¿ Que opinaba Hitler de la Iglesia Católica?

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AngelMendioroz

¿ Que opinaba Hitler de la Iglesia Católica?

Mensaje sin leer por AngelMendioroz »

«¿Las religiones? Tanto valen unas como otras. Ninguna tiene porvenir, para los alemanes cuando menos. El fascismo puede, si quiere, hacer su paz con la Iglesia. Yo haré lo mismo. ¿Por qué no? Ello no me impedirá en absoluto extirpar el cristianismo de Alemania. Los italianos, gentes candorosas, pueden ser al mismo tiempo paganos y cristianos. Los italianos y los franceses, si radican en el campo, son paganos. Su cristianismo es superficial, epidérmico. Pero el alemán es distinto. Toma las cosas en serio: es cristiano o pagano, pero no ambas cosas. Por otra parte, como Mussolini nunca hará de sus fascistas héroes, poco me importa que sean paganos o cristianos. Para nuestro pueblo, por el contrario, la religión es una cuestión capital. Todo depende de saber si permanecerá fiel a la religión judeocristiana y a la moral servil de la piedad, o si tendrá una fe nueva, recia, heroica, en un dios inmanente, en la Naturaleza inmanente, en la nación misma, en un dios inseparable de su destino y de su sangre.». «Dejemos a un lado las sutilezas. Que se trate del Antiguo Testamento, o del Nuevo, o de las solas palabras de Cristo, como quiere Houston Stewart, Chamberlain, todo ello no es más que un solo y mismo bluf judaico. ¡Una Iglesia alemana! ¡Vaya una broma! Se es o bien cristiano, o bien alemán; mas no se puede ser ambas cosas a la vez. Podréis expulsar a Pablo de la cristiandad. Otros ya lo hicieron. Puede hacerse de Jesús una noble figura y negar a un tiempo su divinidad. Es cosa de todos los tiempos. Hasta creo que existen en América y en Inglaterra, aún hoy, cristianos de esa catadura, llamados «unitarios» o algo por el estilo. Todas esas exégesis no sirven propiamente para nada. Por ese camino nunca llegaremos a libertarnos de ese espíritu cristiano que queremos destruir. No más hombres de mirar torcido hacia el «más allá».

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Psittakos
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Re: ¿ Que opinaba Hitler de la Iglesia Católica?

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Mmmh... Por lo que yo creia saber, Hitler era favorable a la iglesia... de hecho.... ¿No resumia las labores de la mujer en las tres K's? (Kirche, Kueche, Kinder (Iglesia, cocina, niños.)
Todos somos idiotas; nuestra vida consiste en disimularlo.

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SWAMI
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Re: ¿ Que opinaba Hitler de la Iglesia Católica?

Mensaje sin leer por SWAMI »

AngelMendioroz escribió:¿ Que opinaba Hitler de la Iglesia Católica?
No hace falta ser Hitler para opinar de la Iglesia Católica como merece, o sea, MAL. Y sostener que "Hitler fue mu malo mu malo y habló mal de la Iglesia" como persuasión para sostener que hablar mal de la Iglesia no es bueno, eso es caer en una falacia, precisamente la denominada Reductio ad Hitlerum. Que una persona fuese cruel no implica que todo lo que hiciera o pensara estuviese mal. Sobre Hitler y la Iglesia o la religión hay muchos textos en los que el asesino se contradice. Pero lo que nunca será lícito decir de Hitler es que fue ateo, como muchos católicos (el criminal Ratzinger incluído) se empeñan en hacer creer con tal de difamar a los ateos que tantos quebraderos de cabeza les estamos dando últimamente. Pero bueno, a la hora de hablar sobre la Iglesia, eso de la honradez y sinceridad es algo que está muy lejos de los católicos. En internet he llegado a leer de algún católico incluso la imbecilidad de: "el nazismo es una ideología atea". Hasta esas han llegado:

"Soy ahora, como antes, católico, y siempre lo seré."
Adolf Hitler, al general Gerhard Engel, 1941

"El hecho de que el Vaticano esté concluyendo un tratado con la nueva Alemania significa un reconocimiento del estado Nacionalsocialista por parte de la Iglesia Católica. Este tratado muestra a todo el mundo, clara e inequívocamente, que la afirmación de que el Nacionalsocialismo es hostil a la religión es una mentira."
Adolf Hitler escribiendo al Partido Nazi, 22/07/1933; de "Hitler's Pope", por John Cornwell

"De ahí que hoy en día creo que estoy actuando a conformidad con la voluntad del Creador Todopoderoso: Defendiéndome de el Judío, estoy luchando por la labor del Señor".

