Efectivamente, una cosa es lo que dice el papa, y otra el eco que tengan sus palabras.
Pero yo no me he centrado en los titulares, sino en sus palabras, y cuando hice mi comentario me refería a ellas. Esta mañana me he leído entero su discurso (aún estoy haciendo la digestión, por cierto) y no entendía bien dónde estaba la diferencia. Además confunde
intencionadamente libertad sexual con pornografía infantil, y pederastia con pedofilia. En este discurso sabe muy bien (él o el que se lo haya escrito) qué quiere transmitir tergiversando intenciondamente la historia.
Que se disculpe a los santos varones amparándose en el ambiente de libertad sexual que floreció en los sesenta, es tan patético sin titular alguno que amplifique nada, que con eso me basta.
Pero hay más: fijémonos en que la rata lloriquea porque la
moral entera se "resquebraja" en aquella época. Pero omite la cuestión
real: De pronto, el Vaticano se encontró a su grey follando como posesos sin miedo a tener hijos, desobedeciendo el mandato divino. Los curas y párrocos no sabían qué contestar a las madres que les preguntaban si la píldora era lícita. ¿Y qué iban a contestar a una atribulada madre de familia numerosa a principios de los sesenta? "Hija mía, el papa no se ha pronunciado todavía, así que..." Aunque se conocían los preservativos, apenas se usaban. La píldora fue una auténtica revolución que permitió a las mujeres decidir tener relaciones sexuales cuando les apetecía: la pesadilla del Vaticano. ¿Cómo sujetas a una madre de familia numerosa? ¿Y a una adolescente?
Así que, con mano firme, el papa empezó a recoger a sus ovejas una a una a base de golpe de encíclica Humanae Vitae, transmitida vehementemente a través de los mismos y permisivos párrocos que antes consentían simpatizando con las mujeres.
Acaso los curas han mantenido la bragueta siempre cerrada antes de que se lanzase la píldora al mercado?
De eso nada. Antes de los sesenta (y del siglo XX), cuando no tenían a una señora de la limpieza durante el día y de esclava en la cama por la noche, manoseaban a los niños exactamente igual. No es el sexo en el cine, en las portadas de las revistas (porque en la tele, en aquellos tiempos, de sexo nada de nada) o las chicas ligeras de ropa las que traen desde los sesenta a los santos varones a mal vivir, sino
su propia represión sexual. Y eso desde que les prohibieron casarse.
Como excusa me parece una perla más a añadir a sus salidas habituales. Pero además, en este caso, se agrava por culpabilizar a la sociedad en general de sus crímenes particulares. Por cierto, el auge y aceptación de la pornografía infantil de los setenta de la que él habla, los conocería él. Lo que pasa es que intenta llevar la cosa a su terreno. Como lo hace al convertir lo que en su día fue una pesadilla al ver que se le desmadraba el rebaño, en una eximente a su favor cuarenta o cincuenta años más tarde.
No, este tipo sigue intentando aparentar que no se enteraba bien de lo que había cuando él, como responsable de la Congregación para la Doctrina de la Fe, apoyó a Wojtyla en el ocultamiento y consiguiente complicidad con los crímenes de los curas.
Pero no cuela.
porque como le dé un jamacuco y se nos muera, podría sustituirle uno con más carisma, más tacto, mas inteligente, más hábil, más avispado, más culto, con más don de gentes, más amable, más comprensivo, menos amante del fausto y del boato, sin Martinellis ni sombreros, y menos repulsivo que este. O sea, cualquier otro. 
