Muchas son las cualidades malas que nosotros los impíos orgullosos damos a los teístas, sin embargo tenemos que cuestionarnos muchas cosas antes de hacer señalamientos tan indecentes como los del texto anterior.
¿Hasta dónde es posible dejar de creer? ¿Hasta qué punto un creyente tiene que dejar de ser creyente?
Los ateos siempre insultamos y nos mofamos de los teístas que viven en el oscurantismo intelectual y muchas veces generalizamos a todos los creyentes diciendo que todo teísta es irracional, que está equivocado, que es un tonto. Es aquí donde llegamos a los límites de la decencia humana y empezamos a traspasar una barrera que no debe ser cruzada la de la tolerancia. Es aquí donde cometemos el error más grande de nuestra no creencia, el de ser fundamentalistas.
Está muy claro que los ateos no tenemos la misión de convertir a nadie ni de apegar a nadie a nuestra descreencia, al insultar a los teístas, hacemos eso involuntariamente.
Los ateos debemos comprender que para millones de personas en el mundo la idea de ese Dios les ayuda a vivir, a sobrellevar la miseria en la que muchos viven, a justificar sus acciones en el caso de los narcotraficantes, y a explicarse su propio mundo, debemos entender que el teísmo puede ser beneficioso para algunos e incluso necesario.
Pero…Cuándo el teísmo no sirve, ¿hay que dejar de creer?
La religión es válida, de eso yo no tengo ninguna duda, lo que no es válido son los horrores que comete, como la discriminación hacia las minorías sexuales, como la ignorancia que produce al oponerse a los métodos anticonceptivos, como el cinismo con que se conduce al proteger a pederastas.
El ateísmo debe cambiar de visión, de crítica, debemos aceptar la religión hasta el punto donde empiezan las libertades y la autonomía humana que la propia religión limita. En otras palabras, la religión es buena hasta que vulnera la dignidad. Nuestro mensaje, pues, debe ser: puedes creer en los dioses que quieras, pero no te apartes del mundo racional.