"El Judío ha sido siempre un pueblo determinado, con características raciales y nunca una religión".
Adolf Hitler (Mein Kampf)

"Por la voluntad de Dios, dio a los hombres su forma, su esencia y sus capacidades. Toda persona que destruya su trabajo, declara la guerra a la creación del Señor, la voluntad divina".
Adolf Hitler (Mein Kampf)
Dios es una especulación arbitraria y antojadiza sin ningún fundamento real y con referente en el ser humano.
ASÓCIATE a CYBERATEOS. Es mejor un mundo sin religión. Las personas somos mucho más importantes que Dios.

alguien714
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Re: ¿ Que opinaba Hitler de la Iglesia Católica?

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La postura de Hitler y del Partido Nazi hacia la Iglesia Católica es poco clara. Lo cierto es que Hitler nunca fue ateo (aunque si lo fue Mussolini). Dentro del Partido Nacionalsocialista existieron diversos personajes como Alfred Rosenberg conocidos por su aversión a la Iglesia Católica que causaron entre los católicos alemanes la imagen de que el nazismo era un movimiento neopagano y opuesto al catolicismo. Hitler, los nazis y otros pangermanistas anteriores tuvieron enfrentamientos con el catolicismo, no por motivos religiosos, sino más bien por cuestiones políticas. Sin embargo, Hitler siempre busco mantener una pocisión favorable hacia la Iglesia Católica, consciente de que gran parte de la población alemana era católica. Igualmente Mussolini buscó una convivencia pacífica con la Iglesia para evitar ganarse la enemistad del pueblo católico. La postura de Hilter hacia la religión cristiana queda explicada extensamente en el siguiente fragmento de Mein Kampf:

