleza. Nuestros ojos se han abierto para ver el mundo que nos rodea como es verdaderamente: «colmado», como dice el poeta, «de la grandeza de Dios», repleto de la gloria de su amor creativo. También aquí, en esta gran asamblea de jóvenes cristianos provenientes de todo el mundo, hemos tenido una experiencia elocuente de la presencia y de la fuerza del Espíritu en la vida de la Iglesia. Hemos visto la Iglesia como es verdaderamente: Cuerpo de Cristo, comunidad viva de amor, en la que hay gente de toda raza, nación y lengua, de cualquier edad y lugar, en la unidad nacida de nuestra fe en el Señor resucitado.

La fuerza del Espíritu Santo jamás cesa de llenar de vida a la Iglesia. A través de la gracia de los Sacramentos de la Iglesia, esta fuerza fluye también en nuestro interior, como un río subterráneo que nutre el espíritu y nos atrae cada vez más cerca de la fuente de nuestra verdadera vida, que es Cristo. San Ignacio de Antioquía, que murió mártir en Roma al comienzo del siglo segundo, nos ha dejado una descripción espléndida de la fuerza del Espíritu que habita en nosotros. Él ha hablado del Espíritu como de una fuente de agua viva que surge en su corazón y susurra: «Ven, ven al Padre» (cf. A los Romanos, 6,1-9).

Sin embargo, esta fuerza, la gracia del Espíritu Santo, no es algo que podamos merecer o conquistar; podemos sólo recibirla como puro don. El amor de Dios puede derramar su fuerza sólo cuando le permitimos cambiarnos por dentro. Debemos permitirle penetrar en la dura costra de nuestra indiferencia, de nuestro cansancio espiritual, de nuestro ciego conformismo con el espíritu de nuestro tiempo. Sólo entonces podemos permitirle encender nuestra imaginación y modelar nuestros deseos más profundos. Por esto es tan importante la oración: la plegaria cotidiana, la privada en la quietud de nuestros corazones y ante el Santísimo Sacramento, y la oración litúrgica en el corazón de la Iglesia. Ésta es pura receptividad de la gracia de Dios, amor en acción, comunión con el Espíritu que habita en nosotros y nos lleva, por Jesús y en la Iglesia, a nuestro Padre celestial. En la potencia de su Espíritu, Jesús está siempre presente en nuestros corazones, esperando serenamente que nos dispongamos en el silencio junto a Él para sentir su voz, permanecer en su amor y recibir «la fuerza que proviene de lo alto», una fuerza que nos permite ser sal y luz para nuestro mundo.

En su Ascensión, el Señor resucitado dijo a sus discípulos: «Seréis mis testigos… hasta los confines del mundo» (Hch 1,8). Aquí, en Australia, damos gracias al Señor por el don de la fe, que ha llegado hasta nosotros como un tesoro transmitido de generación en generación en la comunión de la Iglesia. Aquí, en Oceanía, damos gracias de un modo especial a todos aquellos misioneros, sacerdotes y religiosos comprometidos, padres y abuelos cristianos, maestros y catequistas, que han edificado la Iglesia en estas tierras. Testigos como la Beata Mary Mackillop, San Peter Chanel, el Beato Peter To Rot y muchos otros. La fuerza del Espíritu, manifestada en sus vidas, está todavía activa en las iniciativas beneficiosas que han dejado en la sociedad que han plasmado y que ahora se os confía a vosotros.

Queridos jóvenes, permitidme que os haga una pregunta. ¿Qué dejaréis vosotros a la próxima generación? ¿Estáis construyendo vuestras vidas sobre bases sólidas? ¿Estáis construyendo algo que durará? ¿Estáis viviendo vuestras vidas de modo que dejéis espacio al Espíritu en un mundo que quiere olvidar a Dios, rechazarlo incluso en nombre de un falso concepto de libertad? ¿Cómo estáis usando los dones que se os han dado, la «fuerza» que el Espíritu Santo está ahora dispuesto a derramar sobre vosotros? ¿Qué herencia dejaréis a los jóvenes que os sucederán? ¿Qué os distinguirá?

La fuerza del Espíritu Santo no sólo nos ilumina y nos consuela. Nos encamina hacia el futuro, hacia la venida del Reino de Dios. ¡Qué visión magnífica de una humanidad redimida y renovada descubrimos en la nueva era prometida por el Evangelio de hoy! San Lucas nos dice que Jesucristo es el cumplimiento de todas las promesas de Dios, el Mesías que posee en plenitud el Espíritu Santo para comunicarlo a la humanidad entera. La efusión del Espíritu de Cristo sobre la humanidad es prenda de esperanza y de liberación contra todo aquello que nos empobrece. Dicha efusión ofrece de nuevo la vista al ciego, libera a los oprimidos y genera unidad en y con la diversidad (cf. Lc 4,18-19; Is 61,1-2). Esta fuerza puede crear un mundo nuevo: puede «renovar la faz de la tierra» (cf. Sal 104,30).

