Los muertos de la crisis y la represión

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Shé
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Los muertos de la crisis y la represión

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Los muertos de la crisis y la represión
Es alarmante que quienes han permitido los desahucios, propiciado los recortes y ordenado el lanzamiento de pelotas de goma, sean los que se escandalizan con los abortos

10/03/2014

Nadie cuestiona que nuestro destino final es la muerte, si bien nuestra calidad de vida depende en parte de que no nos obsesionemos con ello. No sabemos si el futuro está escrito y es imposible modificar nuestra hoja de ruta, aunque los últimos conocimientos científicos nos inclinan a pensar que los genes contienen información privilegiada. Nos referimos, obviamente, a la muerte natural, aquélla que se produce en el tiempo sin la influencia determinante de factores externos.

La muerte accidental, la derivada de los riesgos propios de la vida que nosotros mismos hemos creado, resulta inevitable porque así lo hemos decidido. Pero hay otra muerte, socialmente más cruel, despiadada e inhumana, motivada por las decisiones arbitrarias, inmerecidas e inaceptables de quienes ostentan el poder. Porque cuando se prioriza el dinero sobre la vida humana y se crean situaciones socialmente injustas, la muerte está más cerca para algunos, a costa de prolongar la vida a las clases privilegiadas.

Una de las consecuencias más graves de la crisis económica, originada directamente con la burbuja inmobiliaria, se sufrió con los desahucios, que motivaron que muchas personas decidiesen poner fin a su vida al llegar a una situación de extrema desesperación. Y es que priorizar los intereses económicos de la banca es todo un atentado a los derechos humanos, y tiene esas cosas, que hacen que más de uno se suicide. Aunque al final se convierten en anécdotas, con trágicas consecuencias, que muy pronto pasan al baúl de los olvidos, y de las que nadie responde ni se siente responsable.

La crisis motivó una disminución de los ingresos públicos, y para equilibrar la economía se optó ideológicamente por las llamadas “reformas”, en forma de salvajes recortes que afectaron de manera especial a la sanidad, mientras nada se hacía para perseguir el fraude fiscal y se empleaban ingentes cantidades de dinero en salvar a los bancos. La protección de nuestra salud dejó de ser universal y gratuita para todos, decenas de miles de inmigrantes se quedaron sin tarjeta sanitaria, se puso precio a las medicinas, las plantillas del personal se redujeron salvajemente, comenzaron a cerrarse plantas en los hospitales, las listas de espera aumentaron de forma alarmante, y quien no se podía pagar una medicina privada corría el riesgo de morirse antes de tiempo. Aunque nunca lo sabremos, han sido muchas las muertes prematuras derivadas de los recortes en sanidad, pero solo son noticia cuando resultan escandalosas, como morirse sin atención médica adecuada en un pasillo de urgencias, como ocurrió recientemente en un hospital de Toledo. Aunque aquí tampoco nadie responde, ni se siente responsable.

Pero se producen otras muertes que nada tienen que ver con la crisis, y sí con la represión, aquellas que sufren seres humanos con piel negra y sin recursos, que motivan el despertar de nuestros sentimientos caritativos, aunque son vistos por la mayoría como seres inferiores. No nos equivoquemos, la muerte de 15 inmigrantes subsaharianos en playas de Ceuta no puede calificarse de natural ni de accidental, sino que es consecuencia directa de la imprudencia temeraria de quienes ordenaron lanzarles pelotas de goma para reprimirles e impedir que llegasen a la orilla, y cuya conducta criminal está perfectamente tipificada en nuestro Código Penal. Es pronto para saber si la juez instructora de la causa se atreverá a llegar al final pero, si es cierto lo que sabemos, estamos ante la comisión de 15 delitos de homicidio por imprudencia. Aunque es probable que todo quede en nada, como siempre.

Por ello resulta alarmante que los mismos que han permitido los desahucios, propiciado los recortes en sanidad y ordenado el lanzamiento de pelotas de goma, sean los que se escandalizan con los abortos y se dan golpes de pecho todos los domingos y fiestas de guardar. ¡Qué hipocresía!


El Plural, 10 de marzo 2014
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