La grave controversia que el movimiento pangermanista tuvo que sostener con la iglesia
católica, no respondía a otra causa que a falta de comprensión del carácter anímico del pueblo.
El establecimiento de parroquias checas, fue sólo uno de los muchos recursos puestos en
práctica hacia el objetivo de la eslavización general de Austria. En distritos netamente alemanes se
impusieron curas checos que comenzaron por subordinar los intereses de la iglesia a los de la
nacionalidad checa, convirtiéndose así en células generadoras del proceso de la desgermanización
austriaca.
Desgraciadamente la reacción de la clerecía alemana ante semejante proceder resultó casi
nula, de suerte que el germanismo fue desalojado lenta pero persistentemente gracias al abuso de la
influencia religiosa, por una parte, y debido a la insuficiente resistencia, por otra.
La impresión general no podía ser otra que la de tratarse de una brutal violación de los
derechos alemanes por parte de la clerecía católica como tal. Parecía, pues, que la Iglesia no
solamente era indiferente al sentir de la nacionalidad germana en Austria, sino que, injustamente,
llegaba a colocarse al lado de sus adversarios. Como decía Schoenerer, el mal tenía su raíz en el
hecho de que la cabeza de la iglesia católica se hallaba fuera de Alemania, lo cual, desde luego,
motivaba una marcada hostilidad contra los intereses de la nacionalidad nuestra.
Georg Schoenerer no era hombre que hiciera las cosas a medias. Había asumido la lucha
contra la Iglesia con el íntimo convencimiento de que sólo así se podía salvar la suerte del puebo
alemán en Austria. El movimiento separatista contra Roma (Los-von-Rom Bewegung) tenía la
apariencia de ser el más poderoso, pero a su vez el más difícil procedimiento de ataque destinado a
vencer la resistencia del adversario.
Si la campaña resultaba victoriosa, entonces habría tocado también a su fin la infeliz
división religiosa existente en Alemania y así habría ganado enormemente en fuerza interior la
nacionalidad alemana.
Pero ni la premisa ni la conclusión de esa lucha estaban en lo cierto.
Mientras el sacerdote checo adoptaba una posición subjetiva con respecto a su pueblo y
objetiva frente a la Iglesia, el sacerdote alemán se subordinaba subjetivamente a la Iglesia y
permanecía objetivo desde el punto de vista de su nacionalidad; un fenómeno que podemos
observar por desgracia en miles de otros casos. No se trata aquí de una herencia exclusivamente
propia del catolicismo, sino de un mal que entre nosotros es capaz de corroer en poco tiempo casi
toda institución estatal o del concepción idealista.
Comparemos, por ejemplo, la conducta observada por nuestros funcionarios del Estado
frente al propósito de un resurgimiento nacional, con la actitud que asumirían en un caso semejante
iguales elementos de otro país. ¿Y qué norma nos ofrece el criterio que hoy sustentan católicos y
protestantes frente al semitismo, criterio que no responde ni a los intereses nacionales ni a las
necesidades verdaderas de la religión? No hay pues paralelo posible entre el modo de obrar de un
rabino en todos los aspectos que tienen una cierta importancia para el semitismo bajo el aspecto
racial y la actitud observada por la mayoría de nuestros religiosos, sea cual fuere su confesión,
frente a los intereses de su raza. Este fenómeno se repite siempre que se trate de defender una idea
abstracta.
“Autoridad del Estado”, “democracia”, “pacifismo”, “solidaridad internacional”, etc., etc.,
son todas ideas que entre nosotros se convierten por lo general en conceptos tan netamente
doctrinarios y tan inflexibles, que cualquier juicio respecto de las necesidades vitales de la nación
resulta subordinado a ellas.
El protestantismo obrará siempre en pro del fomento de los intereses germanos toda vez que
se trate de puridad moral o del acrecentamiento del sentir nacional, en defensa del carácter, del
idioma y de la independencia alemanes, puesto que todas estas nociones se hallan hondamente
arraigadas en el protestantismo mismo; pero al instante reaccionará hostilmente contra toda
tentativa que tienda a salvar la nación de las garras de su más mortal enemigo, y esto porque el
punto de vista del protestantismo con respecto al semitismo está más o menos dogmáticamente
precisado.
Mientras el pueblo contó durante la guerra de 1914 con dirigentes resueltos, cumplió su
deber en forma insuperable. El pastor protestante como el sacerdote católico, ambos contribuyeron
decididamente a mantener el espíritu de nuestra resistencia no sólo en el frente de batalla, sino ante
todo, en los hogares. En aquellos años, especialmente al iniciarse la guerra, no dominaba en efecto,
en ambos sectores religiosos otro ideal que el de un único y sagrado imperio alemán, por cuya
existencia y porvenir elevaba cada uno sus votos de fervorosa devoción.
El movimiento pangermanista debió haberse planteado en sus comienzos una cuestión
previa: ¿Era factible o no conservar el acervo germánico en Austria bajo la égida de la religión
católica? Si se contestaba afirmativamente, este partido político jamás debió mezclarse en
cuestiones religiosas o hasta de orden confesional, y sí, por el contrario, era negativa la respuesta,
entonces debió haber surgido una reforma religiosa, pero nunca un partido político.
Los partidos políticos nada tienen que ver con las cuestiones religiosas mientras éstas no
socaven la moral de la raza; del mismo modo, es impropio inmiscuir la religión en manejos de
política partidista.
Cuando dignatarios de la Iglesia se sirven de instituciones y doctrinas para dañar los
intereses de su propia nacionalidad, jamás debe seguirse el mismo camino ni combatírseles con
iguales armas.
Las doctrinas e instituciones religiosas de un pueblo debe respetarlas el Führer político
como inviolables; de lo contrario, debe renunciar a ser político y convertirse en reformador, si
es que para ello tiene capacidad.

Un modo de pensar diferente, en este orden conduciría a una catástrofe, particularmente en
Alemania.
Estudiando el movimiento pangermanista y su lucha contra Roma, llegué en aquellos
tiempos, y aún más todavía en el transcurso de años posteriores, a la persuasión de que la poca
comprensión revelada por el movimiento para el problema social, le hizo perder el concurso de la
masa del pueblo de espíritu verazmente combativo. Ingresar en el parlamento significóle sacrificar
su poderoso impulso y gravarlo con todas las taras propias de aquella institución; su acción contra la
iglesia católica lo había desacreditado en numerosos sectores de la clase media y también de la clase
baja, restándole así infinidad de los mejores elementos de la nación.


En el libro "El mito de Hitler, Imagen y Realidad en el Tercer Reich" de Ian Kershaw se puede encontrar más información de Hilter y su postura hacia la Iglesia Católica, aunque el libro habla principalmente de la imagen popular de Hitler y no de su pensamiento.

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Hipatio
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Re: ¿ Que opinaba Hitler de la Iglesia Católica?

Mensaje sin leer por Hipatio »

No sé que rollos se traía Hitler con la religión pero de lo que estoy seguro es de que era un gran defensor de los Derechos Humanos. Humano que cogía, ¡humano que ponía derecho!

:salut: :salut: :salut:
"... y el Hombre creó a dios"

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