Fortalecida por el Espíritu y provista de una rica visión de fe, una nueva generación de cristianos está invitada a contribuir a la edificación de un mundo en el que la vida sea acogida, respetada y cuidada amorosamente, no rechazada o temida como una amenaza y por ello destruida. Una nueva era en la que el amor no sea ambicioso ni egoísta, sino puro, fiel y sinceramente libre, abierto a los otros, respetuoso de su dignidad, un amor que promueva su bien e irradie gozo y belleza. Una nueva era en la cual la esperanza nos libere de la superficialidad, de la apatía y el egoísmo que degrada nuestras almas y envenena las relaciones humanas. Queridos jóvenes amigos, el Señor os está pidiendo ser profetas de esta nueva era, mensajeros de su amor, capaces de atraer a la gente hacia el Padre y de construir un futuro de esperanza para toda la humanidad.

El mundo tiene necesidad de esta renovación. En muchas de nuestras sociedades, junto a la prosperidad material, se está expandiendo el desierto espiritual: un vacío interior, un miedo indefinible, un larvado sentido de desesperación. ¿Cuántos de nuestros semejantes han cavado aljibes agrietados y vacíos (cf. Jr 2,13) en una búsqueda desesperada de significado, de ese significado último que sólo puede ofrecer el amor? Éste es el don grande y liberador que el Evangelio lleva consigo: él revela nuestra dignidad de hombres y mujeres creados a imagen y semejanza de Dios. Revela la llamada sublime de la humanidad, que es la de encontrar la propia plenitud en el amor. Él revela la verdad sobre el hombre, la verdad sobre la vida.

También la Iglesia tiene necesidad de renovación. Tiene necesidad de vuestra fe, vuestro idealismo y vuestra generosidad, para poder ser siempre joven en el Espíritu (cf. Lumen gentium, 4). En la segunda lectura de hoy, el apóstol Pablo nos recuerda que cada cristiano ha recibido un don que debe ser usado para edificar el Cuerpo de Cristo. La Iglesia tiene especialmente necesidad del don de los jóvenes, de todos los jóvenes. Tiene necesidad de crecer en la fuerza del Espíritu que también ahora os infunde gozo a vosotros, jóvenes, y os anima a servir al Señor con alegría. Abrid vuestro corazón a esta fuerza. Dirijo esta invitación de modo especial a los que el Señor llama a la vida sacerdotal y consagrada. No tengáis miedo de decir vuestro «sí» a Jesús, de encontrar vuestra alegría en hacer su voluntad, entregándoos completamente para llegar a la santidad y haciendo uso de vuestros talentos al servicio de los otros.

Dentro de poco celebraremos el sacramento de la Confirmación. El Espíritu Santo descenderá sobre los candidatos; ellos serán «sellados» con el don del Espíritu y enviados para ser testigos de Cristo. ¿Qué significa recibir la «sello» del Espíritu Santo? Significa ser marcados indeleblemente, inalterablemente cambiados, significa ser nuevas criaturas. Para los que han recibido este don, ya nada puede ser lo mismo. Estar «bautizados» en el Espíritu significa estar enardecidos por el amor de Dios. Haber «bebido» del Espíritu (cf. 1 Co 12,13) significa haber sido refrescados por la belleza del designio de Dios para nosotros y para el mundo, y llegar a ser nosotros mismos una fuente de frescor para los otros. Ser «sellados con el Espíritu» significa además no tener miedo de defender a Cristo, dejando que la verdad del Evangelio impregne nuestro modo de ver, pensar y actuar, mientras trabajamos por el triunfo de la civilización del amor.

Al elevar nuestra oración por los confirmandos, pedimos también que la fuerza del Espíritu Santo reavive la gracia de la Confirmación de cada uno de nosotros. Que el Espíritu derrame sus dones abundantemente sobre todos los presentes, sobre la ciudad de Sydney, sobre esta tierra de Australia y sobre todas sus gentes. Que cada uno de nosotros sea renovado en el espíritu de sabiduría e inteligencia, el espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y piedad, espíritu de admiración y santo temor de Dios.

Que por la amorosa intercesión de María, Madre de la Iglesia, esta XXIII Jornada Mundial de la Juventud sea vivida como un nuevo cenáculo, de forma que todos nosotros, enardecidos con el fuego del amor del Espíritu Santo, continuemos proclamando al Señor resucitado y atrayendo a cada corazón hacia Él. Amén.

Tanpinxu
Participante veterano
Mensajes: 547
Registrado: Dom May 25, 2008 3:12 pm

Re: ¿Por qué es tan poderosa la fe?

Mensaje sin leer por Tanpinxu »

Todo el mundo sabe lo que sabe.

