La realidad es que la presión de los -cada vez menos y más fuertes- grupos de compra está quitando de enmedio a los productores locales, sean pequeños o grandes, sobre todo a las cooperativas, palabra maldita para este sistema.
Si vamos a un supermercado, veremos convivir en las estanterías producto de aquí con producto similar de Italia, Sudáfrica, centroeuropa, latinoamérica, China... No se trata de que cuando acaba la temporada se eche mano de producto de zonas en donde sí hay el producto en cuestión. Es un tema de precio, ya que la suma del precio en origen más el transporte y almacenamiento, es, milagrosamente,
más rentable que comprando en el huerto o la granja de al lado. Debe ser por la desmedida ambición de los pequeños productores que ya sabemos que suelen conducir Ferraris y vestir trajes modelo Gürtel. Ay, esos hortelanos y pastores tan pijos!
La única producción local que tiene la salida garantizada aquí es la de las granjas intensivas y cultivos de invernadero, negocios estos que nada tienen que ver con la cría tradicional y que se han ido implantando más con capital proveniente de negocios especulativos que con el esfuerzo de los productores tradicionales, que han hecho muchísimo esfuerzo para nada. Porque el objetivo que se está cumpliendo es que prácticamente desaparezcan.
Pero no es solo un tema de precio: los márgenes de los distribuidores se mantienen e incluso aumentan, ya que los ciudadanos, venidos a consumidores tipo pollo de granja, no vamos por ahí con una calculadora como hiciste tú.
Sin caer en la paranoia, es una más de las miles de acciones que se llevan a cabo en esta llamada economía de mercado, que provoca la ruina de todos los pequeños en beneficio de las grandes. El control de la producción y la concentración del suministro provoca que:
- Estemos comiendo productos de peor calidad.
- Los estemos pagando más caros.
- Los productores locales se estén yendo a la RUINA.
- Los productores de lo que nos venden, sea de donde sea, vivan casi -o sin casi- en régimen de esclavitud.
- Solo salgan ganando en esto los grandes distribuidores, que son los que deciden qué comemos, donde se cría o cultiva y a qué precio. La calidad es lo de menos, con tal de que tenga buen aspecto.
Pero nada, la gente sigue creyendo en el milagro de Mercadona, "que tiene unos productos buenísimos" a un precio increíble. Ambas cosas falsas, excepto en algunos productos gancho.
Lo de los tomates en la maceta es anecdótico. Pero cada producto que no se compre en la gran distribución (grandes cadenas como El Corte Inglés, Alcampo, Carrefour, Mercadona, Eroski, Consum, etc.) es una acción cívica de resistencia.
Vamos, que no se trata sólo de que los bancos nos estén chuleando.