Adoro las moralejas. Aquí os pongo una que he elaborado, espero que guste a pesar de ser un poco larga:
Hoy la maestra había llevado a los niños a aquel fantástico parque infantil, y Jaimito estaba encantado de estrenar la piscina de bolas. Era enorme, con miles de bolas de colores. Las paredes consistían en redes por las las que se podía trepar. Estaba solo, en un rincón, pataleando y machacando las bolas entre sí hasta abollarlas.
Pero algo desvió su atención: una figura surgió en la abertura de la red. Carlitos contempló fascinado la superficie de bolas desde la abertura.
-¡Señoooooooo! ¿Puedo entraaaar?? -vociferó hacia una mujer que había fuera.
-Claro, Carlitos, es para que juguéis -dijo la maestra, y continuó atendiendo a otros niños. A la pobre no le daban ninguna tregua.
Sin pensárselo, Carlitos se lanzó con los brazos extendidos y cayó ruidosamente entre todas las bolas.
Así Carlitos se puso a jugar con las bolas entre risas, en el rincón opuesto a un furioso Jaimito.
-¡Fuera de aquí! -le gritó Jaimito.
Carlitos se sobresaltó y miró a aquel niño que ni siquiera había advertido.
-¿Por qué? -preguntó con una vocecilla tímida.
-¡Porque esto es mío!
Carlitos calló, confuso. Sospechó de aquella revelación con un gesto torcido.
-No es verdad...
-¡Sí lo es!
-¿Por qué?
-Porque... -dijo Jaimito, ofendido por tan osada exigencia-. Porque... ¡Porque yo estaba antes!
-¿Y qué? Yo también quiero jugar, yo no te molesto -dijo Carlitos, buscando alguna fibra de empatía en aquel niño.
-¡Sí me molestas! ¡Fuera!
-No es verdad, tu estás allí. Puedes seguir jugando igual, aunque yo esté aquí. ¡Mira qué grande es esto! ¿No ves?
Y Carlitos continuó jugando en su rincón, resoplando por semejante despliegue de egoísmo. Jaimito tuvo que hacer lo mismo ante una verdad tan irrefutable.
Pero ya no era lo mismo. Machacar esas bolas de plástico ya no resultaba tan placentero. No soportaba que le quitaran la razón. Jaimito SIEMPRE tenía razón. La sola presencia visual de aquel niño le irritaba de veras. Y más aún verle disfrutando. ¡DISFRUTANDO! ¡En SU piscina de bolas! ¿Cómo se atrevía??
Jaimito se levantó con una calma fría, caminó entre las bolas y salió silenciosamente por la abertura.
La maestra, estresada de vigilar aquel caos infantil, notó unos tirones tímidos en su falda. Bajó la vista y se encontró con el rostro angelical y lloroso de Jaimito.
-Seño.. -murmuró Jaimito con la boquita pequeña-. Ese niño no me deja jugar con la bolas... Me ha empujado y me ha echado y y y... ¡y lo está rompiendo todo!
La mujer se acercó a la piscina de bolas con Jaimito agarrado de la mano.
-¡Vamos a ver, Carlitos! -dijo la mujer. Carlitos se envaró nervioso ante aquel inconfundible sonido de autoridad-. ¿Tú has pegado a Jaimito y le has echado? La piscina de bolas es para jugar, no para romperla.
-¡No es verdad, seño! Yo estaba aquí jugando y ese niño quería que me fuera. ¡Yo no he roto nada!
-¡Mentira mentira mentiraaaa! ¡Mentiroso! -chilló Jaimito como un energúmeno, desvelando sin quererlo su odio personal-. ¡Seño, se lo está inventando! ¡Se está portando mal! ¡Castígalo!
Los dos niños empezaron a intercambiarse acusaciones con unos gritos bastante feos.
-¡A ver, los dos! -restalló la mujer. Suspiró llevándose una mano a la sien. Con el día tan malo que estaba teniendo, esto era justo lo que le faltaba-. Aquí podéis jugar los dos sin molestaros, tenéis espacio de sobra para los dos. Si queréis, podéis incluso jugar juntos. Ahora, sed buenos, y seguid jugando sin gritaros.
Carlitos sonrió aliviado y se lanzó de nuevo sobre las bolas.
-¡Pero seño! ¡Es un niño malo! -exclamó Jaimito, impotente-. ¡Le he visto haciendo guarrerías! Ese... ¡Ese niño NO PUEDE estar ahí dentro!
-¡Jaimito, Jaimito! ¡Eso no lo decides tú! ¿Está claro? -dijo la mujer, intimidando al niño como bien sabía hacerlo, inclinándose hacia su cara. Francamente le estaba exasperando aquella disputa ridícula e infantil. Los niños parecían tardar cada vez más en madurar y corregir ese egoísmo innato, y hacérselo ver resultaba también más difícil-. Ese niño tiene tanto derecho como tú a jugar ahí dentro. ¿O prefieres quedarte tú fuera? ¡A que eso no te gustaría! Ahora métete y pórtate bien.
Dicho esto, la maestra dio la vuelta y gritó hacia un niño que le estaba tirando del pelo a una niña.
Jaimito se metió enfurruñado en la piscina de bolas. Se fue para su rincón y se sentó con un dramatismo exagerado. Ahí se quedó cruzado de brazos.
Carlitos por su parte había descubierto el placer de trepar por la red para dejarse caer sobre las bolas y volver a trepar.
Jaimito observaba fijamente a Carlitos. Le observaba con una furia insoportable. Odiaba cada tontería que hacía aquel niño intruso. Ya no le importaban las divertidas bolas. Ya no jugaba con ellas, no existían para él. Permaneció inmóvil. Por alguna estúpida razón, Jaimito tenía que aparentar respeto hacia otros niños, pues de lo contrario le regañaban.
De hecho la seño le había regañado. ¡Y encima ese niño asqueroso se había salido con la suya!
Jaimito se sintió humillado, arrinconado, atacado, silenciado.
Así aguantó aquella repugnante presencia que ensuciaba su piscina de bolas...
...Hasta que la madre de Jaimito llegó a recogerlo.
Jaimito salió de la piscina de bolas y corrió llorando hacia su madre.
-¡Mamaaaaaaaaa! -gritó abrazándose a sus piernas, traumatizado.
-¿Hijo pero qué te pasa??
-¡Mamaaaa me han pegado! ¡No me han dejado jugar y la seño me ha regañado! ¡Todos están contra mí! ¡La seño me tiene manía! ¡Me empujan y me echan y y... y ella no hace nada! ¡Me echa la culpa de todo!
La madre, que era la responsable de la educación de su hijo, estaba convencidísima de que su niño era el más bueno del mundo. Todo lo que él dijera, iba a misa. Fulminó con la mirada a aquella despreciable funcionaria, que en ese momento charlaba con otros padres.
-La pija de mierda no le hace eso a mi niño -exclamó la madre, caminando a zancadas hacia la otra mujer. Jaimito la acompañó extasiado de verse al frente de su caballería-. ¡Le voy a cantar las cuarenta! ¿Pero quién se ha creído esa niñata? ¡Le voy a meter una denuncia que se va a enterar! ¡Esto va a salir hasta en el nodo! La seño, ¿eh? La seño... ¡la seño es una ZORRA!