No todos saben que lo que saben es completamente ficticio e irreal.

Solo algunos saben que todo es ilusión.

Saludos.

Avatar de Usuario
Xenko
Participante habitual
Mensajes: 234
Registrado: Vie Jul 25, 2008 5:15 pm
Ubicación: LIMA, PERÚ
Contactar:

Re: ¿Por qué es tan poderosa la fe?

Mensaje sin leer por Xenko »

job escribió:
Antonio escribió:
job escribió:¿Que hay de seguro objetivamente?
Pues lo que se pueda demostrar igual objetivamente, y establecer un consenso cultural en base a ello.
job escribió:Lo que existe o quién lo creó.
Cuando no se habla de fe normalmente hay que demostrar las cosas, cuando se trata de fe, no.
job escribió:No, la fe, no se basa en lo que otro piensa,
No, entendiste mal. Vuelve a leer.
job escribió:ni somos un primate social, sí somos unos homínidos sociales
Aaahhh claro, y los homínidos son insectos, roedores, cualquier cosa menos primates ¿no es cierto? O sea tu le das de patadas a la ciencia.
job escribió:y no tiene que haber intercambio social. Sin embargo el hombre es social por naturaleza.
jejeje ¿y cómo puedes ser social sin intercambios con otros individuos??????? Ahora le das de patadas al sentido común.
job escribió:La fe es personal, jamás dos hombres piensan de la misma manera, así que la fe es distinta para cada persona, pero tener solo fe no basta para la salvación.
O sea que finalmente no entendiste una palabra de lo que dije: yo no estaba hablando de fe católica. También lee un poco el diccionario.

Sin embargo, si quieres hablar de fe como si solo existiera la fe católica (suponiendo que no existe el diccionario sino solamente el Vaticano) también vas mal: de hecho millones de católicos comparten las mismas creencias y para aceptarlas como ultra-verdaderas se necesita pues algún grado de fe. Eso no contradice lo que parece que no entendiste pero que dije: que la fe sea subjetiva, y tampoco contradice que dos personas tengan fe en las mismas creencias religiosas. ¿Comprendes? Uno puede tener una fe extrema (como esos que creen que el diablo maneja la ciencia), a otro le da lo mismo, pero finalmente ambos creen en el castigo de Dios, la Asunción de María, los santos, etc (aclaro que estoy hablando de personas religiosas, de hecho quien ni cree en esas cosas mucho menos tendrá fe-católica, obviamente.)

Antonio
Una persona es un ser social, pero no quiere decir que el resto la entienda o la comprenda, entonces esta persona es una isla incapaz de mostrar sus conocimientos.

Por qué no crees que la fe se puede demostrar;, ah ya, porque eres científico y que pasa con los historiadores, filólogos, etc... que se basan en argumentos. Pues la fe se basa en argumentos. Dios habló con hombres, le vieron, dió unas enseñanzas con ellos y resucitó. Todo esto se dejó por escrito. Ahora, me puedes explicar científicamente por qué no creer en lo que pone en la Biblia y que ninguna persona negó en el primer siglo o el segundo siglo, cuando aún había personas que habían conocido directamente a Jesús.

Ningún Dios, ha estado hablando con las personas, ningún Dios se ha dejado ver y los que dicen haber sido dioses han desaparecido e incluso su religión que profesaban o son simplementes sectas, o nadie les cree. ¿Es que entre todas las religiones no va a haber una que sea la verdadera?.

Te pongo una homilía del papa, verás el peligro que hay en no aceptar una religión por verdadera:



HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Hipódromo de Randwick
Domingo 20 de julio de 2008



Queridos amigos

«Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza» (Hch 1,8). Hemos visto cumplida esta promesa. En el día de Pentecostés, como hemos escuchado en la primera lectura, el Señor resucitado, sentado a la derecha del Padre, envió el Espíritu Santo a sus discípulos reunidos en el cenáculo. Por la fuerza de este Espíritu, Pedro y los Apóstoles fueron a predicar el Evangelio hasta los confines de la tierra. En cada época y en cada lengua, la Iglesia continúa proclamando en todo el mundo las maravillas de Dios e invita a todas las naciones y pueblos a la fe, a la esperanza y a la vida nueva en Cristo.

En estos días, también yo he venido, como Sucesor de san Pedro, a esta estupenda tierra de Australia. He venido a confirmaros en vuestra fe, jóvenes hermanas y hermanos míos, y a abrir vuestros corazones al poder del Espíritu de Cristo y a la riqueza de sus dones. Oro para que esta gran asamblea, que congrega a jóvenes de «todas las naciones de la tierra» (Hch 2,5), se transforme en un nuevo cenáculo. Que el fuego del amor de Dios descienda y llene vuestros corazones para uniros cada vez más al Señor y a su Iglesia y enviaros, como nueva generación de Apóstoles, a llevar a Cristo al mundo.

«Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza». Estas palabras del Señor resucitado tienen un significado especial para los jóvenes que serán confirmados, sellados con el don del Espíritu Santo, durante esta Santa Misa. Pero estas palabras están dirigidas también a cada uno de nosotros, es decir, a todos los que han recibido el don del Espíritu de reconciliación y de la vida nueva en el Bautismo, que lo han acogido en sus corazones como su ayuda y guía en la Confirmación, y que crecen cotidianamente en sus dones de gracia mediante la Santa Eucaristía. En efecto el Espíritu Santo desciende nuevamente en cada Misa, invocado en la plegaria solemne de la Iglesia, no sólo para transformar nuestros dones del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor, sino también para transformar nuestras vidas, para hacer de nosotros, con su fuerza, «un solo cuerpo y un solo espíritu en Cristo».

Pero, ¿qué es este «poder» del Espíritu Santo? Es el poder de la vida de Dios. Es el poder del mismo Espíritu que se cernía sobre las aguas en el alba de la creación y que, en la plenitud de los tiempos, levantó a Jesús de la muerte. Es el poder que nos conduce, a nosotros y a nuestro mundo, hacia la llegada del Reino de Dios. En el Evangelio de hoy, Jesús anuncia que ha comenzado una nueva era, en la cual el Espíritu Santo será derramado sobre toda la humanidad (cf. Lc 4,21). Él mismo, concebido por obra del Espíritu Santo y nacido de la Virgen María, vino entre nosotros para traernos este Espíritu. Como fuente de nuestra vida nueva en Cristo, el Espíritu Santo es también, de un modo muy verdadero, el alma de la Iglesia, el amor que nos une al Señor y entre nosotros y la luz que abre nuestros ojos para ver las maravillas de la gracia de Dios que nos rodean.

Aquí en Australia, esta «gran tierra meridional del Espíritu Santo», todos nosotros hemos tenido una experiencia inolvidable de la presencia y del poder del Espíritu en la belleza de la naturaleza. Nuestros ojos se han abierto para ver el mundo que nos rodea como es verdaderamente: «colmado», como dice el poeta, «de la grandeza de Dios», repleto de la gloria de su amor creativo. También aquí, en esta gran asamblea de jóvenes cristianos provenientes de todo el mundo, hemos tenido una experiencia elocuente de la presencia y de la fuerza del Espíritu en la vida de la Iglesia. Hemos visto la Iglesia como es verdaderamente: Cuerpo de Cristo, comunidad viva de amor, en la que hay gente de toda raza, nación y lengua, de cualquier edad y lugar, en la unidad nacida de nuestra fe en el Señor resucitado.

La fuerza del Espíritu Santo jamás cesa de llenar de vida a la Iglesia. A través de la gracia de los Sacramentos de la Iglesia, esta fuerza fluye también en nuestro interior, como un río subterráneo que nutre el espíritu y nos atrae cada vez más cerca de la fuente de nuestra verdadera vida, que es Cristo. San Ignacio de Antioquía, que murió mártir en Roma al comienzo del siglo segundo, nos ha dejado una descripción espléndida de la fuerza del Espíritu que habita en nosotros. Él ha hablado del Espíritu como de una fuente de agua viva que surge en su corazón y susurra: «Ven, ven al Padre» (cf. A los Romanos, 6,1-9).

Sin embargo, esta fuerza, la gracia del Espíritu Santo, no es algo que podamos merecer o conquistar; podemos sólo recibirla como puro don. El amor de Dios puede derramar su fuerza sólo cuando le permitimos cambiarnos por dentro. Debemos permitirle penetrar en la dura costra de nuestra indiferencia, de nuestro cansancio espiritual, de nuestro ciego conformismo con el espíritu de nuestro tiempo. Sólo entonces podemos permitirle encender nuestra imaginación y modelar nuestros deseos más profundos. Por esto es tan importante la oración: la plegaria cotidiana, la privada en la quietud de nuestros corazones y ante el Santísimo Sacramento, y la oración litúrgica en el corazón de la Iglesia. Ésta es pura receptividad de la gracia de Dios, amor en acción, comunión con el Espíritu que habita en nosotros y nos lleva, por Jesús y en la Iglesia, a nuestro Padre celestial. En la potencia de su Espíritu, Jesús está siempre presente en nuestros corazones, esperando serenamente que nos dispongamos en el silencio junto a Él para sentir su voz, permanecer en su amor y recibir «la fuerza que proviene de lo alto», una fuerza que nos permite ser sal y luz para nuestro mundo.

En su Ascensión, el Señor resucitado dijo a sus discípulos: «Seréis mis testigos… hasta los confines del mundo» (Hch 1,8). Aquí, en Australia, damos gracias al Señor por el don de la fe, que ha llegado hasta nosotros como un tesoro transmitido de generación en generación en la comunión de la Iglesia. Aquí, en Oceanía, damos gracias de un modo especial a todos aquellos misioneros, sacerdotes y religiosos comprometidos, padres y abuelos cristianos, maestros y catequistas, que han edificado la Iglesia en estas tierras. Testigos como la Beata Mary Mackillop, San Peter Chanel, el Beato Peter To Rot y muchos otros. La fuerza del Espíritu, manifestada en sus vidas, está todavía activa en las iniciativas beneficiosas que han dejado en la sociedad que han plasmado y que ahora se os confía a vosotros.

Queridos jóvenes, permitidme que os haga una pregunta. ¿Qué dejaréis vosotros a la próxima generación? ¿Estáis construyendo vuestras vidas sobre bases sólidas? ¿Estáis construyendo algo que durará? ¿Estáis viviendo vuestras vidas de modo que dejéis espacio al Espíritu en un mundo que quiere olvidar a Dios, rechazarlo incluso en nombre de un falso concepto de libertad? ¿Cómo estáis usando los dones que se os han dado, la «fuerza» que el Espíritu Santo está ahora dispuesto a derramar sobre vosotros? ¿Qué herencia dejaréis a los jóvenes que os sucederán? ¿Qué os distinguirá?

La fuerza del Espíritu Santo no sólo nos ilumina y nos consuela. Nos encamina hacia el futuro, hacia la venida del Reino de Dios. ¡Qué visión magnífica de una humanidad redimida y renovada descubrimos en la nueva era prometida por el Evangelio de hoy! San Lucas nos dice que Jesucristo es el cumplimiento de todas las promesas de Dios, el Mesías que posee en plenitud el Espíritu Santo para comunicarlo a la humanidad entera. La efusión del Espíritu de Cristo sobre la humanidad es prenda de esperanza y de liberación contra todo aquello que nos empobrece. Dicha efusión ofrece de nuevo la vista al ciego, libera a los oprimidos y genera unidad en y con la diversidad (cf. Lc 4,18-19; Is 61,1-2). Esta fuerza puede crear un mundo nuevo: puede «renovar la faz de la tierra» (cf. Sal 104,30).

Fortalecida por el Espíritu y provista de una rica visión de fe, una nueva generación de cristianos está invitada a contribuir a la edificación de un mundo en el que la vida sea acogida, respetada y cuidada amorosamente, no rechazada o temida como una amenaza y por ello destruida. Una nueva era en la que el amor no sea ambicioso ni egoísta, sino puro, fiel y sinceramente libre, abierto a los otros, respetuoso de su dignidad, un amor que promueva su bien e irradie gozo y belleza. Una nueva era en la cual la esperanza nos libere de la superficialidad, de la apatía y el egoísmo que degrada nuestras almas y envenena las relaciones humanas. Queridos jóvenes amigos, el Señor os está pidiendo ser profetas de esta nueva era, mensajeros de su amor, capaces de atraer a la gente hacia el Padre y de construir un futuro de esperanza para toda la humanidad.

El mundo tiene necesidad de esta renovación. En muchas de nuestras sociedades, junto a la prosperidad material, se está expandiendo el desierto espiritual: un vacío interior, un miedo indefinible, un larvado sentido de desesperación. ¿Cuántos de nuestros semejantes han cavado aljibes agrietados y vacíos (cf. Jr 2,13) en una búsqueda desesperada de significado, de ese significado último que sólo puede ofrecer el amor? Éste es el don grande y liberador que el Evangelio lleva consigo: él revela nuestra dignidad de hombres y mujeres creados a imagen y semejanza de Dios. Revela la llamada sublime de la humanidad, que es la de encontrar la propia plenitud en el amor. Él revela la verdad sobre el hombre, la verdad sobre la vida.

También la Iglesia tiene necesidad de renovación. Tiene necesidad de vuestra fe, vuestro idealismo y vuestra generosidad, para poder ser siempre joven en el Espíritu (cf. Lumen gentium, 4). En la segunda lectura de hoy, el apóstol Pablo nos recuerda que cada cristiano ha recibido un don que debe ser usado para edificar el Cuerpo de Cristo. La Iglesia tiene especialmente necesidad del don de los jóvenes, de todos los jóvenes. Tiene necesidad de crecer en la fuerza del Espíritu que también ahora os infunde gozo a vosotros, jóvenes, y os anima a servir al Señor con alegría. Abrid vuestro corazón a esta fuerza. Dirijo esta invitación de modo especial a los que el Señor llama a la vida sacerdotal y consagrada. No tengáis miedo de decir vuestro «sí» a Jesús, de encontrar vuestra alegría en hacer su voluntad, entregándoos completamente para llegar a la santidad y haciendo uso de vuestros talentos al servicio de los otros.

Dentro de poco celebraremos el sacramento de la Confirmación. El Espíritu Santo descenderá sobre los candidatos; ellos serán «sellados» con el don del Espíritu y enviados para ser testigos de Cristo. ¿Qué significa recibir la «sello» del Espíritu Santo? Significa ser marcados indeleblemente, inalterablemente cambiados, significa ser nuevas criaturas. Para los que han recibido este don, ya nada puede ser lo mismo. Estar «bautizados» en el Espíritu significa estar enardecidos por el amor de Dios. Haber «bebido» del Espíritu (cf. 1 Co 12,13) significa haber sido refrescados por la belleza del designio de Dios para nosotros y para el mundo, y llegar a ser nosotros mismos una fuente de frescor para los otros. Ser «sellados con el Espíritu» significa además no tener miedo de defender a Cristo, dejando que la verdad del Evangelio impregne nuestro modo de ver, pensar y actuar, mientras trabajamos por el triunfo de la civilización del amor.

Al elevar nuestra oración por los confirmandos, pedimos también que la fuerza del Espíritu Santo reavive la gracia de la Confirmación de cada uno de nosotros. Que el Espíritu derrame sus dones abundantemente sobre todos los presentes, sobre la ciudad de Sydney, sobre esta tierra de Australia y sobre todas sus gentes. Que cada uno de nosotros sea renovado en el espíritu de sabiduría e inteligencia, el espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y piedad, espíritu de admiración y santo temor de Dios.

Que por la amorosa intercesión de María, Madre de la Iglesia, esta XXIII Jornada Mundial de la Juventud sea vivida como un nuevo cenáculo, de forma que todos nosotros, enardecidos con el fuego del amor del Espíritu Santo, continuemos proclamando al Señor resucitado y atrayendo a cada corazón hacia Él. Amén.
Conversaciones como esta es una pérdida de tiempo, creer o no creer? :o
Con tanta tecnologia que el hombre ha podido "avanzar" y aun sigue pensando como en la edad de piedra. :(
Los dioses y domonios impiden el avance de la humanidad. :x
Mientras se crea en dioses hay peligro de guerras. :?
A los creyentes no se les pueden convencer porke "no hay peor ciego ke akel ke no kiere ver". ;)
Citar al Papa es "buscar ayuda" para ganar la discución con el más mentiroso. Mi los Papas creen en dios, la historia lo relata (anti-papas) :D :D :D

POR UN MUNDO MEJOR

stigabormans
Nuevo participante
Mensajes: 1
Registrado: Dom Ago 10, 2008 8:02 pm

Re: ¿Por qué es tan poderosa la fe?

Mensaje sin leer por stigabormans »

No sé si no te das cuenta, o si tienes ganas de aburrir a los miembros de la tertulia, pero las palabras del Papa tienen poco que ver on esta discusion. Creo que pocos en este foro dan credibilidad a sus ideas, ya que estan basados en una creencia religiosa y este es un foro ateo. Ya hemos visto dos veces lo del Papa. Si tienes ideas propias, exponlos, pero si solo conoces ideas ajenas, por favor, dejalos.

Isdin
Nuevo participante
Mensajes: 2
Registrado: Dom May 25, 2008 2:51 pm

Re: ¿Por qué es tan poderosa la fe?

Mensaje sin leer por Isdin »

Yo creo que es el miedo, miedo a afrontar la realidad: nacemos, vivimos y morimos y con la muerte se acaba todo. Creo que los creyentes ven demasiado triste que con la muerte de acabe todo, que desaparezcas y que no te vuelvas a encontrar con los que ya murieron.
Es una forma de no querer afrontar la realidad. Yo creo que es eso, lo primero que nos enseñan de pequeños es dios y que si nuestro abuelito se muere no pasa nada porque está en el cielo y nosotros, tarde o temprano, iremos con él.

Sólo es miedo.

job
Participante habitual
Mensajes: 445
Registrado: Jue May 29, 2008 10:29 pm

Re: ¿Por qué es tan poderosa la fe?

Mensaje sin leer por job »

Vale, solo decir que una cosa es cultura y otra muy distinta tener fe. No habeís entendido nada de nada, ni siquiera habeís leído el artículo del Papa. La fe es personal una relación directa entre Dios y tú. Yo no puedo tener fe porque otra persona la tenga, o no puedo tener fe porque otra persona no la tenga.

Como menciona el Papa: Una nueva era en la que el amor no sea ambicioso ni egoísta, sino puro, fiel y sinceramente libre, abierto a los otros, respetuoso de su dignidad, un amor que promueva su bien e irradie gozo y belleza. Una nueva era en la cual la esperanza nos libere de la superficialidad, de la apatía y el egoísmo que degrada nuestras almas y envenena las relaciones humanas. Queridos jóvenes amigos, el Señor os está pidiendo ser profetas de esta nueva era, mensajeros de su amor, capaces de atraer a la gente hacia el Padre y de construir un futuro de esperanza para toda la humanidad.

El mundo tiene necesidad de esta renovación. En muchas de nuestras sociedades, junto a la prosperidad material, se está expandiendo el desierto espiritual: un vacío interior, un miedo indefinible, un larvado sentido de desesperación. ¿Cuántos de nuestros semejantes han cavado aljibes agrietados y vacíos (cf. Jr 2,13) en una búsqueda desesperada de significado, de ese significado último que sólo puede ofrecer el amor? Éste es el don grande y liberador que el Evangelio lleva consigo: él revela nuestra dignidad de hombres y mujeres creados a imagen y semejanza de Dios. Revela la llamada sublime de la humanidad, que es la de encontrar la propia plenitud en el amor. Él revela la verdad sobre el hombre, la verdad sobre la vida.


Después no ataquemos a la Iglesia. O no nos quejemos de que el mundo va mal a causa de la Iglesia o de Dios.

olteko
Participante veterano
Mensajes: 859
Registrado: Dom May 25, 2008 1:25 pm
Ubicación: argentina
Contactar:

Re: ¿Por qué es tan poderosa la fe?

Mensaje sin leer por olteko »

Si lo que dice el papa fuera un sentimiento verdadero y no un discurso escrito por sus asesores seria mas creible, hay que predicar con el ejemplo, en vez de ir a otros paises a entrevistarse con los presidentes de turno deberia, por ejemplo, ir primero a barrios indigentes y ver sus necesidades y en ultimo lugar ver al presi para criticarle lo mal que tiene a su gente, claro que es un ejemplo, ya que cuando el papa da entrevistas te entrega un rosario de plastico que cuesta un dolar, cuando tiene hasta las columas revestidas en oro, joyas, obras de arte, un lujo mayor que de cualquier rey y tirano, eso SI, esta bendecido por el propio papa.
Imagen Creyente en NO DIOS
"Se puede engañar a una parte del pueblo todo el tiempo y a todo el pueblo una parte del tiempo, pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo"
A. Lincoln

Romu
Participante
Mensajes: 195
Registrado: Jue May 22, 2008 12:13 am
Ubicación: Argentina

Re: ¿Por qué es tan poderosa la fe?

Mensaje sin leer por Romu »

job escribió: El mundo tiene necesidad de esta renovación. En muchas de nuestras sociedades, junto a la prosperidad material, se está expandiendo el desierto espiritual: un vacío interior, un miedo indefinible, un larvado sentido de desesperación.
Te paso por mensaje privado mi cuenta bancaria , asi depositas todo tu dinero y valores materiales y empezamos a "renovar" al mundo ...
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

Avatar de Usuario
Xenko
Participante habitual
Mensajes: 234
Registrado: Vie Jul 25, 2008 5:15 pm
Ubicación: LIMA, PERÚ
Contactar:

Re: ¿Por qué es tan poderosa la fe?

Mensaje sin leer por Xenko »

job escribió:Vale, solo decir que una cosa es cultura y otra muy distinta tener fe. No habeís entendido nada de nada, ni siquiera habeís leído el artículo del Papa. La fe es personal una relación directa entre Dios y tú. Yo no puedo tener fe porque otra persona la tenga, o no puedo tener fe porque otra persona no la tenga.

Como menciona el Papa: Una nueva era en la que el amor no sea ambicioso ni egoísta, sino puro, fiel y sinceramente libre, abierto a los otros, respetuoso de su dignidad, un amor que promueva su bien e irradie gozo y belleza. Una nueva era en la cual la esperanza nos libere de la superficialidad, de la apatía y el egoísmo que degrada nuestras almas y envenena las relaciones humanas. Queridos jóvenes amigos, el Señor os está pidiendo ser profetas de esta nueva era, mensajeros de su amor, capaces de atraer a la gente hacia el Padre y de construir un futuro de esperanza para toda la humanidad.
El mundo tiene necesidad de esta renovación. En muchas de nuestras sociedades, junto a la prosperidad material, se está expandiendo el desierto espiritual: un vacío interior, un miedo indefinible, un larvado sentido de desesperación. ¿Cuántos de nuestros semejantes han cavado aljibes agrietados y vacíos (cf. Jr 2,13) en una búsqueda desesperada de significado, de ese significado último que sólo puede ofrecer el amor? Éste es el don grande y liberador que el Evangelio lleva consigo: él revela nuestra dignidad de hombres y mujeres creados a imagen y semejanza de Dios. Revela la llamada sublime de la humanidad, que es la de encontrar la propia plenitud en el amor. Él revela la verdad sobre el hombre, la verdad sobre la vida.
Después no ataquemos a la Iglesia. O no nos quejemos de que el mundo va mal a causa de la Iglesia o de Dios.
Me parece ke el Papa debe ser mencionado en último párrafo (por no decir nunca). En la historia de los Papas hay 40 anti-Papas ( uno de 11 años de edad llamado Benedicto) ke tenian vidas disipadas y de libertinaje.
La biblia y la historia de jesus fue "legalizada" por el vaticano y éste era aliado de roma, por eso dejaron de sacrificar "cristianos" (en akellos tiempos los llamaban "paganos" porke no adoraban al dios "oficial")
Desde tiempos inmemoriales el hombre siempre tuvo temor ("miedo") por los terremotos, lluvias, rayos, truenos, epidemias, inundaciones, etc y su explicación fue ke alguien superior a nosotros los causaba.
Este ser superior fue llamado dios y se le dió poderes mágicos para realizar "milagros"
Con el transcurrir del tiempo el hombre "perfeccionó" al ser supremo (cada cultura a su modo)
Nos kieren seguir atemorizando con el infierno, el fin del mundo, la ira de dios, etc
Ya no le creemos cuando hay terremotos, lluvias, rayos, truenos, epidemias, inundaciones, etc. porke la ciencia ha demostrado ke son fenómenos naturales.
Parece ke gran parte de la humanidad todavia vive en la edad de piedra pues mantienen sus creencias de los tiempos remotos.
No se les puede convencer de ke "el tiempo de las supersticiones" ya acabó porke lo tienen grabado en sus genes.
Sigamos luchando por liberarlos y asi se acabarán las guerras, odios raciales, etc
No es mi intención converncer a nadie, pero al ke entiende: MUCHAS GRACIAS :D :D :D :D

POR UN MUNDO MEJOR

Antonio
Participante veterano
Mensajes: 1052
Registrado: Jue May 22, 2008 2:59 pm
Contactar:

Re: ¿Por qué es tan poderosa la fe?

Mensaje sin leer por Antonio »

job escribió:Una persona es un ser social, pero no quiere decir que el resto la entienda o la comprenda, entonces esta persona es una isla incapaz de mostrar sus conocimientos.
Normalmente eso no ocurre entre individuos sanos en una sociedad. Con buena salud mental cualquier persona tiene intuiciones sobre lo que piensa o siente otra y esto es la base para establecer redes sociales (es que somos primates). Los que no pueden hacer esto y no son capaces de interactuar con otros individuos son conocidos psicópatas (insensibles en medio de una interacción), autistas (incapaces de interactuar), o algún otro tipo de trastornado (esquizofrénico, paranoico, etc).
job escribió:Por qué no crees que la fe se puede demostrar;, ah ya, porque eres científico y que pasa con los historiadores, filólogos, etc... que se basan en argumentos.
No he dicho que la fe no exista, no se de qué hablas. Cosa diferente es que real y objetivamente exista algo en lo que tu tienes fe (lo subjetivo) que exista.
job escribió:Pues la fe se basa en argumentos. Dios habló con hombres, le vieron, dió unas enseñanzas con ellos y resucitó. Todo esto se dejó por escrito. Ahora, me puedes explicar científicamente por qué no creer en lo que pone en la Biblia y que ninguna persona negó en el primer siglo o el segundo siglo, cuando aún había personas que habían conocido directamente a Jesús.
La fe religiosa se caracteriza por dar por seguro algo que no está demostrado o que no puede demostrarse. Por eso los teólogos muy bien diferencian fe religiosa de conocimiento científico.

Y ya que dices que Dios "habló con hombres" te recuerdo que también les dijo mentiras.

job escribió:Ningún Dios, ha estado hablando con las personas, ningún Dios se ha dejado ver y los que dicen haber sido dioses han desaparecido e incluso su religión que profesaban o son simplementes sectas, o nadie les cree.
Todo lo contrario: en casi todas religiones los dioses, demonios y espíritus "hablan" con los sacerdotes, chamanes, iluminados, etc.

Ya que tratas a las diferentes religiones como “sectas”, te recuerdo que el cristianismo, en calidad de rama separada del judaísmo, viene a ser una secta. Y el catolicismo una sub-secta cristiana.

job escribió:¿Es que entre todas las religiones no va a haber una que sea la verdadera?.
NO porque ninguna puede demostrar objetivamente nada de lo que afirma, su base es la fe religiosa. De hecho el catolicismo no es mejor que la religión esquimal en esto: para creer que existe Yahvé se exige fe religiosa, lo mismo para creer que Sedna es real.
job escribió:Te pongo una homilía del papa, verás el peligro que hay en no aceptar una religión por verdadera:
El Vaticano aquí no pinta nada, basta revisar la historia para ver que más peligroso ha sido que la ICAR creara la Santa Inquisición o las Cruzadas.

Tú no solo le das de patadas a la ciencia y al sentido común, sino al derecho de libertad de creencia.

Antonio

Responder